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UNA RESPUESTA JUSTA Y MESURADA

DIEGO CARCEDO

Domingo, 15 de abril 2018, 01:03

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Las horas de alto riesgo internacional que se han vivido tras la reincidencia del régimen sirio en el recurso a las armas químicas en el enfrentamiento con sus enemigos parece que se han superado con una respuesta justa y mesurada de Occidente. Las incontenidas -y cursis- amenazas twitteras lanzadas días pasados por Donald Trump, con el orgullo de Vladimir Putin enfrente, han retrotraído a los años, que ya creíamos olvidados, del enfrentamiento entre las superpotencias. El propio secretario general de la ONU, António Guterres, lo advirtió ayer ante el Consejo de Seguridad: «La Guerra Fría ha vuelto con venganza».

Era evidente que la reincidencia en un crimen contra la humanidad que supone utilizar armas químicas en una guerra no podía quedar sin respuesta; sin una respuesta que no sacrificase más vidas -la guerra en Siria ya se ha cobrado medio millón- pero que sirviese de escarmiento; una respuesta que golpease a los culpables y sus medios bélicos y al tiempo que no contribuyese a propiciar nuevas tensiones y hasta posibles enfrentamientos. Alguien en la caótica Administración de Trump recuperó el sentido común, se impuso a la visceralidad presidencial, se tomó tiempo y planificó bien la operación.

Para empezar, mientras en el Pentágono se ultimaba la estrategia del ataque, la diplomacia, respaldada por la gravedad de lo ocurrido, trabajó con eficacia y consiguió incorporar directamente a la operación a Francia y Reino Unido e indirectamente a otros países como Alemania y la propia España, que autorizó el apoyo logístico de dos aviones cisterna de Zaragoza y que un crucero anclado con base en Rota lanzase algunos de los misiles Tomahawk que de manera certera castigaron bases militares y un centro de investigación científica donde se sospecha que se fabricaron los mortíferos gases que mataron indiscriminadamente a decenas de personas en Duma.

Todavía se conocen pocos detalles de lo ocurrido, pero sí se puede vaticinar que la operación de castigo no tendrá consecuencias mayores que el ruido de las declaraciones hechas para salvar la cara tanto del Gobierno de Bashar el-Asad, que se limitó a destacar que su potencial militar no se había visto afectado; la del propio Putin, que condenó, amenazó, y sobre todo acusó, a las tres potencias que ayudaron al terrorismo islamista; y la de Irán que simplemente advirtió de que el castigo tendría consecuencias en el Próximo Oriente. No es previsible que ninguna de las amenazas agrave más la situación. Mientras tanto, el interminable conflicto sirio continuará ensangrentando el país sin que nadie le ponga coto.

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