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G. ELORRIAGA
Jueves, 16 de noviembre 2017, 00:27
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La realidad zimbabua posee una doble versión, como aquel cine español que producía una copia para el mercado interior y otra, más liberal, para el foráneo. La imagen de Grace Mugabe, de 52 años, también cuenta con una versión apologética, difundida por los medios del régimen, y otra, mucho más crítica, difundida por los extranjeros.
La primera la ha llegado a calificar como 'Our Saving Grace', la gracia salvadora, la madre de la nación, filántropa, capaz de dar vida a todo lo que toca, según la Autoridad Nacional de Agua, mientras que la segunda, la llama 'Gucci Grace' y la ha definido como una sátrapa ambiciosa e iracunda que goza de una vida de lujo y despilfarro en uno de los países más pobres del mundo.
El poder en Harare y las tiendas más exclusivas de todo el planeta se pusieron al alcance de esta mecanógrafa sudafricana cuando Robert Mugabe reparó en ella y se interesó por su vida. Entonces se hallaba casado con Sally, víctima de un cáncer terminal. Cuatro años después del fallecimiento de la primera dama, Grace contrajo nupcias con el líder guerrillero con el que ha tenido tres hijos.
Tras una primera etapa, el tren de vida de la nueva esposa dio lugar a todo tipo de noticias. Sus gastos excesivos en París o Singapur quedaron en segundo plano ante escándalos como la concesión del título de doctora en Sociología tres meses después de matricularse en la universidad o el reciente incidente en un hotel de Johannesburgo, donde golpeó a una modelo.
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