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Rebeldes hutíes gritan consignas en las inmediaciones de la casa del expresidente yemení, Ali Abdulá Saleh. :: Yahya Arhab / efe
Yemen da otro paso hacia el abismo

Yemen da otro paso hacia el abismo

El expresidente Saleh muere asesinado por rebeles hutíes tras romper su alianza con este grupo proiraní y tender la mano a Riad

MIKEL AYESTARAN

JERUSALÉN.

Martes, 5 de diciembre 2017, 00:43

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Yemen dio ayer otro paso en el camino hacia el abismo que recorre desde 2011. El expresidente Alí Abdulá Saleh cayó asesinado a manos de hutíes, después de romper de forma oficial la alianza que mantenía con este grupo rebelde próximo a Irán y que se inspira en la milicia libanesa de Hezbolá. Saleh tendió el sábado su mano a Arabia Saudí y apenas 48 horas después murió en una emboscada al sur de Saná cuando trataba de escapar de la capital del país. La gran guerra por la hegemonía regional que libran Irán y Arabia Saudí ha destrozado Yemen y Saleh, que había sido capaz de superar todo tipo de adversidades en sus más de tres décadas como presidente, incluido el auge de Al-Qaida en varias partes del país, no pudo superar esta nueva prueba.

En un discurso televisado, el líder rebelde, Abdelmalek al-Huti, aseguró que «la gran crisis que amenazaba la seguridad del país fue superada», en alusión a la violencia que estalló hace una semana en la capital cuando los hombres de Saleh comenzaron sus ataques sobre posiciones de los hutíes, que en realidad son zaidíes, una secta del islam derivada del chiismo, pero reciben este nombre por el nombre del clan del líder. Al-Huti subrayó que se ha abortado una «gran conspiración» que representaba una «amenaza para el Yemen» y calificó a su antiguo aliado de «traidor».

Los rebeldes han recuperado el control casi total de la capital tras unos días de combates que dejan al menos 125 muertos y 238 heridos, según los datos ofrecidos por el Comité Internacional de la Cruz Roja. El coordinador humanitario de la ONU, Jamie McGoldrick, pidió una «pausa» humanitaria para permitir a los civiles de Saná recibir tratamiento médico, suministros básicos y asistencia humanitaria.

La noticia no dejó a nadie indiferente debido a la importancia de la figura de Saleh en la historia reciente del país. Hakim al-Masmari, director del diario en inglés 'Yemen Post', aseguró a la cadena Al-Yasira que el país se encuentra «en estado de shock» tras la muerte de «la persona más fuerte de Yemen» y advirtió que «esto no es el final ya que era todo un icono para millones de personas y su muerte no quedará sin respuesta».

Alianza imposible

Saleh, en el poder desde 1978, cuando el país aún estaba dividido en una parte norte y otra sur, tuvo que dejar la presidencia a raíz de las protestas en las calles que estallaron en el marco de la conocida como 'primavera árabe', que también afectó a Túnez, Egipto, Libia o Siria. El mandatario, sin embargo, nunca asimiló su pérdida de poder a favor de quien fue su 'número dos', Abdo Rabu Mansur Hadi, y en 2014, después del golpe militar de los rebeldes hutíes en Saná, se unió a ellos. Aunque el propio Saleh es zaidí, resultó una alianza de lo más extraña porque él mismo había lanzado varias guerras contras los hutíes cuando era presidente.

Esta alianza logró conquistar la mayor parte del país hasta que en marzo de 2015 Arabia Saudí acudió al rescate de Hadi y lanzó una operación militar a gran escala, que sigue en marcha. Desde entonces, más de 10.000 personas han muerto, hay más de 50.000 heridos, el país está sumido en la hambruna y es víctima de una epidemia de cólera. Una catástrofe humanitaria a la que no se le ve una salida a corto plazo.

Una de las primeras decisiones de Mohamed Bin Salman cuando se convirtió en el hombre fuerte de Arabia Saudí fue lanzar la guerra contra los rebeldes hutíes de Yemen. La obsesión del heredero al trono es frenar el avance de Irán en la región, sobre todo si se trata de un país vecino.

A la tradicional fragilidad del Estado yemení para llegar a las remotas zonas tribales, se le suma ahora el conflicto sectario abierto entre la minoría zaidí y la mayoría suní, a la que pertenecen los dos tercios de sus 24 millones de habitantes. Un esquema que se reproduce a lo largo de toda la región con la parte chií apoyada por Irán y la suní por Arabia Saudí, y convierte Yemen en un tablero más en el que las dos grandes potencias ajustan cuentas de forma indirecta.

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