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M. AYESTARAN
J ERUSALÉN.
Viernes, 11 de mayo 2018, 00:48
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Israel quiere evitar a toda costa que Siria se convierta en un segundo Líbano y por eso atacó decenas de objetivos supuestamente relacionados con la presencia de Irán y Hezbolá en el país vecino. La república islámica es, junto a Rusia, el gran aliado militar de Bashar el-Asad, al que ha defendido desde que la revuelta que estalló en 2011 se convirtió en guerra. El apoyo de Teherán consiste en la presencia sobre el terreno de «al menos 20.000» combatientes, asesores e instructores militares, según las estimaciones de distintos expertos y analistas.
La república islámica es además responsable del reclutamiento de combatientes chiíes en Irak y Afganistán y ordenó el despliegue de la milicia libanesa de Hezbolá, actores que han resultado fundamentales en batallas como la de Alepo o Palmira, que luchan bajo el mando de Teherán al lado del Ejército de El-Asad. Aplastada la oposición al régimen sirio y acabado el califato erigido por el Estado Islámico (EI), Irán podía pensar ya en consolidar lo que califica de «eje de la resistencia», una línea que va de Teherán a Beirut, pasando por Damasco y Bagdad, y que le garantiza la amenaza permanente sobre su gran enemigo Israel.
El responsable de esta operación a gran escala es el general Qasem Suleimani, el hombre fuerte de la Fuerza Quds, el brazo de operaciones en el exterior de la Guardia Revolucionaria. La guerra contra el EI ha sacado a Suleimani de la clandestinidad y ahora es la cara más conocida de Irán en la lucha contra el grupo yihadista, pero también es el enemigo número uno para israelíes o saudíes, que le ven como el arquitecto de la expansión paramilitar de la república islámica en la región.
Israel tendría luz verde de EE UU para asesinarle, según informó el diario de Kuwait 'Al-Yarida' ya que le consideran «una amenaza para los dos países». Su número dos en Siria, Mohammad Reda Falah Zadeh, conocido como Abu Baker, también estaría en el punto de mira de las autoridades hebreas y norteamericanas, tal y como recoge este periódico.
El mes pasado, tras el derribo de un dron iraní que se dirigía a Israel, el Ejército del Estado judío reveló que los combatientes persas estaban desplegados en al menos cinco bases y aeropuertos militares sirios, una presencia calificada de «línea roja» por los dirigentes hebreos. Uno de ellos, el aeropuerto T4, situado en mitad del desierto entre Homs y Palmira, fue objetivo de Tel Aviv.
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