Ciegos ante la realidad
Cada vez más jóvenes niegan la violencia de género. «Desde 2019 estamos viviendo un retroceso», alerta Agustina Vinagre, de UNIR
Dos de cada diez chicos jóvenes creen que la violencia de género «no existe o es un invento ideológico», según el último Barómetro Juventud y Género de 2023. Y alarma constatar el incremento, en los últimos años, del porcentaje de jóvenes que se alinean con posturas negacionistas, minimizadoras o banalizadoras de la violencia de género.
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Y eso que es innegable, tanto en relaciones de pareja como en otras formas de violencia contra las mujeres, que «se está produciendo un incremento de casos y, además, es mayor entre las parejas jóvenes, llegando a casos de adolescentes», señala Agustina Vinagre, coordinadora del máster de Victimología y Criminología Aplicada e investigadora de UNIR. Sorprende, quizá, por los esfuerzos legales, de concienciación y prevención puestos en marcha para combatir esta lacra. «Hay una franja de edad, entre los 40 y 60 años y tanto en hombres como mujeres, que parece que está más concienciada, pero luego los jóvenes cada vez parecen estarlo menos».
En muchos casos, «ni siquiera reconocen la violencia de género como tal en la pareja», expone Vinagre, que recuerda que no solo hablamos de violencia física, sino que también existen otras formas de ejercerla «como el control del móvil, poner una aplicación para localizar a la otra persona, decirle que no salga con sus amigas, que no vista de una determinada manera; es un fenómeno más emocional, más psicológico».
Agustina VinagreInvestigadora de UNIR«Les llega información no filtrada de muchos 'influencers'»
Pero resulta ahora que incluso ante una violencia física más explícita, con golpes, patadas o empujones, «algunos jóvenes la justifican». De ahí su diagnóstico: «Estamos trasladando toda esa cultura arcaica del honor a ahora». Y remacha: «El hecho de que no te permita vestir de una determinada manera para que sus amigos no piensen o no puedan decir de ti algo negativo es una manera de controlar y no se reconoce como violencia».
Otro problema es que la manera de comunicarse con los jóvenes hace que les llegue menos información rigurosa y contrastada, a través de los medios convencionales y, sin embargo, tienen mucha a través de redes sociales. Y en algunos casos «esa información no está filtrada y no deja de ser la opinión de algunos influencers», algo que, afirma, se une «a la capacidad crítica muy limitada existente en la adolescencia».
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Avances y retrocesos
Desde que empezó la lucha por la igualdad de la mujer, recuerda, «ha habido avances y toma de conciencia y siempre después se han producido retrocesos, resistencias. Desde el año 2019 parece que estamos en ese momento». Porque, pese a ponerse más denuncias, «sigue existiendo una enorme cifra negra, la de las mujeres que no denuncian».
Para ella, así, la única forma real de luchar contra la violencia de género es la educación en igualdad, «de la que toda la sociedad somos responsables, porque una vez que nos vemos obligados a utilizar las leyes para combatirla, ya vamos tarde».
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Conviene, señala Vinagre, recordar de qué se habla cuando se habla de violencia de género: «De la violencia contra las mujeres por el simple hecho de serlo, no se limita a la que se comete dentro de la relación de pareja, sino que va más allá», como reconoce el convenio de Estambul, que España firmó en el año 2014.
«Serían todas aquellas formas de violencia que lo que tienen en común es que el factor de riesgo más importante para ser víctima es ser mujer», concluye.
La IA utilizada como medio de violencia contra la mujer
La violencia de género tiene una base multicausal y «con una buena educación en igualdad no serían necesarios tantos programas de prevención ni tanta legislación», sostiene Agustina Vinagre, que admite aún así que hay más factores implicados.
La investigadora de UNIR pone el foco en la víctima, que en la mayoría de los casos tiene miedo a denunciar, «primero por vergüenza, después por culpa, por temor a ser juzgada y por una sensación de que no le creerán. En lo referente a las adolescentes, muchas no denuncian porque a no ser que les peguen no se reconocen víctimas».
Por otro lado, crecen los casos en los que se recurre a la inteligencia artificial para cometer violencia contra las mujeres. Es lo que se conoce como 'deepfake': usar, por ejemplo, la cara de una joven en el desnudo de otra, de una manera muy difícil de detectar, en imágenes o incluso en vídeos. Es un tipo de abuso ejercido casi exclusivamente contra mujeres («encontramos muy pocos casos de chicos víctimas de 'deepfake'»). Se trata de una tecnología muy difícil de detectar y, en cambio, con una propagación muy rápida. «La víctima se entera por casualidad o incluso a veces porque los propios padres les han reñido por haberse hecho esas fotos».«El daño es rápido, pero las consecuencias van a quedar para la víctima durante mucho tiempo». Para ella, es indudablemente otro tipo de violencia de género, y sorprende «no sólo la facilidad con la que se puede atacar a la mujer, también con la que se creen los bulos o montajes».
Y es un fenómeno sobre el que es muy difícil legislar «o hacer frente a las consecuencias que pueda tener su utilización». «Y es una pena porque tiene aspectos muy positivos, pero es difícil guardar el equilibrio».
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