Para la investigación fue determinante el ADN del acusado en el dorso y uñas de la mano derecha de la víctima
El secretario del atestado ha detallado que también fue decisivo que Mercedes, que era muy celosa de su seguridad, no dejara la noche de su asesinato las llaves puestas en la puerta
Octava jornada de juicio por el crimen de Los Lirios y el secretario del atestado ha abierto una sesión desgranando las conclusiones de un investigación que comenzó con la llamada del procesado al 112 en torno a las 18.30 horas del 13 de octubre de 2020. El acusado dijo entonces que su mujer, Mercedes, de 56 años, se había quitado la vida y lo mismo dijo a las personas con las que contactó en ese momento. A partir de ahí se abrieron varias líneas de investigación, también la del robo, porque había cosas fuera de lugar, «pero no era la escena de un robo habitual» porque el desorden estaba muy localizado.
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El agente de la Policía Nacional ha subrayado el diferente perfil del procesado y su mujer. «Ella era comedida y su entorno se reducía a su trabajo, al panadero y a una amiga. Es solitaria, activa pero muy comedida y celosa de la seguridad. Y al acusado le gusta salir, alternar, incluso en ocasiones volvía a altas horas».
La investigación, tras recabar el testimonio de amigos y familiares, concluyó que A. E. M., de 61 años, el día 11 de octubre de 2020 le dijo a la víctima que se iba a ayudar a su hijo con la vendimia a Gumiel de Mecado (Burgos) y que no podría acompañarla a una cita con el tribunal médico que tenía el día 14 para que le dieran el alta después de meses de baja por una lesión en la espalda. La cita, para Mercedes «era muy importante», así que «tuvo que ser un mazazo fuerte», ha señalado. Entonces llamó a una amiga para que le acompañara.
El procesado y la víctima no tuvieron más contacto hasta el día 12 a las 21.10 horas. Él la llamó y la hipótesis que manejan es que la víctima le recriminó que no fuera con ella, así que él decidió regresar a Logroño. Aquella noche apagó el teléfono y no volvió a activarlo hasta las 08.47 horas del día siguiente en Gumiel de Izán, a diez kilómetros de Gumiel de Mercado. El secretario del atestado ha detallado que en este caso fue determinante para llegar a esta conclusión que ella, que era muy celosa de su seguridad, siempre cerraba la puerta con dos vueltas de llave y las dejaba puestas salvo que su marido o su hijo llegasen tarde, y el día 13, cuando la policía accedió a la vivienda, las llaves estaban sobre la mesa de la cocina. Mercedes tampoco se había puesto la férula en la boca con la que dormía «lo que hace pensar que estaba esperando a que llegase alguien». En cualquier caso, «determinar lo que ocurrió en el interior de la vivienda es tremendamente complicado», ha incidido
No obstante, a preguntas de la Fiscalía, el agente ha señalado que ninguna de las cámaras de la DGT que hay en el trayecto de Gumiel de Mercado a Logroño recogen imágenes del vehículo o del propio procesado realizando el trayecto de ida y vuelta en la madrugada en la que presuntamente asesinó a su mujer. Sobre si era habitual que el procesado apagase el móvil por la noche, ha asegurado que «no había una pauta concreta, algunas noches lo apagaba y otras no».
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A preguntas de la defensa, el agente ha descartado que hubiera pruebas incriminatorias en las cámaras de la DGT, de las cámaras adyacentes a la vivienda de la víctima y del oficio a las empresas de seguros.
También fue decisivo para que la investigación apuntara directamente hacia el acusado, según ha indicado, que en el dorso y en las uñas de la mano derecha de la víctima, que estaba debajo de su cuerpo, cuando fue hallada muerta en el vestíbulo de su vivienda en el parque de Los Lirios, hubiera ADN del procesado.
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La Fiscalía y la acusación particular sostienen que el acusado, que se enfrenta a 22 años de cárcel por un presunto delito de asesinato con alevosía, en la madrugada del 13 de octubre de 2020 viajó a Logroño desde la localidad burgalesa de Gumiel de Mercado, adonde se había trasladado días antes para ayudar a su hijo en las labores de vendimia, acudió al domicilio familiar y allí, tras conocer que ella quería separarse, presuntamente la asesinó. Para la defensa de A. E. M. los hechos no ocurrieron como los relatan las acusaciones y, por tanto, el procesado sería inocente.
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