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SUBEN LA CONTRIBUCIÓN. Y EL GIN TONIC

PABLO ARRIETA - DELEGADO DE LA AEDAF EN LA RIOJA

Viernes, 16 de diciembre 2016, 22:25

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He dedicado más de la mitad de mi vida a la docencia universitaria de Hacienda Pública y Régimen Fiscal de la Empresa en la Universidad de La Rioja.

Pues bien, cuando, cada año, alcanzábamos el tema de las Haciendas Locales, y debía explicar el sistema de financiación de los Ayuntamientos, anunciaba a mis alumnos de la Facultad de Empresariales que íbamos a analizar uno de los impuestos más enraizados en la sociedad española, y les animaba a que, al llegar a sus casas, comentaran que, en clase, les habían hablado, entre otros, del Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI).

Posiblemente, si no decían nada más, sus padres se encogerían de hombros, pero si les explicaban que se trata de un impuesto heredero de las antiguas Contribuciones Territoriales Rústica y Urbana, hasta sus abuelos entenderían de lo que les estaban hablando.

Y es que, en efecto, estamos en presencia de un impuesto longevo, nacido en la reforma de Mon-Santillán en 1845, propio de un sistema tributario rudimentario y necesitado de impuestos sencillos, de fácil gestión (el Catastro facilita el control de contribuyentes) y de alta capacidad recaudatoria (dado el elevado número de inmuebles, especialmente viviendas, existente en España). Tras la reforma de 1978, fuente de nuestro actual sistema fiscal, es un tributo que desaparece de la esfera de la tributación estatal, siendo acogido por las Haciendas Locales. Es un impuesto obligatorio para todos los municipios españoles, que recae sobre los titulares de todo tipo de bienes inmuebles, sean fincas rústicas o urbanas, como son las viviendas. La cuota a pagar es el resultado de aplicar un porcentaje al denominado valor catastral. Por ello, la posibilidad de actualización del valor catastral, ahora reclamada, entre otros, por 31 municipios riojanos, va a suponer indefectiblemente un aumento del IBI en los municipios afectados, ya que es la única explicación razonable a tal solicitud.

La posible subida nos merece, de entrada, el natural rechazo:

1.- La recaudación del IBI ha experimentado un fuerte incremento en los últimos años, debido a la desaforada actividad de promoción inmobiliaria desplegada en España. Ello ha llevado a muchos Ayuntamientos, incluso, a cerrar sus cuentas con superávit presupuestario.

2.- Este escenario ha favorecido una cierta relajación de la contención del gasto público. Muchos Ayuntamientos, lejos de aplicar políticas de contención, han elevado exponencialmente sus partidas de gasto en los últimos años. Así lo ha advertido la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIRF).

3.- Aún cuando, conforme a la doctrina Montoro, sólo existe subida de impuestos si se elevan el IRPF y el IVA, lo que, de momento, parece descartado, es lo cierto que una subida del IBI afecta de una manera generalizada a los ciudadanos, por lo que sería de desear que la misma sea lo menos gravosa posible.

4.- Finalmente, el valor catastral sirve de referencia para la valoración y gravamen de los bienes inmuebles en otros muchos impuestos del sistema, como son, entre otros, el IRPF o el Impuesto sobre el Patrimonio. Por ello, una subida del mismo tiene efectos colaterales más allá del IBI.

Y ya que hablamos de subida de impuestos, recuerden que también se ha incrementado en el 5% la fiscalidad que grava el consumo del alcohol y bebidas derivadas. Así que 2017 anuncia, no sólo la subida del IBI, sino también del cubata o del gin tonic. Seguro que Montoro es abstemio. País !!

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