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La costa Este de EE UU se congela

El clima extremo, con las temperaturas más bajas de los últimos cien años en Nueva York, se ha cobrado al menos veinte vidas en el país

M. GALLEGO

NUEVA YORK.

Viernes, 5 de enero 2018, 00:34

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El 'ciclón bomba' salpicó de nieve las palmeras de Florida, pero se reservó el grueso de la descarga para las martirizadas costas de Nueva York y Nueva Inglaterra, que en dos semanas de invierno han perdido la cuenta de nevadas y han experimentado temperaturas no registradas en un siglo. Con todo, y pese a las alarmistas estimaciones de los expertos, el alcalde de Nueva York, Bill De Blasio, cree que esta tormenta no quedará en los anales salvo por su «intensidad y concentración», lo que en pocas horas provocó ayer el cierre de colegios y oficinas, además de la cancelación de cerca de 4.000 vuelos.

«Esta tormenta ha traído una intensa acumulación de nieve en las horas cruciales a las que la gente tendría que ir a trabajar y llevar a los niños al colegio, además de fuertes vientos (de hasta 65 kilómetros por hora) y un frío extremo, lo que resulta en una combinación de factores realmente seria», aclaró el alcalde. De Blasio tomó el lunes posesión de su cargo por segunda vez en las escalinatas del Ayuntamiento, pero este año «en 15 minutos sin guantes experimenté lo que es congelarse los dedos», advirtió a sus conciudadanos.

Desde el día de Navidad Nueva York no ha visto las temperaturas subir de -2 grados, la máxima de estas navidades gélidas que se romperá el lunes con una tormenta de lluvia que puede provocar inundaciones. La situación es aún más alarmante en Boston, donde estos factores se combinan con la segunda marea más alta del último medio siglo. Una veintena de personas han perecido en este clima extremo que, en su ignorancia, el presidente Donald Trump ha pedido por Twitter combatir con más calentamiento global.

Para esta traca de nieve y frío que acabará el sábado a -13 grados con sensación térmica de -20, el Ayuntamiento ha forzado a la treintena de vagabundos que quedaban en las calles a trasladarse esposados a los albergues, bajo el argumento de que constituían un peligro para sí mismos. Nadie en sus cabales hubiera elegido dormir a la intemperie.

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