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Juan, en el gimnasio con sus profesores José Miguel Alonso y Seila Espinosa. : Sonia Tercero

Derribando barreras con puños y patadas

El riojano Juan Fuentes se convierte en el primer español con síndrome de Down en lograr el cinturón negro de kick boxing

Víctor Soto

Logroño

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Miércoles, 21 de marzo 2018, 13:36

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Hace nueve años, Juan Fuentes tomó una decisión. «Quería empezar con el kick boxing», recuerda. Su madre le animó a hacerlo. No es habitual decantarse por un deporte minoritario, ni tampoco ofrecer apoyo incondicional para una modalidad que, vista desde fuera, puede resultar violenta. También, visto desde fuera, el kick boxing no parecería apropiado para Juan porque tiene tres cromosomas 21. Es decir, síndrome de Down.

Pero a Juan no le gusta que le pongan barreras. El pasado fin de semana, en Madrid, logró el cinturón negro de la disciplina. Muchas horas de clase, ejercicios interminables en el gimnasio y también en casa, esfuerzo y tres meses de estudio para presentarse a un duro examen: una parte teórica, otra práctica y luego las formas (ejercicios en los que se mide el control de los golpes y las posiciones correctas del cuerpo). «Trabajó mucho. Grabamos cintas para que escuchase repetidas las lecciones de historia del kick boxing, de teoría... Incluso fue al logopeda para aprender a pronunciar correctamente palabras que resultan complicadas hasta para mí», explica Seila Espinosa, su maestra, quinto dan de kick boxing y varias veces campeona del mundo.

Juan logró superar todas las pruebas y no sólo eso, sino que lo hizo con la mejor nota de los catorce alumnos que se presentaron de toda España, convirtiéndose en el primer deportista español con síndrome de Down en lograr ese prestigioso cinturón negro que Juan está deseando ya bordar con su nombre y también enseñar a todos sus amigos y compañeros.

Porque ese triple gen significa también triple esfuerzo y triple trabajo. «Hago kickboxing porque me gusta y porque puedo. En el gimnasio soy feliz», resume este riojano de 25 años, que se organiza las horas para trabajar, por la mañana, en la clínica Valvanera y, por la tarde, recibir o impartir clase. Porque Juan Fuentes también enseña. «Y es mucho más duro que yo», asegura entre risas Seila Espinosa. «Lo primero es saludar, luego les mando a correr y, más tarde, ejercicios», resume Juan sobre su método.

En los exámenes celebrados en el centro deportivo José Valenciano de Madrid, además, demostró nervios de acero para superar las pruebas, junto a José Miguel Alonso, que obtuvo su segundo dan realizando los ejercicios con Juan. Aunque reconoce que la noche anterior le costó dormir. Porque su ilusión era el cinturón negro y también su máxima preocupación. Hace menos de un año le implantaron un marcapasos. «Lo primero que preguntó tras la operación es si podía seguir practicando kick boxing y cuando le dijeron que sí se llevó una gran alegría», explica Ana Garbayo, su madre.

Más retos

Ahí empezó otro reto, para Juan y para Seila, que adaptó el trabajo previo al examen a las necesidades físicas y las capacidades aeróbicas de su pupilo. Para la maestra no sólo no ha resultado difícil, sino que ha sido divertido. «Llevo diez años trabajando como integradora social, es una parte de mi vida tan importante como el kick boxing. Unir las dos es lo mejor», asegura la deportista, que es la responsable de 'Inclusión deportiva' de la Federación Española.

Así, en la 'Escuela de kick boxing Seila Espinosa' se predica con el ejemplo y hay unas clases en las que Juan Fuentes se encarga de dirigir... «A personas con y sin discapacidad», recalca Espinosa. «Cuando ejerce, él es el maestro y los demás respetan sus tiempos, su trabajo y su sensibilidad. Se trata de practicar kick boxing pero, sobre todo, de inculcar unos valores», remata.

Juan lo tiene muy claro. Sabe que no debe bajar la guardia en el tatami («todos somos muy guapos y hay que protegerse», repite como un lema) ni en la vida. Golpes directos, patadas circulares o patadas altas son parte de su rutina. Con ellas, y con mucho esfuerzo personal y también de su entorno, ha logrado el primero de sus objetivos, pero no es el único ni el último. «Quiero ser monitor auxiliar», explica. Para ello, ya tiene uno de los requisitos más importantes: el cinturón negro. Y también otros dos: la constancia y la pasión. Sólo le falta tiempo. Y que nadie le diga hasta dónde puede o no puede llegar.

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