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Cervera del Río Alahama, la semana pasada Justo Rodriguez

«Aquí hay más gatos que gente»

Los últimos datos del padrón confirman las cifras alarmantes de despoblación en el Alhama-Linares | La comarca de Cervera ha perdido casi un 60 por ciento de sus habitantes en los últimos cincuenta años

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Lunes, 14 de enero 2019, 19:36

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Durante décadas se ha mirado para otro lado a una situación tan inquietante como la despoblación del mundo rural. Ahora se ven las consecuencias con claridad y, en muchos caso, no hay remedio. La comarca de Cervera (los valles del Alhama y Linares) ha perdido en los últimos veinte años el 30% de su población. Son las peores cifras de toda La Rioja.

Parece una barbaridad pero todavía lo es más si tenemos en cuenta la progresión del censo, que ya estaba muy mermado. En las tres últimas décadas del siglo XX, el número de habitantes se redujo cerca de un 40% (en cincuenta años, desde los setenta, casi un 60%). Cifras sangrantes que suponen una continuación del declive iniciado en los cincuenta, cuando la zona era una de las más florecientes de La Rioja.

El futuro está vinculado a la llegada de descendientes de los pueblos los fines de semana, en fiestas y verano. El descenso de población está relacionado además con el envejecimiento. Hay pocos habitantes y la mayoría son ancianos.

Un dato significativo es la creación de dos tanatorios en Cervera del Río Alhama en el año 2016 y otro en Igea el año pasado. Antes no había ni uno en el Alhama-Linares.

Otro apunte a tener en cuenta: la creación de una importante conservera en Aguilar y la apertura del balneario en Grávalos, después de varios años de funcionamiento por parte de ambos (más la empresa de Aguilar), no ha supuesto un asentamiento de la población. Han creado puestos de trabajo pero muchos empleados llegan de diferentes lugares de La Rioja y Navarra, donde viven. Simplemente, vienen y van.

La llegada de inmigrantes tampoco fue una solución, la mayoría de los que vinieron a principios del siglo XXI se marcharon. Calles vacías, carteles de edificios en venta, reducción de servicios (oficinas bancarias, Correos, párrocos...), mantenimiento de otros con importantes déficit por falta de usuarios, como la línea de autobuses. Por no hablar de los colegios, de lo básico. Si no hay niños ¿qué futuro se puede esperar? En Cabretón este curso 2018-2019 el centro escolar no ha abierto sus puertas por falta de alumnos. En Cornago lo hizo de forma especial para que sus tres únicos escolares, que cursan sexto de primaria, terminasen el ciclo donde siempre han estudiado. En septiembre pasan al instituto y ya no habrá niños en las aulas.

En el lado positivo nos encontramos con pueblos con buenas infraestructuras en lo referente a las vías de comunicación -el año pasado se terminó la variante en Ventas del Baño-, piscinas en casi todos los núcleos urbanos, frontones y otros espacios deportivos, centros de interpretación (Igea, Cornago y Aguilar), yacimientos arqueológicos excepcionales como Contrebia Leucade en Aguilar, el castillo de Cornago, consultorios médicos, urgencias (en Cervera), centro de atención al ciudadano (Cervera), sección del instituto (también en Cervera), el paso de la carretera nacional 113 por Valverde, las tierras ideales para el cultivo y ganadería, los recursos termales y cinegéticos, parques eólicos y la tradicional industria alpargatera cerverana en auge desde hace años, por citar algunos aspectos.

Ahora cabe preguntarse ¿cómo es posible que se haya llegado a la situación actual? y, sobre todo, ¿será posible remontar este declive y de qué manera? Caminamos por Cervera y un vecino nos dice con sorna «aquí hay más gatos que gente» y sentencia «en cuanto pueda me voy a Bilbao con la hija y aquí volveré de vez en cuando, de pasada». Una cabretonera se acerca y añade «mis hijas nos dicen que se irán y nos quedaremos solos [los padres y abuelos]».

En Igea, cuatro jubilados caminan por la plaza Pedro María Sanz Alonso, en obras, y comentan «hace veinte años a las dos de la mañana, los fines de semana, había en ese bar treinta o cuarenta personas. Ahora a las diez de la noche no hay un alma». Otra mujer dice que en la escuela aún hay cantidad de niños gracias a por lo menos quince chavales marroquíes que estudian allí.

Tres casos signficativos

Uno de los bares de Cervera del Río Alhama, el Celipo (ahora también llamado 8A) lo gestiona el ecuatoriano Leiner Mina Ochoa. Hace veinte años vino de Quito a Cervera, donde vivían unos compañeros con los que había trabajado en Ecuador. Cuando ahorró algo se trajo a su mujer, Magdalena, y después a sus hijos Byron, Brian y Belén. Aquí nació Brenda. Los dos varones fueron jugadores del equipo de fútbol sala.

Trabajó en la alpargata y la construcción y desde hace nueve años regenta el bar. «Antes venía mucha gente al café por las mañanas. Ahora... buff. Mientras haya clientes seguiré luchando por pagar el alquiler pero, no sé como decirlo, o tenemos más hijos o cuando se muera la gente mayor lo único que quedará será cerrar los negocios. El pueblo baja poco a poco y casi no lo notamos pero si no fuera por los que vienen de vacaciones...», explica Leiner. «Cuando llegué, éramos casi quinientos inmigrantes y ahora no llegamos a cuarenta; quién puede ayudar para que venga más gente? ¿Cómo evitar que las familias con hijos se vayan de aquí? Es muy complicado», reflexiona. «Además -agrega-, nacen pocos y se mueren los mayores; la gente tiene de setenta años para arriba, así que en diez años nos quedamos solos. Deberían tomar decisiones las altas instancias».

Javier Berdonces Amillo tiene 34 años. Se marchó de Cervera en el 2008 y ha recorrido diversos países. En aquella época fueron varios los jóvenes que aprovecharon las ofertas en el extranjero, en este caso en labores de mantenimento y montaje de aerogeneradores. Javier estuvo en Australia, en México, Europa (Polonia, Francia y España) y, luego, de vuelta a México donde reside desde hace siete años. Se ha acostumbrado a la vida de allí: «Siempre es verano», indica, pero añora su pueblo.

Estos días está en Cervera (regresó para pasar las vacaciones de Navidad) y la próxima semana saldrá para México. «Durante estos años he notado que ha bajado la población bastante en la comarca y casi todos los jóvenes de mi quinta estamos fuera, por trabajo». Cuando viene está a gusto, por la tranquilidad, pero reconoce que es triste porque no hay futuro.

«En diez años nos quedamos solos. Deberían tomar decisiones las altas instancias»

Leiner Mina Ochoa | Ecuatoriano en Cervera

«Casi todos los jóvenes de mi quinta estamos fuera, por trabajo»

Javier Berdonces Amillo | Cerverano en México

«Otras ciudades aprovecharon la industrialización a mediados del siglo XX»

José Cruz León | Cerverano que regresó al pueblo

El sacerdote José Cruz León se fue de Cervera de joven y regresó hace dos años, cumplidos los 82. Estudió en el seminario de Logroño (fue ordenado en 1959). «Estuve en la pentápolis (Zarzosa, Larriba, La Santa, Rivalmaguillo y La Monjía), sin carreteras, así que tuve que comprar una yegua. De allí fuí a Murillo, Quintanar de Rioja y luego a Madrid», recuerda. Después de tanto tiempo sin venir, relata que apenas conoce a los vecinos que quedan, «sólo a algunos y por los motes».

El cariño que siente por Cervera le trajo de vuelta. Aquí está a gusto y tranquilo, que es lo que busca después de años de trabajo en lugares como las chabolas de Madrid con muchos problemas. En todo caso, recuerda que «Cervera tuvo mucha población por la alpargata pero otras ciudades aprovecharon la industrialización a mediados del siglo XX y comenzó la despoblación». Ahora no ve solución alguna.

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