La Rioja registra ya 32 casos de salmonelosis y 115 de campilobacteriosis
Los expertos inciden en que se refuercen en estos días de calor las medidas de seguridad para reducir los riesgos de toxiinfecciones alimentarias
Calor, humedad y un simple descuido o un exceso de confianza son los ingredientes idóneos para elaborar una indeseada receta plagada de riesgos e ... invitar a nuestra mesa a una legión de invisibles comensales –bacterias, virus y toxinas– que, como mal menor, procurarán unos días de pesadilla.
No van al alza, pero tampoco se reducen. Salvo en los dos años de la pandemia del SARS-CoV-2, las estadísticas de casos de toxiinfecciones alimentarias se clonan en cada ejercicio en La Rioja. Miles de episodios leves, moderados y graves que requieren desde reposo, cuidados y paciencia, hasta atención médica o ingreso hospitalario, cuando la mayoría de ellos, por no decir todos, son evitables.
«Estamos en una situación más o menos estable desde hace bastantes años, no estamos detectando que haya más casos ni que haya una situación especialmente anómala en cuanto a toxiinfecciones alimentarias», defiende la directora general de Salud Pública y Consumo, Eva Martínez Ochoa, antes de desgranar unos registros en los que, afortunadamente, cada ver aparece menos la infección más preocupante, el botulismo.
«El aumento de temperaturas hace que los gérmenes puedan proliferar más y multiplicarse»
Eva Martínez Ochoa
Salud Pública
«Es una infección que se provoca por una toxina que quizás es la que más gravedad puede producir ya que puede causar una clínica neurológica, pero los últimos casos que hemos tenido en La Rioja fueron en el año 2022, hubo tres, todos ellos a causa del consumo de guindillas caseras en aceite», destaca la especialista, quien recuerda que «desde que llevamos haciendo la vigilancia, desde 1989, hemos tenido 27 casos y, aunque cinco de ellos fueron de origen desconocido, el resto se debió al consumo de conservas caseras principalmente las guindillas en aceite».
Con el Clostridium botulinum fuera de los informes de Salud Pública el pasado año y en los primeros seis meses de este, la Salmonella y el Campylobacter no ceden protagonismo.
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«Sí, la salmonelosis es una toxiinfección alimentaria que se provoca con cierta frecuencia y, de hecho, en los seis primeros meses de este año hemos contabilizado 32 casos, una situación más o menos estable, ya que en 2023 fueron 125 y en 2022, 118», señala la doctora Martínez Ochoa, quien aclara que «fundamentalmente tiene unas manifestaciones más gastrointestinales y está muy relacionada con el consumo de huevos y carne de aves de corral».
Las estadísticas oficiales de la Dirección General de Salud Pública, Consumo y Cuidados radiografían también desde el 2021 la incidencia de otra bacteria, el campylobacter, causante de una patología denominada campilobacteriosis.
Leve, pero con riesgos graves
La infección, asociada al consumo de carne y productos cárnicos consumidos crudos o poco cocinados, fundamentalmente de aves de corral; aunque también a leche cruda o productos lácteos sin tratamiento térmico, pescados, frutas, hortalizas e incluso agua o hielo contaminados, cursa en forma de diarrea (a menudo sanguinolenta), dolor abdominal, malestar, fiebre, náuseas y vómitos entre 1 y 11 días tras ingerir el alimento contaminado. Aunque la sintomatología suele durar una semana y la infección es habitualmente leve, el episodio puede ser incluso mortal en niños muy pequeños, personas de edad avanzada e individuos inmunodeprimidos. De ahí su inclusión en los registros de control en los últimos cuatro años, con una contabilidad al alza: 22 casos en 2021, otros 59 al año siguiente, 183 el pasado 2023 y en este, 115 entre el 1 de enero y el 30 de junio.
La estadística de Salud Pública también dedica un capítulo especial a los episodios de gastroenteritis aguda que se notifican en la comunidad, que no son pocas. Por encima de los 14.800 en 2019, la pandemia redujo los casos a 5.238 en 2020 y a 8.067 en 2021, para repuntar de nuevo con el regreso a la normalidad: 11.629 en 2022 y 11.469 el pasado año. En los seis primeros meses de 2024 suman ya 6.265, detalla la directora general de Salud Pública, quien, no obstante, aclara que «no se identifica la causa que produce la infección, que, de hecho, no tiene que ser siempre de origen alimentario».
Responsabilidad y vigilancia
Frente al aumento del peligro, mayor prevención. «El verano es una época de especial riesgo, ya que el aumento de las temperaturas hace que los gérmenes puedan proliferar más y multiplicarse, por ello es muy importante aplicar las medidas higiénicas, todo el año pero con especial cuidado en la época de más calor», resalta la especialista, que recuerda una serie de claves: «Son medidas muy generales y básicas que hay que respetar también en nuestros domicilios, ya que es muy importante estar atento, no confiarse, controlar las temperaturas, las de cocinado con la regla de 70 grados y dos minutos, y las de conservación; evitar que los alimentos crudos y cocinados entren en contacto para impedir las contaminaciones cruzadas; mantener muy limpias las instalaciones, las encimeras y los utensilios que utilizamos en el manejo de los alimentos y, desde luego, la higiene de manos con agua y jabón, tanto antes como después de tocar la comida».
Eva Martínez Ochoa incide especialmente en el ámbito doméstico, ya que asegura rotunda que «actualmente no hay problemas de seguridad alimentaria porque hay muchos controles oficiales y todo está muy vigilado»
Además de los controles de inspección y vigilancia, en caso de saltar una alerta se activa un protocolo de actuación que implica al Servicio de Epidemiología, al de Seguridad Alimentaria y al Seris. «Cuando es en el ámbito doméstico se hace una investigación para tratar de averiguar qué ha ocurrido y si se trata de alimentos comprados o manipulados en casa; cuando hay un brote, tanto en el ámbito privado como en el colectivo, aparte de hacer la investigación epidemiológica con las variables que hacen referencia a las personas afectadas, al lugar y a los tiempos en los que se ha ido transmitiendo, desde el servicio de Epidemiología se comunica al de Seguridad Alimentaria, que es el que establece las investigaciones necesarias tanto en el local como de los alimentos», resume la directora general.
Casi 6.000 inspecciones
Con casi medio centenar de profesionales dedicados la inocuidad de los alimentos, entre ellos 35 veterinarios y 4 farmacéuticos, el servicio de Seguridad Alimentaria y Consumo de la Consejería de Salud inspecciona todos los establecimientos, desde una pequeña frutería o un bar a la industria agroalimentaria más potente.
«Trabajamos con una programación y una planificación, porque hay que ser conscientes de que la Rioja, a pesar de ser la comunidad más pequeña de España, es una potencia agroalimentaria, en la que a 31 de diciembre pasado se contabilizaban casi 5.000 domicilios industriales que son operadores económicos alimentarios, 1.127 con registro sanitario y 3.791 establecimientos menores», detalla el jefe del servicio, Carlos Felices Cajal, quien desgrana los principales datos de la intensa actividad de vigilancia y prevención que desarrolla Seguridad Alimentaria: «El año pasado se cumplieron el 96% de las inspecciones programadas, eran 3.855 y se realizaron 3.704, además de otras 1.841 no programadas; es decir 5.545 en total. Pero es que además hubo 388 auditorías y se inspeccionaron uno por uno los 3,5 millones de animales sacrificados en los seis mataderos riojanos, aunque uno de ellos cerró en abril».
Frente a ese exhaustivo control, los expedientes sancionadores incoados fueron solo 138, «es una cifra significativamente baja respecto a las inspecciones que se realizan, pero no hay que bajar la guardia», concluye Felices.
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