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La Rioja estrena Gobierno

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Juan Marín

La Rioja estrena Gobierno

En media hora, los nueve consejeros de Andreu juraron (una) o prometieron (ocho) sus cargos

Pío García

Logroño

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Viernes, 30 de agosto 2019, 10:53

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Los consejeros de Concha Andreu eran todo sonrisas y abrazos. En alguno se veía, como rondándoles por la cabeza, el peso de la responsabilidad, pero todos recibían las enhorabuenas con el gesto amabley esperanzado de quien estrena un nuevo trabajo. Entre los dos palacetes de Vara de Rey (el viejo y el feo), los encargados de protocolo habían instalado un atril. También tres banderas, la de Europa, la de España y la de La Rioja. Y unos ramos de flores: una coalición de rosas rojas y hortensias rosas, evocadora muestra quizá de las tonalidades que hay en el propio Ejecutivo.

Sobre una especie de facistol habían colocado un libro gigante, con hechuras de cantoral, abierto por el capítulo VIII. Se leía: «De la Organización Territorial del Estado». Al lado habían puesto un papelito, con un generoso tamaño de letra, para que los consejeros leyeran en voz alta sus promesas. Abrió el fuego Ocón, que se convertirá en el fontanero mayor del Palacete, y luego se fueron alineando los demás. Según el BOR lo hicieron respetando el «orden de prelación de las Consejerías» pero resultó que prometieron primero los hombres y luego las mujeres. Separados por sexos, tipo Alcaste, primero pasaron por el estrado Ocón, Celso González, José Ignacio Castresana, José Luis Rubio e Ignacio Cacho. Luego lo hicieron Eva Hita, Sara Alba y Ana Santos. Finalizó la estrella invitada: Raquel Romero. La diputada de Podemos (o que dice que está en Podemos o que Podemos sentó en el Parlamento o que ha conseguido mandar en Podemos o que igual ya ni está en Podemos), Raquel Romero, por resumir, se adornó con un detalle para su parroquia: mientras los demás prometieron el cargo con lealtad al Rey, Romero lo hizo con lealtad al 'jefe del estado', lo que hoy por hoy viene siendo lo mismo.

El acto duró apenas media hora. Lo cerró la presidenta, Concha Andreu, que pidió a todos los riojanos, pero especialmente a los que no la han votado, «confianza y optimismo». También agradeció a los consejeros que no hubieran dudado «ni un segundo» a la hora de dar el sí: «Hoy empieza un nuevo tiempo para La Rioja y nos toca liderarlo. Nos quedan cuatro años y los que vendrán».

Luego todos ellos se hicieron la foto de familia en las escaleras del Palacete de Gobierno y se metieron adentro. Un ratito después fueron saliendo de uno en uno para dar sus primeras impresiones ante los periodistas. Llegó, por ejemplo, Eva Hita, la consejera de Agricultura, y con su suave acento jiennense, hermoso pero ya casi imperceptible, dijo: «¿Qué les cuento? ¿Les hablo de mi procedencia?». Fue Hita, calagurritana de adopción, la única que juró su cargo; los otros ocho lo prometieron (uno nunca sabe lo que quiere decir eso, pero como siempre sale en las crónicas y la ley contempla esa posibilidad, aquí queda anotado para los curiosos de estas estas estadísticas). No hubo en realidad mucha mayor sustancia noticiosa: era un día de presentaciones y guiños afables, de muchos y nobles propósitos y de poca concreción.

Pero entonces llegó Raquel Romero: la consejera con las competencias más reducidas, casi anecdóticas, no fue más allá de decir que quería «una Rioja más participativa». Sin embargo, a preguntas de los periodistas, se vio obligada a intervinir el doble de tiempo que sus compañeros... Ocho minutos largos. Y dio la impresión de que solo se fue porque en ese momento sonó, intempestiva y brutal, la sirena del Espolón. Ante la mirada de su consejero áulico, Mario Herrera, que asentía o negaba con la cabeza mientras Raquel intervenía, la diputada Romero dejó claras dos cosas: que ella era de Podemos y que iba a seguir como diputada. «Hoy es día de certezas y la certeza es que Podemos forma parte del Gobierno de La Rioja». Le faltó tal vez mesarse la melena y añadir con solemnidad, a lo Luis XIV: Podemos, c'est moi.

Y ya está el Gobierno en marcha. Mientras los consejeros entrantes hablaban a la prensa, los salientes (María Martín, Carlos Cuevas, Alfonso Domínguez, Leonor González) llegaban discretamente, besaban o saludaban a sus sucesores y se despedían del Palacete. Lo hacían con pena, quizá también con un poco de alivio.

Juan Marín

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