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Á. A.
LOGROÑO.
Jueves, 9 de agosto 2018, 14:04
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A la espera de conocer el estudio de viabilidad municipal que determinará cómo revitalizar la actividad comercial, la Plaza de Abastos sobrevive entre un goteo de abandonos de tenderos de toda la vida y la llegada de nuevos inquilinos para probar suerte. A finales de año se despedía Ricardo Galilea, desde los 16 como carnicero en San Blas y en los últimos meses presidente de la asociación de vendedores y comerciantes. Un cierre (el puesto está ahora en otras manos) al que ha seguido el reciente de Pescados Urbano, en la primera planta, después de cuatro décadas de actividad.
Se ha ido para instalarse en la céntrica calle comercial de Juan XXIII. Además, de forma inminente está previsto que eche la persiana otra carnicería de las clásicas, que dirá adiós después de 37 años, aunque en su caso dará paso a un negocio de nueva andadura.
Con el final de los contratos en el 2021 acechándoles, la duda de su renovación, el bajón de la clientela, y la falta de una receta clave para devolver el pleno rendimiento, las bajas se van produciendo poco a poco, aunque también hay quien ha llegado con nuevas ideas y un planteamiento renovador que está dando buenos resultados.
Ana Ladrón ofrece frutas y verduras ecológicas de producción propia, que vende de forma presencial tres días a la semana y también por Internet. Llegó en marzo y su balance no puede ser más satisfactorio. «Estoy muy contenta», resume convencida del potencial de este mercado, que «debería dedicarse no sólo a comestibles, las posibilidades son miles, desde la venta de productos frescos a tiendas de ropa, artesanía, ¿por qué no?...».
A pocos metros Víctor de Torre, de 28 años, no se muestra tan positivo y se lamenta del devenir de un mercado que «claramente va a menos», porque «el entorno está muerto». No sabe por dónde puede ir la propuesta del Ayuntamiento «porque por mi mostrador no se ha pasado nadie», pero lo que tiene claro es que los 600 euros mensuales que paga de alquiler es mucho. Tomó el relevo de su padre en febrero y si sigue adelante es «gracias a los pedidos de los restaurantes. «Si es por el mostrador, te puedes morir...».
Desde uno de los puestos de verduras no son más optimistas: «Nunca hemos tenido un verano tan malo como este, saco solo para gastos», aunque de una pollería vecina aseguran que «no dejan de trabajar». Versiones y situaciones diferentes vividas en un mismo mercado que en estos momentos busca reinventarse. Desde el Consistorio aseguraron ayer que «está a punto de adjudicarse el estudio de viabilidad».
Dos empresas ya han tanteado al actual presidente de los comerciantes, Alfredo Iturriaga, para conocer su punto de vista, pero él ya avisa: «Nosotros estamos aquí para vender, yo soy carnicero y entiendo de lo mío, serán los expertos los que tengan que plantear soluciones. Yo puedo decir que no hay aparcamientos, que no llegan los autobuses, pero poco más».
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