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Elvira y Fernando, dos de los hijos del general calagurritano Rafael Garrido, asesinado por ETA en San Sebastián en 1986 junto a su mujer y el quinto de sus hijos. :: maría sobrino
«Me despedí de ellos y al minuto escuché la explosión»

«Me despedí de ellos y al minuto escuché la explosión»

Elvira y Fernando Garrido recuerdan el asesinato de sus padres y su hermano en San Sebastián en octubre de 1986

PABLO GARCÍA-MANCHA

Sábado, 19 de mayo 2018, 23:38

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Apenas faltaban unos minutos para que fueran las 10.30 horas de la mañana del sábado 25 de octubre de 1986 en el centro de San Sebastián. El general de brigada y gobernador militar de Guipúzcoa, Rafael Garrido, de 59 años, nacido en Calahorra; su esposa Daniela Velasco, de 57 años, y el quinto de sus hijos, Daniel, de 21 años y estudiante de Magisterio, iban en el coche oficial conducido por el soldado Norberto Jesús Ferrer. El vehículo, un Peugeot 505 matrícula SS-2431-W -dotado con blindaje salvo en la zona del techo- se detuvo en un semáforo en la confluencia del Bulevard donostiarra con la calle de Legazpi. Mientras el coche aguardaba el disco verde, dos jóvenes en una moto de gran cilindrada se colocaron en paralelo por la parte derecha y depositaron sobre el techo una bolsa que contenía una bomba de gran potencia.

La explosión fue salvaje. Fallecieron los tres miembros de la familia Garrido, aunque el joven Daniel llegó con vida a la residencia Nuestra Señora de Arantzazu; al igual que el conductor, que logró salvarse porque abrió la puerta y se lanzó al suelo. Por lo visto, y según relataron a la familia fuentes de la investigación, el general se dio cuenta de la maniobra de los terroristas, dijo algo y el soldado reaccionó tirándose fuera del coche. Además, alrededor de catorce transeúntes resultaron heridos de distinta consideración y uno de ellos, la ciudadana portuguesa María José Teixeira, de 27 años, falleció días después como consecuencia de una detonación que afectó también a un gran número de viviendas e inmuebles de la zona.

La conmoción fue extraordinaria en toda España; Narcís Serra, ministro de Defensa, y el lehendakari José Antonio Ardanza visitaron la capilla ardiente que se instaló en el Gobierno Militar de San Sebastián y ETA emitió esa misma tarde un comunicado lamentando únicamente la muerte de la mujer y del hijo del general y los heridos civiles, pero en el que además avisaba de que continuaría con sus 'acciones' mientras no hubiera una negociación política basada en la llamada 'Alternativa KAS'.

«Uno de los asesinos nos pidió perdón por carta. Le di las gracias y le contesté que yo le perdonaba»«El PP ha utilizado a las víctimas para sus intereses y no me ha gustado que lo hagan»

«Aquel día mis padres y mi hermano Daniel se iban hacia el Pirineo navarro a pasar el fin de semana porque era otoño y querían disfrutar de esos paisajes tan hermosos de esa época del año, especialmente de los hayedos, con sus caprichosos cambios de color. Me dijeron que fuera con ellos y como tenía algún asunto pendiente, en el último momento decidí no montarme en el coche. Les despedí en la puerta del gobierno militar y más o menos un minuto después, escuché la explosión y sentí los efectos de la onda expansiva, que fue tremenda. Tuve una intuición malísima, ésa es la verdad», recuerda Fernando Garrido, tercero de los seis hijos del general, y un alpinista que se había convertido en una celebridad en aquellos días puesto que acababa de batir el récord mundial de permanencia en solitario en altura. Pasó dos meses en la cima del Aconcagua y como el periodista deportivo José María García -que contaba por millones sus seguidores en su programa de radio- se había hecho eco de su proeza, la epopeya de Garrido se hizo muy conocida entre la mayoría de los ciudadanos.

Aquellos momentos resultaron inolvidables para Fernando: «Me acerqué a todo correr y contemplé aquel panorama pavoroso de destrucción y muerte. Ya había llegado algún policía y al principio no me dejaron pasar. Les dije que creía que era mi familia y en unos instantes confirmé la intuición que me asaltó al escuchar la bomba. Entré en shock y tengo en una nebulosa las muchísimas sensaciones que se me agolparon en el corazón».

Para Fernando, su padre «era un militar especial, una persona extraordinariamente inquieta que tenía una mentalidad muy abierta. No tenía nada que ver con el estereotipo de un oficial del ejército al uso, de carácter más clásico y adusto. De hecho, quería integrarse al máximo en el País Vasco y hasta se puso a estudiar euskera».

Y traza algún perfil más de su personalidad: «Se sentía muy orgulloso de su origen riojano y mi amor por la montaña se lo debo a él. Era un hombre culto, hablaba varios idiomas y antes de ser destinado a San Sebastián, había estado en la embajada de la antigua República Federal de Alemania en Bonn. Era todo un personaje y admitió venir al País Vasco aunque conocía los riesgos que entrañaba ese puesto por la época tan dura de atentados de ETA. Su carácter hacía que le motivaran especialmente este tipo de retos. Era montañero y eso le marcaba su forma de ser y de ver la vida. Siempre le gustaba ir hacia adelante y eso lo hemos heredado sus hijos».

Explosión en San Sebastián

Elvira es la segunda hija del general y se encontraba en Jaca cuando se enteró del atentado. «Era un sábado por la mañana y nos estábamos preparando para hacer la compra. Teníamos la radio puesta y escuchamos que se había registrado una explosión con víctimas mortales en San Sebastián. Oí algo del Gobierno Militar y me asusté bastante. Llamó mi marido y nos enteramos de la muerte de mis padres; nos dijeron también que había fallecido uno de mis hermanos, pero no nos especificaron cuál de los dos. El viaje fue muy angustioso y al llegar vi a muchos jóvenes colocando flores en la capilla e intuí que había sido Daniel, ya que estaba estudiando Magisterio en San Sebastián y tenía muchos amigos. Desde ese momento no escucho la radio nunca. Y además, tomamos la decisión de mirar hacia adelante siempre en la vida».

Fernando tercia en la conversación y explica que en la familia «casi nunca solemos hablar de todo aquello. No resulta agradable abrir esa caja de Pandora y creo que debe de ser por una especie de defensa psicológica para no hacernos más daño de lo que supuso para todos nosotros semejantes pérdidas». Sin embargo, cuando se acerca cada aniversario, «nos reunimos los cinco hermanos y todos los hijos como homenaje y para seguir estando muy unidos en torno a su recuerdo».

Los sentimientos de Fernando hacia los autores del atentado están más en relación con el asco que con el odio: «Cuando veía en la tele alguna de esas personas sentía algo muy desagradable, y no sólo hacia los dos etarras condenados por el asesinato sino hacia todos que les apoyaron o les daban cobijo; son la misma calaña y me producen la misma repugnancia que un asesino de niños o un pedófilo. Sentimos repulsa hacia ellos».

Proyecto 'Glencree'

Fernando Garrido participó en 2012 en Irlanda el proyecto 'Glencree', en el que se reunieron diferentes familiares de víctimas de ETA, GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación) y BVE (Batallón Vasco Español) y del que surgió un documental en la televisión autonómica vasca (ETB-2): «Fueron unos encuentros de personas con dolor independientemente del origen de los atentados y sus vinculaciones políticas. Fue muy interesante y muy duro, durísimo. Primero pasamos por la fase del recuerdo del atentado, sacarlo de muy adentro y exponerlo ante un grupo de auténticos desconocidos. Yo me encontré frente a frente con padres de etarras que habían muerto y, más allá de la política, subyacía el dolor de las familias. Se estableció una conexión con esas personas porque lo que nos unía era el vacío que supone la pérdida de un ser querido y eso no tiene nada que ver con dar la razón a alguien o argumentar a favor de unos o de otros. Pero superar esa barrera fue muy importante. Hay que dejar claro que aquella experiencia ni iba de política ni sobre quién tenía la razón. Éramos personas rotas por haber perdido a familiares muy cercanos, nada más. De hecho, estaba completamente prohibido hablar de cuestiones relacionadas con las raíces políticas del terrorismo. Todos sabíamos quiénes éramos con nombres y apellidos y lo teníamos muy claro. Había psicólogos y sociólogos que se encargaron de organizar cada una de las sesiones y para delimitar en cada caso que no se franqueara dicha barrera y se entraran en consideraciones de índole político».

Fernando explica que el proyecto 'Glencree' le sirvió de mucho y pone como ejemplo esta anécdota: «La primera vez que nos reunimos para animarme a participar se organizó una cena y surgió la cuestión de lo mal que lo estaban pasando los familiares de los presos con los desplazamientos a cárceles muy lejanas del País Vasco. Y me salió un '¡que se jodan todos!' desde el fondo de mi corazón. Ellos se callaron. Después de un rato les pregunté por qué guardaban silencio.... Unos minutos después comencé a pensar sobre qué culpa tenían los padres de lo que hayan hecho los hijos o los hermanos. Al final les di la razón. Es un ejemplo pequeño. Al principio piensas en que se extienda el dolor y luego te das cuenta de otras cuestiones que en realidad son mucho más importantes».

Fernando también cuenta que llegó a sentir empatía con muchas de aquellas personas: «Estaban las dos hermanas de sendos terroristas de ETA asesinados por los GAL en 1983: José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala, de 20 y 21 años. Las dos son muy abertzales y muy comprometidas por su causa. Pues bien, nos hemos acabado llamando por Navidad y hasta dimos una conferencia conjunta en la Universidad de Deusto. Eso sí, sin tocar jamás la cuestión política, simplemente relatando nuestra experiencia como seres humanos. La realidad es que si penetras en esa esfera ellos se ponen siempre en una posición muy extrema. Yo personalmente paso de política y no me considero nacionalista español ni nada por el estilo, aunque ellos viven siempre en un estado de conflicto permanente».

Fernando cree que le llamaron para participar en el proyecto 'Glencree' por «tener la mente muy abierta. He discrepado también de la ideologización que han tenido alguna de las asociaciones de víctimas. El PP siempre ha utilizado a las víctimas para sus intereses políticos y no me ha gustado que lo hagan. Cuando ETA anunció que iba a dejar de matar también se nos intentó utilizar desde la parte abertzale y me opuse radicalmente. Yo creo que hay que ceder en cosas como el acercamiento de los presos y la dispersión. Es mi opinión y sé que es minoritaria entre las víctimas. Con esto no quiero decir que salgan todos a la calle, en absoluto».

Pedir perdón

«Uno de los asesinos de mi familia nos pidió perdón a través de una carta que nos envió desde la cárcel. Le devolví la misiva, le di las gracias y le contesté que le perdonaba. Nuestra familia nunca ha querido venganza ni esa palabra ha aparecido en ninguna de nuestras conversaciones. Me di cuenta en la experiencia 'Glencree' la diferencia que existe entre las víctimas abertzales y nosotros. Ellos, en general, están repletos de odio. Es diferente hasta cuando les oyes hablar, con sus eslóganes, su manera de expresarse, la politización máxima de cada uno de sus actos».

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