El cambio que necesita el campo
La transformación tecnológica agraria acelera: «O das un paso adelante, o te quedas atrás», advierte el profesor de UNIR Antonio Fernández
Está el refranero español lleno de dichos para todos los gustos. Aunque suelen ser conservadores: la experiencia advierte muchas veces en contra de hacer lo que no se ha hecho siempre. 'En tiempos de crisis, no hacer mudanza' dice uno que parece estar muy ajustado a lo que se vive ahora en la industria agroalimentaria: tan complicadas como están las cosas, para qué meterse en líos.
«Pues es una idea totalmente equivocada», afirma con vehemencia Antonio Fernández. «En tiempos difíciles quien no se transforme no va a tener oportunidad». Fernández codirige el master de Formación Permanente en Transformación Digital e Innovación en el Sector Agroalimentario de UNIR, y lo tiene meridianamente claro. «O pones las bases ahora, o la aceleración de esta transformación digital te va a atropellar», afirma. «Si no das un paso adelante, te quedas atrás».
Todo eso, en un sector que tiene problemas, pero también oportunidades. Hay en marcha un PERTE para este sector en el que las administración ha puesto nada menos que 1.000 millones encima de la mesa. Una oportunidad para un mundo variado, en el que la innovación va por barrios.
«En un entorno tan acelerado, quien no se transforme, no va a tener oportunidad»
Antonio Fernández | Codirector de Master en UNIR
En la primera parte de la ecuación, la de la producción, es donde más dificultades pueden encontrarse. «Es donde el sector está mas atomizado, y por tanto donde menos capacidad de inversión hay, y más debilidad». El sitio donde «en muchos casos, los procesos de digitalización aún no ha llegado».
¿Hacia dónde va la innovación en ese primer escalón? Para Fernández, hay dos puntos principales. Uno, la «sensorización» de prácticamente todo. «El campo se va a sensorizar al cien por cien, para que en tiempo real se conozcan todos los parámetros que se necesitan». Y dos, la toma de decisiones informadas en base a esos datos. Que es donde entra la famosa inteligencia artificial. «Cada vez vamos a ver más agentes inteligentes capaces de procesar miles de datos y tomar la decisión adecuada en cada momento».
Información no compartida
En el segundo agente de esta cadena, el de la transformación, las cosas son bastante distintas. «Ha habido cambios más importantes, porque la atomización no es tan grande, y se pueden afrontar inversiones de manera más rápida». Y lo mismo pasa con la distribución, que sin embargo tiene dificultades propias. «Una parte muy importante de este sector está concentrada en unos pocos 'players', actores muy relevantes en la fijación de precios». Y esos actores tienen en su poder algo crucial en estos casos: la información. «La gran distribución no informa a los productores del comportamiento del mercado. No hay transparencia en esos datos, yo creo que de manera equivocada, porque esa transparencia beneficia al mercado global».
En cualquier caso, la digitalización pone a los productores ante una posibilidad que hasta hace unos años era imposible: la de llegar directamente al comprador. Aunque ese camino, no hay que engañarse, no está abierto para todos. «¿Puede cualquier productor tener un espacio propio para llegar al consumidor final? Pues no, claro. Esa posibilidad es más fácil para productos que sean percibidos como de valor». Entramos, aquí, en el marketing de toda la vida: «Es un canal muy apropiado para productos como el vino o el aceite, con la calidad y la marca como elementos principales».
La venta directa no es nueva, pero lo que sí ha cambiado con los años es su facilidad. «Es algo que se ha estandarizado mucho. Ahora hablamos de que hay herramientas de e-commerce más estándares y hasta gratuitas, que permiten tener ese canal abierto a precios muy razonables».
El ejemplo de una empresa aceitera que lo mide todo
Cuando una buena parte del agro se enfrenta al cambio tecnológico, la dificultad es doble: la económica, por un lado, pero también la de concepto: qué queremos hacer y para qué. En esos momentos los ejemplos de éxito sirven. Antonio Fernández señala el caso de una empresa aceitera jienense, Castillo de Canena. Una empresa dedicada a la venta de aceite «super premium», y que ha apostado decididamente por el dato. «Los olivos están totalmente sensorizados», explica el profesor de UNIR. «El estado del fruto se vigila en tiempo real». Lo importante es la información, como siempre. Saber, por ejemplo, a qué temperatura entra la oliva a la recepción es crucial. «No utilizan remolques, porque la presión eleva la temperatura y eso perjudica al fruto. Pero en la recepción también se controla esa temperatura, tanto que si se detecta demasiado calor, tienen sistemas de 'aire acondicionado' para enfriar las olivas».
Fernández insiste: «La gran diferencia es que todo se mide, y que hay detrás un gran sistema de control que permite tomar las mejores decisiones». Por ejemplo, sistemas ópticos automáticos que detectan y separan los frutos de baja calidad, o sucios. «Antes todo era manual, pero si se busca la excelencia, la información es vital».