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Andrés Manuel López Obrador, candidato del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) posa para un selfie con un seguidor. ALAN ORTEGA/ REUTERS
La república amorosa de López Obrador

La república amorosa de López Obrador

El izquierdista temido por las elites y rey de los sondeos se cita con la historia en México

MERCEDES GALLEGO

CIUDAD DE MÉXICO.

Sábado, 30 de junio 2018, 23:36

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Antes de que mañana salga el sol, México tendrá un nuevo presidente que, pese al apoyo abrumador en las encuestas, no será del agrado de todos. Es fácil entender por qué Andrés Manuel López Obrador (AMLO) despierta el rechazo de las elites mexicanas, acostumbradas a pulir su apariencia en universidades de EE UU para vencer un íntimo complejo de inferioridad. «¿Que este va a representar a México?», se preguntaba horrorizado un joven microempresario en Ciudad de México.

En la calle le llaman El Peje, de Pejelagarto, un pez típico de su Estado natal que apareció al final del Periodo Jurásico y no ha perdido su apariencia primitiva hasta nuestros días. El tabasqueño de Tepetitán no habla inglés y si hoy gana las elecciones será el primer presidente en nacer en una aldea de 1.500 habitantes desde que Álvaro Obregón vino al mundo en una hacienda de Sonora. Sólo que el general de la Revolución que tomó Ciudad de México simpatizaba con el dictador Porfirio Díaz y AMLO empezó su carrera defendiendo a los indígenas chontales. Su 'República del Amor' ha inspirado camisetas y canciones de 'Yo Te AMLO' entre los intelectuales de izquierda que llevan décadas soñando con el orgullo de un mestizaje cultural que dignifique al país azteca.

Su seña es el pueblo; su marca la honestidad, «lo más importante en la vida». La primera se la ganó durante los 18 años de «pedagogía educativa» que impartió aldea por aldea y con su promesa de seguir viviendo como uno de ellos a lo Pepe Mujica, sin mansión en Los Pinos ni avión presidencial. La segunda hay que ponerla en el contexto de un país donde la corrupción con la que promete acabar para resolver todos los males es endémica. «Mire, es el que ha robado menos en comparación con los demás», explica Jorge Torres Martínez. El taxista apunta a los minibuses que se le cruzan en la abarrotada Calzada de Tlalpan. «¿Ve esos? Pues son de él, tiene toda una flotilla, pero otros tienen casas en Miami».

La acusación está por demostrar. La imagen del exalcalde que aspira a la presidencia con la coalición 'Juntos Haremos Historia' circuló como propaganda en el transporte público capitalino y puede dar lugar a error, pero ni siquiera quienes le sirven con devoción en la campaña están dispuestos a poner su mano en el fuego. «No es el más honesto, pero es el menos corrupto», asegura Javier, que prefiere callarse el apellido «para no meterme en problemas, porque trabajo con él». Sostiene, eso sí, que a AMLO no le interesa el dinero, sino «trascender». Y el candidato no oculta tener lo que llama «una ambición legítima», la de «ser un buen presidente». Javier le avala en eso. «No hay que confundir el poder con el servicio», aclara.

«Un necio y un vehemente»

Como Lula en Brasil, que tuvo que presentarse cuatro veces hasta ganar la presidencia, el tabasqueño de 65 años que conectará a la izquierda de todo el continente se confiesa «un necio y un vehemente», algo que le agradecen sus bases. «Si no, no lo estaría intentando por tercera vez», apunta la cineasta María Novaro, que trabaja ya en el proyecto cultural del nuevo presidente junto a su ministra anunciada Alejandra Fraustro. La titular de Cultura viste huipiles y propone una agenda para las culturas indígenas, lo que también ha escandalizado a las elites de tecnócratas que temen la pérdida de su modernidad en pro del folclore nacional. «¿Cuántos indígenas hay en México? ¿Once millones? O sea, el 10% de la población. ¿Es eso una política cultural para todos?», se queja otro joven, Roberto Arellano, que a los 23 años ha vivido en Inglaterra y ha hecho un máster en Nueva York.

Sería falso pensar que el sexagenario sólo ha conseguido unir tras de sí a la generación del 68 que dio su vida en la plaza de Tlatelolco durante las represiones estudiantiles. Unos 15 millones de jóvenes votan por primera vez y nueve millones de ellos nacieron en un periodo clave: entre el levantamiento de Chiapas de 1994 y las elecciones de 2000, que por primera vez en 71 años no ganó el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Muchos de ellos se han sumado a la AMLOmanía. Por algo el candidato más viejo de la campaña se precia de haber conectado con la frescura de los jóvenes, «que con su imaginación, rebeldía y talento saben que representamos lo nuevo», dice en sus mítines. Es lo que él llama «la modernidad forjada desde abajo».

A ese nuevo 'look' de quienes exhiben orgullosos la herencia indígena de su país pertenece también Claudia Sheinbaum, que sobre el escenario desata las pasiones de una Frida Kahlo. La ex secretaria de Medio Ambiente del Distrito Federal mientras él fue alcalde será, según las encuestas, la que gobierne Ciudad de México a partir de diciembre, cuando los cargos elegidos hoy asuman el poder.

Morena, el Movimiento de Regeneración Nacional que fundó AMLO para apoyar su candidatura en las elecciones de 2012, no se registró como partido hasta el año pasado y ahora es la novia con la que todos quieren bailar. El Partido de la Revolución Democrática (PRD) del que un día fue presidente se desmorona descabezado y el sempiterno PRI es el emblema de corrupción que todos quieren batir. La fuga de políticos hacia Morena y el baño de poder que recibirá en las urnas de sus primeras elecciones como partido político hacen temer a algunos como Emilio Álvarez Icaza, ex ombudsman de Ciudad de México, que Morena «vaya a ser el nuevo PRI». De allí salieron todos, del partido de «la dictadura perfecta», como la llamó Vargas Llosa. Enterrarlo es el objetivo declarado de todos los candidatos en estas elecciones antisistema, dispuestos a sacrificar la hegemonía de los partidos con dudosas coaliciones de amigos improbables y gobiernos inciertos.

Pasión popular

Sólo el tabasqueño y su «República del Amor» para desmantelar «las mafias del poder» y «moralizar al país» desata verdaderas pasiones con una lógica al alcance de todos. «Tenemos muchos recursos naturales y un pueblo bueno, sobre todo trabajador, como demuestran los 24.000 millones de euros en remesas que mandan a sus familiares desde el extranjero, más de lo que obtenemos del petróleo o el turismo». «¿Qué nos falta para ser una potencia?» ¡Un buen gobierno!», corea con el público.

Promete «actuar con el ejemplo» y acabar con la corrupción, madre de todos los males, sin la cual no habrá pobres ni narcotraficantes. Con los 42 millones de euros que pretende ahorrar en corrupción y la austeridad de su gobierno pagará estudios para que haya «becarios, no sicarios», garantizará las pensiones, las ayudas sociales, relanzará el campo «para que el que quiera irse vaya por su gusto, no por necesidad», construirá refinerías y levantará la producción industrial. Una carta a los Reyes que despierta tanto escepticismo entre las elites como ovaciones en los mítines.

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