Un futuro eléctrico
ALBERTO FALCES. - INGENIERO Y PROFESOR DE LA UR
Miércoles, 28 de marzo 2018, 20:36
Sinceramente creo que estamos al final de la vida de los vehículos con motores diésel destinados al uso particular. El uso masivo de este tipo de vehículos a lo largo de los años ha provocado la aparición de nuevos problemas medioambientales de cierta gravedad. La calidad del aire dentro de las ciudades, se ha visto empeorada de forma significativa.
Aunque todos los motores de combustión interna, gasolina, diésel o gas, producen dióxido de carbono, los motores diésel tienen un problema añadido que es la emisión de pequeñas partículas procedentes de la combustión, tan pequeñas que se quedan flotando en el aire el tiempo suficiente para penetrar en el sistema respiratorio de las personas.
Además, los motores diésel producen otro elemento tóxico perjudicial para la salud, los óxidos de nitrógeno, que se producen dentro del motor diésel cuando se combina el oxígeno con el nitrógeno a altas presiones y temperaturas. Aunque es cierto que los vehículos diésel modernos incorporan catalizadores y filtros de partículas que retienen estas sustancias dentro del tubo de escape, cuando se circula en trayectos cortos, el proceso de limpieza y regeneración de los filtros de partículas no se realiza adecuadamente y ello provoca costosas averías incluso en vehículos modernos.
En el caso de los vehículos de gasolina, aunque también emiten dióxido de carbono, la mezcla aire-gasolina que entra al motor no necesita comprimirse tanto y, por ello, la presión y la temperatura no son tan elevadas, con lo que la emisión de óxidos de nitrógeno es mucho menor. Al ser un combustible mucho más refinado que el diésel, produce menos sustancias sólidas o partículas al quemarse adecuadamente dentro del motor.
Las normativas cada vez más estrictas en materia de emisiones, las restricciones en las grandes ciudades y las menores diferencias de precio del combustible en comparación con la gasolina, han provocado la caída constante en las ventas.
La desaparición casi completa en los turismos del motor diésel dejará paso a los vehículos híbridos, una etapa intermedia donde aparecen nuevos vehículos que combinan dos o más tecnologías distintas, que funcionan de forma conjunta, mejorando el comportamiento que tendrían por separado. Actualmente la solución más usual es la de los vehículos híbridos no enchufables, con un motor de gasolina y otro eléctrico de apoyo. Un paso más allá lo constituyen los vehículos híbridos enchufables, el concepto es el mismo con la diferencia que ahora la batería es significativamente mayor y además el vehículo incorpora una toma exterior que permite la recarga en un enchufe convencional. La opción híbrida más próxima al vehículo eléctrico puro tiene su propia denominación, los EREV, en los que el motor de gasolina apoya al eléctrico.
Personalmente estoy convencido de que vamos hacia el coche eléctrico, mucho más eficiente y respetuoso con el medio ambiente que los vehículos convencionales con motor de explosión, un camino en el que el vehículo híbrido aparece como una solución temporal ante los problemas que plantean las baterías actualmente: su precio es aún demasiado elevado y la tecnología no ha dado todavía con la clave para conseguir una autonomía y tiempo de recarga equivalente a la gasolina.
Además del vehículo eléctrico con baterías convencionales de ión litio (Li-Ion), existen otras tecnologías, como el vehículo eléctrico de hidrógeno, que utiliza una pila de hidrógeno que transforma éste en electricidad y que solo genera en el tubo de escape de un vehículo de hidrógeno vapor de agua. Esta tecnología resulta cara a día de hoy por los metales preciosos, como el platino, que son necesarios para que funcione adecuadamente. Además, sería necesario crear una nueva red de hidrogeneras para alimentar la demanda de los vehículos.
El futuro es eléctrico, porque las ciudades serán mucho más amables para sus habitantes y menos ruidosas.