Comer mal es más barato
El auge de alimentos con muchas calorías y valor nutritivo escaso dispara los casos de obesidad
Luismi Cámara
Sábado, 9 de abril 2016, 10:19
La fórmula del bueno, bonito y barato existe, pero alcanzarla es harto difícil. Además, si uno se queda por el camino en su intento por llegar a esa meta de las tres 'bes', puede ocurrirle que el remedio resulte peor que la enfermedad.
Un ejemplo evidente de ello se da a menudo cuando se hace referencia a la alimentación. La situación ideal de la comida saludable, rica y económica se ha pervertido, y la malnutrición que tanto preocupa a la Organización Mundial de la Salud se ha disparado hasta convertirse en un grave problema de índole planetaria, que afecta a la población de los países pobres, pero también a los estados en desarrollo o a los del llamado primer mundo.
La OMS, de hecho, advierte de que, en contra de lo que muchos piensan, «el término malnutrición se refiere a las carencias, excesos o desequilibrios en la ingesta de energía, proteínas y otros nutrientes», e insiste en que «su significado incluye, en realidad, tanto la desnutrición como la sobrealimentación».
En los últimos años, se han disparado las ventas de productos de contenido energético alto y valor nutritivo escaso. Es decir, con un elevado contenido de grasas y azúcares pero con muy pocos nutrientes, y se ha llegado a una situación en la que el número de adultos obesos en el mundo supera ya al de personas desnutridas.
Estos alimentos responden al patrón elemental de ser artículos muy baratos y, por qué no decirlo, ricos y sabrosos, pero incluyen una cara oscura con una alimentación desequilibrada que empuja a la obesidad y al sobrepeso. Accesibles para todos los bolsillos, sin embargo, está claro que el sector más sensible de caer en sus encantos maliciosos es la población con menos recursos económicos.
Paula Fernández, dietista y nutricionista, considera el bajo coste como cuestión esencial e influyente en este auge que «ya no sorprende, porque se lleva produciendo desde hace ya mucho tiempo».
«Generalmente, hacer una dieta saludable suele salir más caro. La verdura fresca es menos asequible que los cereales, la pasta, el arroz o las patatas, que son productos más calóricos. Además, la forma de cocinar estos últimos, normalmente, aumenta el número de calorías», aclara.
También valora el reducido precio de «alimentos que son muy procesados» como elemento a tener en cuenta en su elección por parte de los consumidores, pese a que «los fiambres, los precocinados o las salchichas de Frankfurt tienen muchos aditivos, con mucho pan, con azúcares añadidos». «El escaso valor de los aperitivos tampoco ayuda a comer sano. Sale mejor para el bolsillo comprar una bolsa de patatas fritas o de productos de este tipo -muy salados, con grasas saturadas-, que comer otros más saludables, como frutos secos, aceitunas...». Además, añade, «existe una oferta de dulces desbordante a un precio muy bajo». «Al final, queda claro que comer mal es más barato», concluye.
Consejos preventivos
Como solución para evitar la sobrealimentación y los consiguientes problemas de peso, la nutricionista da unos consejos básicos. Fernández apuesta por «lo natural» en una dieta que también incluya productos integrales. «Las verduras de temporada y locales son un buen recurso porque son productos frescos y más económicos -explica-. Además, se debe cuidar la forma de prepararlos. Mejor a la plancha o hervidos que en un cocido, que añade grasas y aceite».
Por último, anima a realizar «deporte al aire libre», la mejor receta contra el sedentarismo y otro elemento fundamental para una vida sana y sin la amenaza del sobrepeso.