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A. GIL
LOGROÑO.
Lunes, 4 de junio 2018, 00:14
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82 años, toda una vida dedicada al campo y buena parte de ella al sindicalismo agrario o, más bien, a mentalizar al agricultor de que debía defender sus intereses como un empresario. Es José Ángel Alegría, quien hoy recibe de manos de la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, la Encomienda al Mérito Agrario. Elude entrar en cuestiones de actualidad de su sindicato, ARAG-Asaja, que las hay, con la crisis territorial provocada por Avira, las polémicas por los repartos de plantaciones de viñedo o los rendimiento de uva de la última cosecha -«yo ya me marché con todas las consecuencias en el 2010, así que no voy a opinar nada sobre esto»-, pero sí recuerda como si fuera ayer cómo empezó ARAG, de la nada, hasta convertirse en la principal organización agraria de la región.
-No fueron fáciles aquellos primeros años de Democracia y sindicalismo agrario, con crisis en cultivos como la patata, la remolacha o el vino. ¿Qué recuerdos guarda?
-De tiempos duros. Yo empecé en COAG y, entre otras cosas, recuerdo que después de una tractorada impresionante desde Nájera a Santo Domingo vino por la noche la policía a buscarme a mi casa. Dormí en Haro en un calabozo. El 23-F estaba en la sede de COAG, en Madrid, y pasamos mucho miedo. Pero, a partir de ahí, me replanteé las cosas. Me propuse fundar una nueva organización, sin política, abierta a cualquier tipo de pensamiento y, sobre todo, capaz de ofrecer servicios.
-¿De la noche a la mañana?
-Así fue. Estábamos en una oficina de la vieja cámara agraria de Nájera y recuerdo que Aurora, que a día de hoy sigue trabajando en Asaja, aunque se jubila este año, se echó a llorar cuando le dije que crearíamos una nueva organización. Nos apoyaron unos amigos y luego vinieron más y más agricultores. Compramos unos pabellones en Tricio, con un crédito personal a mi nombre. Pero necesitábamos fuerza en Madrid y nos unimos con Jóvenes Agricultores, donde estaba Pedro Barato. Acabamos fusionando ARAG, Jóvenes Agricultores y CNAG y Ufade para constituir Asaja en 1989.
-¿Fue su impulso a la profesionalización del sector el principal ingrediente del éxito de ARAG, en La Rioja, y de Asaja, a nivel nacional?
-Lo que tenía claro es que teníamos que crear una organización agraria que diera servicio real a los agricultores, desde seguros a suministros de abonos, a materiales y papeleo... Lo conseguimos y creo que sí que ha sido nuestro gran éxito.
-También tuvo un papel muy activo en la fundación de la Interprofesional del vino...
-Perdí muchas noches de trabajo, con Víctor Pascual y con el actual presidente, Fernando Salamero. Teníamos una interprofesional en la remolacha, que nos permitía controlar la producción y los precios, así que pensé que podíamos hacer lo mismo en el vino. Sé que ahora están negociando un stock regulador y creo que puede ser positivo después de la cosecha del 2016, en la que tuvimos que tirar mucha uva, y la del año pasado con la helada. La Interprofesional está para eso.
-Aunque está ahí la amenaza del liberalización del viñedo...
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