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Lucía, en el centro, entre sus padres, Lucía y Paco, y junto a su hermano Francisco. L. R.
El gran reto de la diversidad

El gran reto de la diversidad

Las aulas riojanas acogen a unos 1.400 estudiantes que necesitan refuerzo por sus problemas en el ritmo de aprendizaje

Luis J. Ruiz

Logroño

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Domingo, 5 de abril 2020, 20:36

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En casa de Lucía y de Francisco las cosas han cambiado mucho desde que los colegios cerraron sus puertas. Como en todas, sí, pero en su caso el encierro lleva una dificultad añadida: Lucía, su hija de 10 años, tiene trastorno del espectro del autismo, una patología de origen neurobiológico que afecta a la configuración del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral. Esa definición enciclopédica se traduce, en su caso y en el de todas las familias con hijos con necesidades educativas especiales (casi 1.400 en el sistema educativo riojano durante este curso), en un esfuerzo extra para, por un lado, tratar de hacerles comprender la situación que están viviendo y, por otro, evitar que la brecha educativa se agrande por la desconexión con el centro escolar.

«Todos somos diferentes y todos tenemos unas necesidades distintas». Esa es la primera máxima que deja sobre la mesa Blanca Tejero, directora del Máster Universitario en Educación Especial de la UNIR, que recuerda que las necesidades especiales «no solo son educativas» sino globales aunque se «agudizan» en el proceso de aprendizaje. «Para ellos, una de las cuestiones más difícil de esta situación, es que los cambios los llevan bastante mal. Les cuesta mucho más adaptarse, y más cuando son cambios tan inesperados».

A ello se pueden sumar carencias concretas como, por ejemplo, no disponer de determinados recursos para el aprendizaje con los que sí cuentan en sus centros educativos (especiales o no).

Lucía lo confirma. «Cada día es diferente. Ella tiene una percepción muy distinta a la de los demás, no percibe el tiempo como nosotros y tiene todas las emociones a flor de piel pero de manera desmesurada», explica reconociendo que «gestionar un día entero dentro de casa es complicado» y que en tres ocasiones le ha pedido salir a la calle. «Afortunadamente no hemos tenido problemas. Han sido muy breves, una vuelta a la manzana aprovechando que tenía que sacar al perro».

Reconoce que las rutinas juegan un papel importante pero que el confinamiento lo condiciona todo. «Es complicado. Además, un día puede levantarse muy positiva y con muchas ganas y después mostrar una negatividad total. Es una lucha diaria» en la que interpretan un papel fundamental los pictogramas. «Hay que enseñarle todo de esa forma y anticiparle mucho, a través de imágenes, qué es lo que vamos a hacer ya que lo que verbalmente le trasladamos no lo asume».

Desde la UNIR, Tejero abunda que lo que realmente sufren estos alumnos es un una doble ruptura: «La educativa y la de su entorno social» que hace que «en determinados trastornos puedan sentirse atrapados». Además se convierte en «una demanda muy elevada hacia las familias, un sobreesfuerzo importante». Por eso recuerda que, junto a esas rutinas, es necesario «fomentar la colaboración, que interioricen los ritmos vitales para evitar frustraciones y enfados y rabietas. La comunicación familiar es importante, trabajar con ellos, con fotos, por ejemplo, para estimular la memoria, la atención».

También para evitar que el confinamiento les pase una factura adicional y que su ritmo de aprendizaje se resienta. Y ahí es donde entran en juego la inmensidad de recursos con que cuentan las familias que lo necesiten. «Hay muchísimos, pero lo importante es saber discriminar y elegir los más adecuados en función de la diversidad de los alumnos. De igual manera son importantes los que envían los profesores de los centros, que están adaptados al alumno», dice Tejero, que recuerda que este lunes se emitirá en la web de la UNIR una clase abierta a todos los públicos sobre la cuestión

Lucía y Francisco tratan de replicar en casa las rutinas escolares de la pequeña Lucía y agradecen el trabajo y la atención de los profesores de su centro educativo. «Con el libro le cuesta un montón, pero con la tablet le resulta más sencillo», explican conscientes de que, en todo caso, habrá una brecha en relación al resto de sus compañeros. «Se van a producir muchas brechas», ratifica Tejero. A ello habrá que añadir una nueva quiebra en sus rutinas, la del regreso a la normalidad.

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