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ANNAN Y EL MUNDO

DANIEL REBOREDO. - HISTORIADOR Y ANALISTA POLÍTICO

Domingo, 19 de agosto 2018, 00:10

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La coyuntura global que vivimos es de alta complejidad, con problemas tan preocupantes como la guerra y la violencia, generadoras del desplazamiento de millones de inmigrantes con sus consiguientes crisis humanitarias; la lenta recuperación económica, dispar e incierta; la inequidad y la desigualdad; el cambio climático y, fundamentalmente, un sistema, el capitalista neoliberal, que hace aguas y que nos lleva a la conflagración final. Cuando Bertrand Russell escribía que «el capitalismo y el sistema salarial deben ser abolidos; son monstruos gemelos que devoran la vida del mundo» y que en su lugar «necesitamos un sistema que mantenga a raya los impulsos depredadores de los hombres» estaba vislumbrando lo que al cabo del tiempo se ha convertido en una triste realidad. Recordemos que en estos momentos la mayor parte de la economía mundial está inmersa en un modelo de autodestrucción definitiva, que las vidas y los medios de subsistencia de los ciudadanos están el centro del mismo y que éste ha alimentado la codicia corporativa, hecho pedazos el contrato social y propiciado una desigualdad imposible de soportar a largo plazo que, más pronto que tarde, dará lugar a conflictos trágicos.

Pues bien, en la citada coyuntura se produce la muerte de Kofi Annan, séptimo secretario general de Naciones Unidas y Nobel de la Paz en 2001. Personaje con luces y sombras, como cualquier persona, que al poco de fallecer ha recibido los consabidos ataques de quienes se sitúan por encima del bien y del mal. El legado en el ámbito del desarrollo de Annan es muy valorable y sus dos mandatos sirvieron para dar al organismo un perfil político que nunca gustó a las grandes potencias.

Su intención de consolidar el papel mundial de la institución le llevó al compromiso directo con temas como el cambio climático, los objetivos del milenio contra la pobreza y los fondos para luchar contra la malaria, el sida y la tuberculosis. Nadie puede negar su papel como político y diplomático a nivel global, aunque las sombras de su mandato (programa Petróleo por Alimentos para Irak y denuncias por abusos sexuales de cascos azules) deteriorasen mucho su reputación y oscurecieran sus logros anteriores.

Nada diferente a la historia de la ONU, con muchos capítulos exitosos y otros tantos reveses, pero que sigue siendo la herramienta más fuerte y universal de un multilateralismo que ha permitido que de su seno nacieran los principales instrumentos de defensa de los derechos humanos, para proteger a las personas de la discriminación racial, la tortura o las desapariciones forzadas y que constituyen un legado indiscutible.

No existen bondad ni maldad, ni amistad ni enemistad y que ni siquiera hay errores en las relaciones que mantienen los imperios con sus vasallos. Todo ello se enmarca en los intereses creados y la geopolítica global así lo manifiesta. Kofi Annan tuvo que enfrentarse a ellos y no lo hizo mal.

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