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MARINA VILLÉN
TEHERÁN.
Viernes, 5 de enero 2018, 00:34
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Las autoridades iraníes restaron ayer importancia a las protestas de la última semana, que ya han dado por finalizadas, y volvieron a insistir en que detrás de las mismas estaban los «enemigos externos». Pese a que durante varios días las manifestaciones antigubernamentales mantuvieron en jaque al país, la calma reinó ayer en las calles de las principales ciudades, que fueron únicamente testigos de marchas prorrégimen.
En el centro de la capital, Teherán, las principales avenidas y plazas escenario de disturbios regresaron a la normalidad en medio de una presencia policial regular. El ministro del Interior, Abdulreza Rahmaní Fazlí, aseguró que en las manifestaciones y choques participaron un máximo de 42.000 personas, lo que consideró poco representativo. Además, subrayó que si las protestas duraron varios días fue debido a la «tolerancia de las autoridades», una opinión que contrasta con la veintena de fallecidos y el millar de detenidos en los últimos días.
Por su parte, el fiscal general de Irán, Mohamad Yafar Montazerí, denunció que EE UU, Israel y Arabia Saudí tramaron hace cuatro años un plan para provocar estos disturbios.
El supuesto promotor del complot sería un miembro de la CIA, identificado como Michael D'Andrea, quien habría contado con la ayuda de un oficial vinculado al Mosad israelí, según el fiscal. Arabia Saudí habría sufragado la conspiración en la que, de acuerdo a esta versión, también estuvieron implicados la Organización Moyahedin al Jalq, considerada terrorista por Irán, y seguidores del depuesto régimen monárquico.
En esta línea, el jefe del Ejército de Irán, el general Abdolrahim Musaví, acusó al «Gran Satán (EE UU) y el régimen sionista (Israel)» de mandar «su infantería»: miembros de Moyahedin al Jalq. «Esta conspiración ciega era tan pequeña que solo con una parte de la capacidad de la Policía fue eliminada», destacó el militar, quien ofreció el apoyo del Ejército a la Policía si fuera necesario enfrentar a «aquellos engañados por el Gran Satán».
Estas acusaciones se vieron fomentadas por el apoyo otorgado por el presidente Donald Trump a los manifestantes en Twitter. Las protestas comenzaron el jueves 28 denunciando el alza de los precios y la corrupción, pero tomaron poco después una deriva más dura contra el sistema de la República Islámica, que acabó en disturbios.
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