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TEXTO: ANTONIO CORBILLÓN FOTOGRAFÍA: BIJU BORO/ AFP
Domingo, 24 de junio 2018, 00:10
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Este hombre porta sobre su cabeza uno de los mayores desafíos de la humanidad. La cultura de usar y tirar hace que cada año añadamos cinco billones de bolsas de plástico desechables a la naturaleza. El 50% serán de un solo uso. Utilizamos una cada 12 minutos por habitante. Pero algunas tardan 500 años en descomponerse. Nadie en el vertedero de Boragaon, en la ciudad india de Guwahati (cerca de la frontera con Bhután), piensa en todas estas estadísticas. En este basurero del tamaño de 400 campos de fútbol, un centenar de familias considera un tesoro lo que para otros era una molesto desecho. Sagas al completo, de abuelos a nietos, que buscan cada día su pequeño y roñoso maná de la subsistencia.
Con unos ganchos grandes clasifican los residuos: un pedazo de metal aquí, un bote allá. Ellos no piensan en lo que es salubre, seguro o útil. Sino en los dos dólares que ganarán cada día entre todos si la cosa se da bien. En su inalterable coherencia, sus casas están construidas de material reciclable. Nadie en Boragaon tiene luz eléctrica o agua corriente. Pero tampoco les gana nadie a reutilizar lo que colectan. Un viejo frigorífico puede ser el mejor ropero. De prendas de tercera mano, claro.
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