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Evacuados de la zona del Lago Chad por las amenazas de Boko Haram. :: reuters
El califato en el corazón del Sahel

El califato en el corazón del Sahel

El Estado Islámico de África Occidental se expande en las islas y márgenes del lago Chad con casi 5.000 militantes

GERARDO ELORRIAGA

Lunes, 7 de mayo 2018, 00:11

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Hace tres meses, una conferencia internacional debatió en la capital nigeriana el futuro del lago Chad, privilegiado ecosistema del Sahel que ha perdido el 90% de su superficie a lo largo de las últimas cuatro décadas. Los ambiciosos proyectos medioambientales que pretenden recuperar el hábitat no son ajenos a la dramática situación humanitaria de la zona, con 17 millones de habitantes, el 60% necesitado de ayuda alimentaria, y más de 2 millones de desplazados. Pero su futuro no se halla tan sólo mediatizado por la sequía y el hambre. La región sufre la expansión de una nueva milicia yihadista que ha impuesto su visión rigurosa de la fe musulmana. En febrero, mientras se discutía la manera de salvar el entorno lacustre, el Gobierno estadounidense otorgaba el sello de banda terrorista al Estado Islámico de África Occidental (ISWA), la organización que controla islas y riberas.

Los han calificado como una rama de Boko Haram, pero, en realidad, se han convertido en sus peores enemigos. Los nuevos radicales constituyen una escisión de aquella sangrienta banda y su líder es Abu Musab al-Barnawi, hijo de Mohamed Yusuf, fundador de la entidad salafista nigeriana. Sin embargo, sus estrategias difieren sustancialmente. Los primeros se valen del terror, mientras que los recién llegados apuestan por la captación de las masas previamente aterrorizadas.

LOS DATOS

  • uPoblación afectada. 17 millones 12 millones en Nigeria, 4 millones en Camerún, 704.000 en Níger y 518.000 en Chad.

  • uHambre El 60% de los habitantes de la región necesita ayuda alimentaria. La ONU espera «la peor temporada de carestía de los últimos cuatro años» por la sequía.

  • uGolpe de efecto La primera acción espectacular del ISWA fue en Yamena en 2015 contra un cuartel y una escuela de Policía.

El ISWA pretende atraer a los nativos proporcionándoles semillas, fertilizantes, leña o mataderos para sus reses, y prometiendo que tan sólo atacarán a los cuerpos de seguridad. Su objetivo es crear un califato en el entorno del lago, tal y como sus presuntos aliados intentaron en Siria e Irak. Esta facción se compromete a no agredir a campesinos, comerciantes o transportistas de ganado, armas y drogas como el Tramadol, un opiáceo en auge en todo el continente que ha originado un flujo ilegal de grandes proporciones. El ánimo es alentar la economía local de una zona marginal y degradada, cobrar impuestos e instaurar una Administración paralela a la de Nigeria, Camerún, Níger y Chad, los países que se reparten sus orillas.

LAS CLAVESLos han calificado como una rama de Boko Haram, pero se han convertido en sus peores enemigos Atraen a los nativos dándoles semillas, fertilizantes, leña o mataderos para sus reses

La cruel paradoja es que estos guerrilleros aspiran a reemplazar a los predecesores en las áreas rurales, allí donde no llega el Estado, dotando de seguridad a poblaciones abandonadas a su suerte. El propósito es protegerlas de las 'razzias' y ataques suicidas de Boko Haram, a la que un día pertenecieron e, incluso, envían mensajes a quienes han buscado refugio en los campos de desplazados invitándoles a que vuelvan a sus aldeas.

Ese apoyo a los más indefensos puede explicar su expansión, a pesar de que ambos grupos resultan intercambiables, ya que comparten el rechazo a la cultura occidental, la misma visión fundamentalista de la religión y maneras implacables con quienes se oponen a sus postulados. Tampoco el ISWA es un movimiento pacífico. El pasado verano, esta conciliadora banda asesinó a treinta pescadores remisos a esa propuesta de paz a cambio de tributos. Curiosamente, el crimen tuvo lugar en las inmediaciones de la ciudad portuaria de Baga, escenario del más violento ataque de Boko Haram. En enero de 2015, irrumpieron en esta población, donde se hallaban una base de la fuerza multinacional conjunta, y mataron a unas 2.000 personas.

135 niños kamikazes

Un mapa de una agencia norteamericana ha advertido de la magnitud del fenómeno. Las observaciones aéreas permiten sospechar que controlan el lago y su influencia penetra más de 160 kilómetros en los Estados de Borno y Yobe, epicentro de la insurrección. Algunas estimaciones hablan de entre 3.000 y 5.000 militantes, y las últimas sospechas los vinculan con el último rapto masivo de estudiantes y el desenlace feliz para todas las alumnas musulmanas, o el choque con una patrulla mixta del Ejército nigerino y tropas estadounidenses en el que perecieron cuatro soldados del Pentágono.

La lucha contra los yihadistas en sur del Sahel no ha finalizado, tal y como proclama el presidente nigeriano Buhari, sino que se ha complejizado. Las tropas siguen luchando contra Boko Haram, que mantiene su estrategia del miedo con acciones como la que condujo a una doble masacre en la ciudad de Mubi hace tan sólo cinco días. A lo largo del último año, la entidad ha utilizado a 135 niños kamikazes en golpes a uno y otro lado de la porosa frontera.

Frente a la comunicación grandilocuente y agresiva de Abubakar Shekau, el comandante de la primera organización, el ISWA ha mantenido un perfil sumamente discreto. No obstante, su primer golpe de efecto tuvo lugar contra un cuartel y una academia de policía en Yamena, la capital chadiana en 2015, cuando existía la convicción de que se trataba de un solo grupo armado.

La creación de facciones afines al Estado Islámico ya se produjo en zonas afectadas por la rebelión salafista como Libia, Yemen o Afganistán. Además, el entorno político del lago Chad propicia su expansión. El noreste de Nigeria sigue siendo una zona remota dentro de su propio país y el régimen sigue practicando una política de opacidad informativa que impide conocer la veracidad de sus campañas militares. La coyuntura tampoco es favorable en el resto de los países implicados. Níger es uno de los Estados más pobres del mundo y Camerún mantiene su lucha contra la penetración yihadista en la provincia del Extremo Norte, pobre y de difícil acceso. Chad, el gendarme regional, también sufre los embates de los radicales en una de sus áreas más marginadas.

El Gobierno del controvertido Muhammadu Buhari ha anunciado la puesta en marcha de una gran operación militar para desalojar a los milicianos, medida que responde a la retórica belicista de su Ejecutivo, pero los analistas aseguran que, hasta ahora, la iniciativa en la zona corresponde a los radicales. Según estas fuentes, en los últimos meses tan sólo se han producido bombardeos aéreos por Nigeria y ofensivas puntuales de las tropas chadianas con apoyo logístico de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Todo parece apuntar a que el bisoño ISWA y el veterano Boko Haram siguen creciendo y regenerándose a costa de la inoperancia local y alentando la influencia de los extremistas al sur del Sáhara.

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