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Hijos  de la guerra

Hijos de la guerra

Joanna Francis y Ben Sansum viven anclados en los años 40, copiando los usos y modas de la Inglaterra que se enfrentó al avance de Hitler

ISABEL IBÁÑEZ

Domingo, 27 de mayo 2018, 00:49

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En sus casas suenan melodías de Glenn Miller, el gran músico de swing que fue Mayor del Ejército estadounidense y que murió en circunstancias no aclaradas durante la Segunda Guerra Mundial. La teoría más plausible asegura que el motor de su avión, con el que había despegado de Inglaterra para ir a París a animar la Navidad a las tropas, dejó de funcionar y cayó al océano; aunque también se baraja que fuera derribado de forma accidental por un bombardero británico que cruzaba el Canal de La Mancha tras una operación en Alemania. Historias como esta y la estética de la década de los 40 del siglo pasado fueron las que atraparon a Joanna Francis y Ben Sansum, dos ingleses que viven anclados en aquel entonces. Ni son pareja ni viven juntos, pero comparten una pasión que les ha llevado a dedicar buena parte de su vida y sus ahorros a lograr que sus hogares (y su propio aspecto) les permitan llevar la existencia que hubieran deseado; ahora bien, sin los riesgos de una contienda que sacrificó a 400.000 británicos.

Joanna Francis, 43 años, suele recrear los apagones e intentó incluso alimentarse un año con lo que podría ser el equivalente al racionamiento, sandwiches de queso fundamentalmente, pero ella misma se dio cuenta de que había llegado «demasiado lejos». «Crecí escuchando las historias de juventud de mis abuelos y cada vez que había viajes escolares a museos me sentía atraída por las exhibiciones de tiempos de guerra, y solo quería que aquellas habitaciones cobraran vida». Dicho y hecho. Su hogar en Burton Upon Stather, condado de Lincolnshire, al este de Inglaterra, ha tardado unos diez años en adquirir su aspecto actual, que es en realidad el de hace 80 años, con cinta blanca antiexplosión colocada en aspa en todas las ventanas.

Tiene incluso un refugio antiaéreo en el jardín donde duerme de cuando en cuando, para protegerse de posibles 'ataques enemigos'. El retrete está también allí. Y no hay agua corriente caliente. Así las cosas, tampoco hay lavaplatos ni lavadora. Y qué decir de la tecnología... nada de televisión u ordenador, tan solo un teléfono móvil (para atender las llamadas de su trabajo de limpiadora a tiempo parcial) desvela que esto se trata de un capricho, una pasión 'vintage'. Por cierto, lo tiene configurado para que cuando llamen suene una sirena de aviso de ataque aéreo... Otra muestra de hasta dónde ha llegado su pasión.

Que es muy lejos, porque Joanna, en su búsqueda de una persona con la que compatir su vida en el pasado, promete ser una «esposa tradicional, poniendo el té sobre la mesa y haciendo el lavado y el planchado... He tenido algunos novios, porque sé que resulto original, pero una vez que la novedad desaparece, bueno, la mayoría de las personas encuentran bastante difícil vivir así. Yo me haría cargo de todos los quehaceres, pero el problema es que la mayoría de personas que quieren este tipo de ama de casa tienen más de 90 años o están muertas. Tal vez tenga que admitir que nací unas décadas tarde», acepta, vestida con su uniforme auténtido de 'land girl' (con los hombres en el frente, miles de británicas se hicieron cargo de las tareas del campo para proveer de alimentos a la población).

Cerca de allí...

No está sola en esto. No muy lejos queda la casa en Godmanchester, condado de Cambridgeshire, de Ben Sansum, un azafato de la compañía aérea British Airways de 38 años. Como Joanna, Ben también tardó una década en adecentarla a su gusto, tarea en la que ha empleado, dice, 10.000 libras (11.300 euros) y que comprende el papel 'vintage' de la pared, alfombras, fogones, la bañera exenta de metal y un inodoro en el exterior, la última pieza, la que completó el trabajo y le dejó satisfecho.

«Me encanta viajar atrás en el tiempo. No podría vivir una vida completamente moderna -declaró al tabloide británico 'Mirror'-. Ha sido un desafío encontrar todas las piezas a lo largo de los años. Tienes que conformarte con lo que puedes a veces, es un poco como la actitud de la guerra en ese sentido. La estufa me costó 2.000 libras y tuve que restaurarla adecuadamente. No hay muchas personas en el país que puedan hacerlo. También encontré cosas en la basura cuando paseaba al perro, porque cuando comencé a coleccionar, hace 25 años, mucho de esto se consideraba basura vieja. Ahora se clasifica como 'vintage' y, por lo tanto, es caro».

Como Joanna, también disfruta con los apagones, aunque él no llega a recrearlos: «El otro día hubo un corte de energía; otras personas de mi calle estaban como perdidas, pero yo solo tuve que encender mis lámparas de gas y cocinar en el fuego. No hubo ningún problema. Vivir así puede no ser del gusto de todos, pero me encanta; tiene una verdadera atracción romántica». Como Joanna, reconoce disfrutar con los quehaceres domésticos, pese a que esta afición los convierte en un trabajo duro, muy alejado de las comodidades del siglo XXI que les rodea sin contaminarles. «Pero la vida parece mucho más simple. Es encantador cocinar la cena, preparar té en la estufa y poner registros en el gramófono», asegura. Creció con su madre cantándole canciones de aquella época y con su abuela contándole historias de ataques aéreos en Londres mientras su abuelo conducía una ambulancia bajo las bombas.

Pero lo que acabó por convencerle fue el ver con 9 años la película 'Hope and Glory' ('Esperanza y gloria'), que cuenta la historia de un niño en Londres durante la Segunda Guerra Mundial. «Me obsesioné con los años 40 y ya de adolescente empecé a vestirme así. Los compañeros me miraban raro, pero era capaz de darles la clase de historia». Suele invitar a escolares y personas mayores a que conozcan o reconozcan el pasado: «Algunas que ahora tienen entre 80 y 90 años simplemente se sientan en el sofá y se quedan en silencio. Es hermoso ver esas reacciones».

Quizá podría Joanna ir a visitar a Ben montada en su bicicleta Raleigh de 1937... O acercarse él hasta la casa de ella montado en el Morris 12 de 1939 que se compró con 21 años. Sin adelantar acontecimientos, aunque solo fuera como amistad o para disfrutar juntos de una tarde de melodías: «Disfruto con una cerveza o un vaso de whisky mientras escucho a Al Boley, Glenn Miller, Max Miller, George Formby...», dice Joanna. Justo lo que suele pinchar Ben en su viejo gramófono: «Me encanta la música. Tengo discos de Vera Lynn, Ann Skelton, Glenn Miller... Lo que haga falta».

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