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Raquel, alfareña residente en Benetusser, Sergio, vecino que la salvó y Cristina, que estaba en el local con ella cuando llegó la dana. rachels_moda

«Tenemos todos una huella. Todavía no entendemos cómo no nos avisaron»

La alfareña Raquel Calvo consiguió reabrir su negocio dos meses después de que la dana lo arrasara, pero reconoce que queda mucho por hacer en Benetusser

Jueves, 30 de octubre 2025, 07:29

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A Raquel y a su amiga Cristina les llegaba el agua por la cintura cuando el cristal del escaparate del local que regentaba reventó por la fuerza del agua. Gracias a eso pudieron abrir la puerta y ser rescatadas por el vecino de arriba, que alargó su cuerpo casi más de lo que permite la física y tiró de ellas hacia arriba.

Minutos antes Cristina llamó a sus hijas para despedirse y también quiso hacerlo de Raquel. «De mí no te despides. Yo mañana te voy a llevar a desayunar», le contestó. No fue al día siguiente, porque las cafeterías de Benetusser estaban arrasadas por el barro, pero un año después no solo se han ido a desayunar, sino que lo han hecho, precisamente, en el bar de su salvador, Sergio.

Raquel Calvo, diseñadora alfareña que vive en Benetusser desde hace años y regenta una tienda confección de moda, reconoce que echa la vista atrás y ve que ha tenido mucha suerte. «Pude abrir la tienda de nuevo dos meses después. Empecé muy rápido y la obra la hice gracias a Alcem-se. Pero el proceso al principio fue traumático. Estábamos rodeados de gente que había perdido sus casas. Lloramos mucho», explica.

A pesar de los malos momentos, confiesa que están «muy, muy, muy agradecidos por los voluntarios. Nos lo han tenido que dar todo, hasta el gel para ducharnos. Nos emociona a todos todavía. Y estoy muy orgullosa de ser riojana, se ha visto a muchos riojanos por aquí ayudando».

Aquel día, de forma inconsciente y sin darse cuenta de que se estaba jugando la vida, Raquel se quedó en la tienda intentando salvar los vestidos que había confeccionado para sus clientas. Aquellas creaciones supusieron después lágrimas de alegría: «No te puedes imaginar lo que han llorado clientas que se han quedado sin absolutamente nada y lo único que tenían era el vestido que les había hecho o los vaqueros había arreglado. Era lo único que tenían».

Pero hay una sensación amarga: «Tenemos todos todos una huella. Todavía no entendemos cómo no nos avisaron». Aclara, muy firme, que todavía no han vuelto a la normalidad. «Hay gente que no ha recuperado todavía su casa, hay huellas de barro de manos en las paredes, hay colegios que están tirando ahora... Lo que nos duele es que las autoridades se han preocupado mucho por lo público, pero no por la gente. Nos hemos tenido que ayudar unos a otros», aclara.

Raquel destaca la solidaridad de los vecinos de la zona, no solo ayudando en el momento de la catástrofe, sino meses después, cuando comenzaban a reabrir los negocios: «Yo estoy muy agradecida. La gente se ha volcado mucho. En lugar de irse a Valencia a comprar un vestido, han venido a nosotros».

Su tono en la conversación es completamente diferente al de hace un año, cuando conseguimos hablar con ella. Entonces, el nudo en la garganta frenaba las lágrimas, pero dejaba ver la tragedia. Hoy, sin olvidar lo ocurrido y con mucho por superar todavía, su voz suena alegre, la risa se cuela entre frase y frase y el futuro parece mucho más prometedor que aquel 29 de octubre de 2025.

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