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Un momento del reparto de las habas, ayer en Ojacastro. :: albo

Humeante tradición

Ojacastro repartió ayer unas 2.000 raciones de las 'habas de San Antón', un calórico potaje que evoca antiguas caridades

JAVIER ALBO

Jueves, 18 de enero 2018, 09:28

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Hay un día al año en el que Ojacastro se escribe con 'h' y es el 17 de enero: con 'h' de habas y también de humo. No unas habas cualesquiera, desde luego que no, sino las de San Antón, nombre que suma historia, tradición, fiesta y devociones a los ingredientes del potaje y lo convierte en el primer plato en muchos hogares a la redonda, por la patilla. Y es que el reparto, que hunde sus raíces en una antigua caridad, se sigue ofreciendo gratuitamente por la cofradía de San Antón sin más precio que el impregnarse de un insistente humo y la voluntad ejercible en un balde que no parecía sonar mucho.

Precede al reparto una misa seguida de procesión -antaño los pastores de las aldeas daban vueltas a la iglesia con sus caballerías para pedir al santo protección para sus animales- y el agua bendita que, como último pero imprescindible ingrediente de las habas encomendadas al patrón de los animales, cae sobre un potaje calórico donde los haya, que antaño insuflaba fuerzas a quienes no tenían dónde caerse muertos y hoy pone a prueba la solidez de los estómagos.

Las habas son unas legumbres ricas en vitamina A, B1, B2, C y E; poseen potasio, calcio, fósforo, hierro, manganeso y sodio, además de fibra y antioxidantes; tienen propiedades depurativas y diuréticas, y, además de todo esto, acarrean una fama de calóricas en exceso que en realidad no es tal, depende de cómo se preparen. O sea, del aliño. Frescas sin más, su acumulación de calorías es baja; otra cosa, como ocurre con las ojacastrenses, es cuando se acompañan de alubias, cebollas, jamón (incluido el caldo de sus huesos), chorizo, además de algunas especias y muchas guindillas, porque estas tienen que picar. Con todo, huelga decir que, además de un plato suculento, el resultado es contundente.

El guiso se prepara con alubias, chorizo, jamón, cebollas, especias y guindillas

Con música de fondo, entre vaivenes de pinchos de chorizo, más o menos atinados tragos en porrón y la venta de boletos para la rifa de un cordero de pasto, el reparto fue reduciendo poco a poco la fila de comensales de Ojacastro y localidades próximas, al tiempo que se vaciaban las seis ollas en las que al alba se distribuyeron las habas traídas de Salamanca, a las que para evitar que se pegasen se dio vuelta durante toda la mañana por una suerte de remeros del Oja, pala en ristre, haciendo brazo.

«Otro año más», dice una mujer, pasos rápidos, entre los que intercala una fugaz señal de la cruz, camino a casa. En su pequeño balde iban algunas de las cerca de 2.000 raciones de humeante tradición repartidas.

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