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El plan que irrita a Trump

Pekín quiere convertirse en uno de los mayores fabricantes de manufacturas en 2025 y liderar el mundo en 2049

Z. ALDAMA

SHANGHÁI.

Viernes, 7 de diciembre 2018, 00:22

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China se ha convertido en la segunda potencia mundial gracias a la fuerza económica de sus exportaciones. Pero, ahora, el gigante asiático busca dar un salto cualitativo. Necesita innovar y ponerse a la cabeza del desarrollo tecnológico. Para lograrlo, los líderes comunistas tienen un plan que irrita a Donald Trump: 'Made in China 2025'.

La meta que se propone es en superlativo: convertirse en uno de los mayores fabricantes de manufacturas avanzadas en 2025 y liderar el mundo en 2049, coincidiendo con el centenario de la proclamación de la República Popular. Para ello, el Gobierno ha identificado diez sectores diferentes en los que busca avanzar rápido gracias a la multiplicación de la inversión en I+D: desde la inteligencia artificial hasta la tecnología agrícola, pasando por la biomedicina, la ingeniería aeroespacial o la robótica.

Pero lo que parece un plan industrial como cualquier otro levanta ampollas en el ámbito internacional. Sobre todo, en las relaciones con Estados Unidos. En parte, eso se debe a que 'Made in China 2025' también tiene un marcado carácter proteccionista: uno de los objetivos es lograr que el porcentaje de los materiales y componentes autóctonos utilizados en esta tecnología punta alcance el 40% en 2020 y el 70% un lustro después. Pekín considera que la autosuficiencia es clave para tener éxito en un mundo hostil que amenaza a empresas como Huawei, pero para muchas compañías extranjeras que se sienten excluidas del proyecto esa es una invitación a marcharse.

Por otro lado, Trump señala que los avances tecnológicos chinos se basan, demasiado a menudo, en el robo de propiedad intelectual. No es que el presidente estadounidense acuse a 'hackers' chinos de rebuscar en los servidores de empresas extranjeras, que también, sino que ve injusto el sistema que el gigante asiático utiliza para permitir el acceso de las compañías foráneas en el mercado interno, y que en muchas ocasiones fuerza la transferencia tecnológica.

En este último punto, Donald Trump no está solo. Las empresas europeas también critican la falta de reciprocidad.

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