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LA RIOJA I. ÁLVAREZ, E. PASCUAL, F. DOMÍNGUEZ Y J. ALBO
Jueves, 2 de noviembre 2017, 00:27
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Ayer amaneció entre neblinas, con un cielo gris plomizo, melancólico, como el día. Fue un miércoles para el recuerdo para traer al presente los buenos momentos disfrutados con aquellos que ya no están, que un día nos dejaron pero siguen en nuestra memoria, ayer más vívida que nunca.
Y como cada primero de noviembre los cementerios de toda La Rioja se llenaron de flores y de oración silenciosa. También de los intangibles sentimientos de dolor y añoranza.
En Santo Domingo, los calceatenses repartieron sus visitas entre los dos cementerios de la localidad de una forma escalonada. Aunque muchos honraron a sus muertos días antes, la mayoría, como ocurre cada año, prefirió reservar esta jornada para depositar flores e incluso peluches en las tumbas de los más pequeños que desgraciadamente abandonaron este mundo con demasiada antelación.
Haro, Calahorra, Alfaro, Arnedo, Nájera, no fueron una excepción. Todos los camposantos de la cabeceras de comarca se llenaron de flores y de vida, como también lo hicieron los cementerios más pequeños enclavados en los municipios más recónditos de la comunidad.
Los cientos de miles de tumbas renovaron sus flores; los mausoleos se asearon; las lápidas restañaron las heridas del polvo acumulado. La melancolía se conjugó con la alegría de la memoria y los ramos de flores pusieron una nota de color a lo largo de la jornada. El de ayer no fue un día para estar solo, sino para olvidar al menos por unos instantes la soledad que deja la muerte.
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