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Miembros de tres generaciones de las tres familias de Bilbao veraneantes en Alfaro. Ernesto Pascual
«Nos juntamos todos»

«Nos juntamos todos»

Veraneantes en Alfaro ·

Las familias Torres, Auría y Berdasco acuden a Alfaro a pasar las vacaciones desde hace décadas

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Lunes, 19 de agosto 2019, 21:23

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No hace falta que se avisen. Saben que, sea la fecha que sea del verano, van a encontrar un primo, tío, hermana, amigo. Con acento bilbaíno, y aunque vivos solo quedan de tres, la familia Torres lleva cinco generaciones veraneando en Alfaro, con la piscina de la Asociación La Salle como punto de encuentro desde hace décadas.

La raíz de sus veranos está en Ángel Torres Rodríguez, el abuelo de Chema, Begoña y Ana Mari, que nació en Alfaro, aunque a los 15 días su familia marchó a Bilbao. «Mantenían el contacto con la familia... y seguimos manteniéndolo», cuenta Begoña.

Los tres hermanos comenzaron a veranear bajo recomendación médica: el clima de Alfaro era muy favorable para los bronquios de los que Chema sufría desde los 3 años. Han pasado 67. Tienen destinos de playa próximos, pero asienten que a Alfaro les une algo más, el lazo de las raíces, el arraigo de los recuerdos.

Cumplen cinco generaciones de varias familias fieles al verano en Alfaro

Tan bien hablaban de Alfaro, que contagiaron a sus amigos. Y la familia Auría Oleaga les acompaña desde hace 39 años consecutivos. «Nuestros padres eran íntimos amigos -cuenta Ana Mari-. Y nuestros hijos son amigos... Tres generaciones de amistad». Después, las ramas de este árbol se extendieron a otra familia de amigos, los Berdasco Guinea, asiduos desde 1983.

«Nuestros padres eran íntimos amigos -cuenta Ana Mari-. Y nuestros hijos son amigos... Tres generaciones de amistad»

De niños, los baños eran en el Ebro. Ya con los hijos, se refrescaron en la piscina de Castejón. Cuando conocieron la huerta de La Salle, ya no hubo más destino. «Es nuestro campamento», sonríe Ana Mari. Llegan a reunirse más de 70. «Además de Navidades, el único momento en el que nos juntamos todos en el año es cuando venimos a Alfaro», dice Chema. A lo largo de más de medio siglo han hecho decenas de amigos que ya son «de toda la vida, como si fueran familia». Esa fidelidad por Alfaro la trasladaron a sus hijos y ahora a sus nietos. Y alguno ha cortejado con alfareños: Begoña con Fernando e Ignacio con Burgo.

«Además de Navidades, el único momento en el que nos juntamos todos en el año es cuando venimos a Alfaro»

El grupo aumenta a medida que se acercan las fiestas. Otro factor que suma es la tranquilidad del pueblo, que permite mayor libertad a los jóvenes. «Era romper con la rutina, teníamos más horario para volver a casa... ¡y hasta nos subían la paga!», sonríe la tía Ana, cuarta generación.

Sobre las 11.30 ya están alrededor de la piscina. Unos días cocinan marmitako, paella o rancho, otros se lo traen preparado. Les dan las 9 de la noche sin darse ni cuenta. El clima, el gran ambiente, los juegos entre pequeños y mayores, conversaciones bajo el sol, partidas de la perejila, baños y zambullidas... Disfrutan. «Lo importante es estar juntos», dicen a coro.

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