María de la O Lejárraga, pionera del abolicionismo
La escritora emilianense fue una de las primeras intelectuales que alzó la voz contra la prostitución en España
PÍO GARCÍA
logroño.
Domingo, 4 de abril 2021, 02:00
En el año 1933, el diario La Libertad publicaba una entrevista con María de la O Lejárraga, que entonces llevaba los apellidos de ... su marido, Gregorio Martínez Sierra. Ella era la presidenta del Patronato de Protección a la Mujer, antes llamado Patronato de Represión de la Trata de Blancas. «Una gran figura femenina guía y alienta ahora esta acción a favor de la mujer caída: María Martínez Sierra, gran corazón, alto pensamiento, visión humana de las cosas, auténtica jerarquía espiritual», decía el redactor con la prosa ditirámbica de aquellos años. Las palabras de la escritora riojana no han perdido vigencia en noventa años: «La prostitución es un comercio, y en este sentido comercial la he estudiado yo, como medio para mejor enfocar su tratamiento, su profilaxis social. La causa es siempre la misma: la miseria». En esa entrevista, María de la O Lejárraga defendía la necesidad de crear cuatro residencias en España «para mujeres arrancadas de la prostitución» que fueran a la vez «refugio, escuela y taller». Incluso planteaba crear «un cuerpo de vigilantes femeninos» que estuviera atento a las mujeres que llegaban solas y sin recursos a las ciudades para evitar que cayeran en la prostitución. El problema -se lamentaba- era la falta de apoyos económicos: «La gente no quiere dar dinero, y, sobre todo, no quiere darlo en la proporción que haría falta. Y así es muy difícil, muy difícil...»
Juan Aguilera e Isabel Lizarraga, estudiosos de la figura de María de la O Lejárraga, recuerdan que el compromiso de la escritora emilianense contra la prostitución es muy anterior a ese momento. Ya en 1922 se convirtió en vicepresidenta de la Sociedad Española de Abolicionismo, en la que también participaba Clara Campoamor. La prostitución estaba entonces reglamentada en España y el propósito de Lejárraga y sus compañeros -entre ellos su marido- era luchar para conseguir su abolición y perseguir «el delito sanitario». Su presidente era el psiquiatra César Juarros y se inspiraba en la International Abolitionist Federation, fundada en 1875 por la inglesa Josephine Butler.
No tuvo María de la O Lejárraga demasiado éxito en su lucha. Según apunta Jean-Louis Guereña en su libro La prostitución en la España contemporánea, el sistema reglamentista comenzó a tambalearse en 1932, con un primer decreto «que suprimía cualquier tipo de impuesto sobre la actividad prostitucional y la financiación con estos de los servicios antivenéreos». Sin embargo, el decreto abolicionista no llegó a aprobarse hasta junio de 1935, cuando se declaró que no se reconocía la prostitución «como medio lícito de vida». No tuvo gran repercusión. Un conspicuo abolicionista, Luis Jiménez de Asúa, confesaba con desánimo: «Casi al mes de puesto en vigor el decreto, los diarios dan cuenta de que en las calles del Oso y del Olivar hay turbulentas y rumorosas casas de lenocinio». Aquel decreto tuvo, en cambio, un efecto pernicioso: solo sirvió para la supresión inmediata de los reconocimientos médicos periódicos de las prostitutas, que dejaron de tener sus cartillas sanitarias.
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