«Merche nunca me dijo que quisiera divorciarse», afirma el acusado
El procesado, A. E. M., de 62 años, descarta la mala relación con su mujer que, según la investigación, sería el detonante del crimen
El acusado del crimen de los Lirios ha sido este miércoles el último en prestar declaración antes de que las partes expongan este viernes -el ... jueves no está prevista ninguna sesión– sus conclusiones definitivas. A preguntas de la Fiscalía, A. E. M., de 62 años, ha negado que Mercedes le dijera que quisiera divorciarse, como aseguran los hermanos de la víctima. Eran un matrimonio «normal» y aunque la «relación no era muy fluida, no había ningún problema». Discutían «pero no por nada grave», ha precisado.
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Por momentos entre lágrimas, A. E. M., que se enfrenta a 22 años de cárcel, ha detallado cronológicamente lo que hizo los días anteriores y posteriores al 13 de octubre de 2020, jornada en la que supuestamente asesinó a su mujer tras una discusión porque ella quería acabar con la relación.
Era octubre y a primeros de ese mes, él ya había estado ayudando a su hijo con la vendimia en Gumiel de Mercado (Burgos). Regresó a Logroño por unos días pero con la idea de volver el 11 al pueblo para concluir la vendimia. Llegado ese día «desayuné tranquilamente con mi mujer». Ni discutieron ni ella le habló de divorcio. Por aquel entonces «Merche», así la llamaba él, «estaba un poco depresiva por la enfermedad, no estaba como era ella normalmente». La víctima estaba de baja por una lesión en la espalda y pendiente de un trasplante de médula ósea que, según el procesado, no quería hacerse, incluso cambió de médico para evitarlo porque «decía que se lo tenía que dar un hermano y no quería porque se lo iba a tener que estar pagando toda la vida».
Tras el desayuno emprendió viaje a Gumiel, donde vive su hijo, y a las 10.11 horas le pusieron una multa que él, ha dicho, nunca recibió. Ese día estuvo visitando distintas bodegas para vender el excedente de cupo de uva. El 12 ayudó en la vendimia y sobre las 21.10 horas llamó a su mujer para decirle que habían acabado y que al día siguiente, «tras limpiar los enseres», regresaría a Logroño para ir con ella el 14 a una cita con el tribunal médico en la que previsiblemente le darían el alta. Esa misma noche su hijo regresó a casa tarde, se duchó y se fue a dormir. Él salió a buscar a un amigo en Quintana Pidio, a unos 8 kilómetros de Gumiel, para decirle que habían terminado, «pero fue ir y volver» porque no lo encontró. Estando en Quintana le llamó su hermana y acto seguido regresó a casa. No apagó el teléfono, como sostiene la investigación, «nunca lo hacía», pero «en casa, con mi compañía, no tenía cobertura».
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El día 13, según relató, se levantó entre las 07.30 y las 07.45 horas. Y sobre las 08.50 horas desayunó en un establecimiento próximo. Fue entonces cuando se activó el teléfono. Después, ha dicho , acudió a una bodega para tratar de vender el exceso de uva y en torno a las 15.00 horas, «tras comer algo», emprendió camino de regreso a Logroño.
Una vez en la capital riojana se dirigió directamente a casa, entró por el garaje, abrió la puerta de su casa, «estaba cerrada sólo con el resbalón» y se extrañó porque no era normal. En ese instante se encontró a su mujer tumbada en el vestíbulo. Llamó al 112, pero primero por error remarcó el teléfono de un amigo y le explicó que «Merche se había suicidado», «no pensé en otra cosa, pero por nada más, nunca he visto un escenario de un crimen». Nada más entrar, ha proseguido, tocó a su mujer por la cadera, pero no las manos, y le llamó la atención que el cuchillo, «por la parte que se veía, no estaba impregnado de sangre». Poco después llamó al hermano de la víctima para contarle lo ocurrido, no recuerda qué le dijo exactamente, «porque estaba muy estresado».
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Preguntado por qué cambio de móvil hasta en dos ocasiones en poco más de un mes –una de ellas tras el crimen– ha explicado que el 11 de septiembre compró un dispositivo porque el suyo estaba roto, y un mes y 20 días después adquirió otro porque cambiaron la titularidad de las líneas. Hasta entonces estaban a su nombre y pasaron al de su hijo, que se quedó con el teléfono que el acusado tenía en ese momento «y yo con el nuevo». ¿Por qué no dijo a la policía que había cambiado de teléfono? «Me pidieron que entregara el teléfono y lo entregué voluntariamente, pero no me dijeron qué teléfono».
Durante su comparecencia, el acusado ha asegurado que sospecha del panadero del barrio, quien tenía una relación de amistad con la víctima, porque en su declaración el pasado día 24 «mintió» al asegurar que no le conocía ni a él, ni a su hijo. «A Mercedes le regalaba bolsas de rosquillas y madalenas. Tenía obsesión con ella».
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