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El primer ministro japonés, en el centro de la imagen, se muestra eufórico tras pronunciar un discurso en Tokio. :: Kim Kyung-Hoon / reuters
El órdago de Shinzo Abe

El órdago de Shinzo Abe

Japón celebra hoy las elecciones que el primer ministro adelantó para aprovechar el viento a favor, en las que tiene enfrente a una mujer, Yuriko Koike

ZIGOR ALDAMA

SHANGHÁI.

Sábado, 21 de octubre 2017, 00:45

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Como hizo su homóloga Theresa May en Reino Unido, hace un mes Shinzo Abe decidió adelantar las elecciones generales de Japón, previstas para finales del año que viene, con el objetivo de reafirmarse al timón aprovechando una oposición dividida, la mejora del rumbo de la tercera economía mundial y el incremento de sus índices de aprobación ciudadana. El primer ministro, que ha roto con la tradición nipona de estrenar mandatario cada año, busca hoy obtener el apoyo que necesita para gobernar con holgura en un momento que, según él, requiere de mano dura.

Por un lado, en 2019 Abe tiene previsto incrementar el IVA por segunda vez -antes lo hizo del 5% al 8% y en el siguiente paso llegará al 10%-. El primer ministro asegura que es necesario para mantener la calidad del sistema de seguridad social, pero es consciente de que se trata de una medida impopular que le restará más votos cuanto más cerca se encuentre de unas elecciones. Por otro lado, el país del Sol Naciente se enfrenta a una coyuntura convulsa en el vecindario, con Corea del Norte lanzando misiles intercontinentales sobre su territorio y con China ganando terreno en las esferas económica y política.

Las encuestas vaticinan una victoria contundente para la estrategia de Abe, que podría convertirse en el primer ministro que más tiempo gobierna Japón desde la Segunda Guerra Mundial.

Figura emergente

Pero una mujer está haciendo todo lo posible para que no sea así. Y, curiosamente, Abe la conoce bien. Porque Yuriko Koike, que ya hizo historia el año pasado al convertirse en la primera gobernadora de Tokio, fue ministra de Defensa -también la primera mujer en ese cargo- durante su primera legislatura -que se inauguró en septiembre de 2006 y duró solo un año.

No debió de ser una experiencia especialmente gratificante, porque Koike decidió abandonar el Partido Liberal Demócrata de Abe y ahora ha formado el suyo propio, el Partido de la Esperanza, para aguarle la fiesta a su antiguo jefe.

El problema es que las diferencias entre ambas formaciones políticas son mínimas. Las dos se consideran de centro-derecha, aunque Koike aboga por una política menos militarista que la de Abe -defensor de acabar con la Constitución pacifista impuesta a Japón- y por abolir el uso de la energía atómica, que el actual gobernante considera esencial para evitar una excesiva dependencia de la importación de combustibles fósiles y para no dañar el renacer económico de los últimos trimestres.

El terreno del dinero también les separa, pero no está muy claro cómo. El primer ministro ha sido muy efectivo a la hora de poner en marcha un sistema económico que ya se ha bautizado como 'Abenomía' y que está dando buenos resultados gracias, en gran medida, a un espectacular aumento del gasto público y a políticas de estímulo fiscal muy apetecibles. El PIB crece y el paro está en mínimos, pero los trabajadores se quejan de que sus sueldos se mantienen congelados desde hace años a pesar de que Abe pide a las empresas que los suban para propiciar que la inflación, el caballo de Troya de Japón, crezca hasta el 2%.

Koike, por su parte, está tratando de que su 'Yurinomía' resulte creíble, pero lo cierto es que ha concretado muy poco sus propuestas. Quiere sustituir el incremento del IVA de Abe por una combinación de nuevos impuestos a las corporaciones, y ha preparado una lista de 'doce ceros' en la que mezcla asuntos tan variados como la prohibición de donaciones políticas por parte de empresas, el fin del despilfarro de comida, e incluso acabar con el humo de tabaco de 'segunda mano'. Un popurrí que cuenta con muy buenas intenciones pero que, en muchos casos, tiene poco que ver con la economía.

Claro que Koike ha tenido poco tiempo para preparar la estrategia de su partido. Abe ha jugado bien sus cartas y ha dado un golpe de efecto que, seguramente, hoy le proporcionará más de dos tercios de los asientos en la Cámara Baja -con sus aliados de la actual coalición-. Pero Koike podría salir fortalecida si logra los 70 escaños que le otorgan las encuestas -de un total de 465-. Ese resultado pondría al Partido de la Esperanza por delante del Partido Constitucional Democrático, la alternativa de izquierda que aboga por mantener la Constitución pacifista y que podría obtener solo 40 diputados.

Los Juegos de 2020

Si las encuestas no patinan, hoy se demostrará que en Japón los escándalos se olvidan rápido, porque Abe ha sido protagonista de varios en los últimos meses, y que los logros económicos son mucho más importantes que la ideología. En cualquier caso, si las urnas confirman la confianza de los japoneses en el primer ministro, Abe tendrá amplio margen de maniobra para desarrollar su visión de un Japón renacido durante cinco años que, curiosamente, coincidirán con el segundo mandato del presidente chino, Xi Jinping.

Por su parte, Koike tampoco teme a la derrota, porque continuará siendo gobernadora de la capital. De hecho, ha asegurado que, aunque su partido gane, ella no será primera ministra porque su deseo es preparar a Tokio para la importante cita de los Juegos Olímpicos de 2020. Pero tampoco ha revelado a quién propondrá en ese caso, muestra de que no parece tener mucha esperanza de ganar esta batalla, por mucho que la denominación de su nuevo partido diga lo contrario.



LAS CLAVES

106 Millones son los votantes llamados a decidir mañana quiénes ocupan los 465 escaños de la Cámara de Representantes.

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