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Aire contaminado en Beijing. efe
China, entre la espada y la pared del crecimiento y la contaminación

China, entre la espada y la pared del crecimiento y la contaminación

Aunque promete alcanzar la neutralidad de emisiones en 2060, aumentado su extracción de carbón en un millón de toneladas diarias por la falta de electricidad

PABLO M. DÍEZ

Miércoles, 10 de noviembre 2021, 10:22

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Atrapada entre la espada y la pared, China se debate entre el crecimiento económico y la lucha contra la contaminación que este genera. De forma bastante inoportuna, el dilema ha saltado en medio de la Cumbre del Clima que se celebra en Glasgow para combatir el calentamiento global. A la criticada ausencia del presidente Xi Jinping, que lleva casi dos años sin viajar al extranjero por el coronavirus, se ha sumado estos días una seria crisis energética coincidiendo con la llegada del duro invierno.

La tesitura no podía ser más complicada. Por un lado, Pekín fijaba el calendario para reducir sus emisiones contaminantes y alcanzar la neutralidad en el carbono en 2060, como anunció Xi el año pasado en la Asamblea General de la ONU. Por el otro, aumentaba la producción de carbón en un millón de toneladas diarias para paliar los apagones y el racionamiento de electricidad, que han afectado a millones de fábricas y hogares. A finales de octubre, la extracción de carbón subía hasta 11,5 millones de toneladas diarias, lo que pone en duda los planes de las autoridades para reducir la polución.

Pekín se ha propuesto alcanzar su pico de emisiones en 2030 y que el 25 por ciento de la energía sea de combustibles no fósiles

Su objetivo es alcanzar el pico de emisiones en 2030 y, a partir de ahí, ir reduciéndolas hasta alcanzar en 2060 la neutralidad. Es decir, contaminar lo mismo que puede limpiar por otros medios. Además de rebajar la intensidad de carbono en más del 65 por ciento con respecto a los niveles de 2005, China se ha propuesto también para 2030 que los combustibles no fósiles aporten el 25 por ciento de su energía, frente al 16 por ciento de la actualidad.

Se trata de un reto enorme porque el carbón genera ahora el 60 por ciento de la electricidad del país. A tenor de Bloomberg, sus miles de plantas térmicas aportan el 33 por ciento de las emisiones de CO2 de China. A su vez, estas copan el 28 por ciento de las emisiones globales. Con 1.400 millones de habitantes, es el país más contaminante del mundo en términos brutos: 13.920 millones de toneladas de gases de efecto invernadero en 2019. Aunque es más del doble de los 5.130 millones de toneladas de Estados Unidos, el segundo mayor contaminante con 330 millones de habitantes, per cápita está por debajo: 9,94 toneladas frente a 15,49. Para hacerse una idea comparativa, España, con 47 millones de habitantes, estaba en torno a las 5,52 toneladas per cápita en 2018, según los datos del Banco Mundial.

Debido a su enorme población y a las décadas que llevan contaminando los países más avanzados, este es el argumento al que se aferran China y otras naciones superpobladas en vías de desarrollo, como la India, para demorar el recorte de sus emisiones, que minaría su progreso económico.

Junto a Rusia, el cuarto mayor contaminante, ambos gigantes se negaron en Glasgow a firmar el compromiso de cien países para reducir entre 2020 y 2030 al menos un 30 por ciento sus emisiones de metano, el segundo gas de efecto invernadero más abundante. Como el metano calienta la atmósfera incluso más que el CO2 y representa el 17 por ciento de todas las emisiones, se calcula que esta medida contribuirá a reducir en 0,2 grados el cambio climático en 2050. Pero buena parte de sus emisiones vienen de la agricultura, junto a los residuos y la extracción de petróleo, gas y carbón, y China y la India prefieren no imponer restricciones a sus ya sufridos campesinos.

En lugar de eso, Pekín apuesta por las energías renovables, como la eólica, solar e hidroeléctrica, y la nuclear. Aunque no ha sido anunciado oficialmente, Bloomberg se basa en los últimos planes y documentos oficiales para estimar que China construirá 150 nuevos reactores nucleares en los próximos 15 años, más de los que el resto del mundo ha puesto en marcha durante las tres últimas décadas. Para ello, calcula una astronómica inversión de 440.000 millones de dólares (379.000 millones de euros).

De momento, hay 18 reactores en construcción y otros 37 en fase previa. Para los próximos cinco años, las autoridades esperan conectar a la red eléctrica 20 nuevos reactores, que se sumarán así a los 51 ya existentes. Todos están a pleno rendimiento menos el de Taishan, donde este año se detectaron unas fugas en sus barras de combustible que hicieron subir la radiactividad, pero sin escaparse del reactor.

Aunque ese es el riesgo de la energía atómica, China parece decidida a apostar por ella tras el parón que impuso después de la catástrofe de Fukushima en 2011, cuando se planteaba construir 30 centrales. Buena prueba de ello es que en enero, en la provincia costera e industrial de Fujian, se conectó a la red el primer reactor Hualong 1, capaz de producir 1,16 millones de kilovatios y dar electricidad a un millón de personas. El plan es extender dicho modelo porque su producción eléctrica reduce la contaminación en 8,16 millones de toneladas anuales de CO2 y el consumo de carbón en 3,12 millones de toneladas.

Para librarse de la polución, que alcanzó su pico en 2013, China se echará en brazos de la energía nuclear, cuyas consecuencias en caso de accidente son devastadoras. No le queda otra porque está atrapada entre la espada del crecimiento económico y la pared de la contaminación. Tras triplicar sus emisiones entre 2000 y 2018, la «fábrica global» vivió un respiro durante los primeros meses del coronavirus en 2020. Pero, en el primer trimestre de este año, subieron un 9 por ciento sobre los niveles pre-pandemia.

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