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Soldados chinos montan guardia en una plaza de la ciudad de Chengdu frente a la efigie de Mao Zedong. :: z. aldama
China extiende sus tentáculos

China extiende sus tentáculos

El régimen de Pekín aprovecha su poderío económico para poner en marcha sofisticadas estrategias de influencia en Occidente

ZIGOR ALDAMA

Domingo, 20 de enero 2019, 00:02

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El 19 de octubre de 2017, en la Universidad de Salamanca se inauguraron las Jornadas Culturales de Taiwán. Organizadas por el Área de Estudios de Taiwán dentro del programa del Máster de Estudios de Asia Oriental, incluían conferencias y actividades aparentemente inocuas, relacionadas con asuntos como las artes marciales, la danza y el canto, repartidas en tres días. Sin embargo, el 24 de octubre, víspera de la segunda jornada, el decanato de la Facultad de Ciencias Sociales decretó la cancelación de las actividades.

La razón de esta súbita decisión, cuenta la docente Shiany Pérez-Cheng, hay que buscarla en el rechazo que las jornadas provocaron entre las autoridades chinas. La Embajada de la República Popular, que considera a Taiwán parte indivisible de su territorio aunque la isla se gestiona como un Estado independiente, lo trasladó así en un correo electrónico remitido al decano José Manuel del Barrio: «Estamos totalmente insatisfechos y preocupados por el acto (...) No consentimos la celebración de dicho evento», escribió la encargada de Asuntos Educativos. «Exigimos que su universidad se adhiera al principio de Una Sola China y que tome medidas prácticas para eliminar los efectos adversos».

Al día siguiente, el Decanato sucumbió. Sin embargo, Pérez-Cheng, una de las organizadoras de las Jornadas e investigadora en Relaciones Internacionales, Seguridad y Defensa en la región de Asia-Pacífico, asegura que la decisión no la tomó el centro universitario. «Cuando recibió el email, la Universidad de Salamanca contactó con el Gobierno de España. Las instrucciones de cancelar los eventos programados llegaron desde Madrid», asegura a este periódico.

«Nuestro eslogan es: 'Escribe sobre China, influye al mundo'»

Este es solo un ejemplo cercano de la creciente influencia con la que China extiende sus doctrinas por el mundo. Pérez-Cheng lo engloba en la ambiciosa estrategia con que convierte su poderío económico en una influencia que trasciende el ámbito diplomático. «Es de dominio público que China es acreedor de deuda de España, aunque se desconoce el porcentaje exacto. También es conocida la política española de puertas abiertas a inversiones de Pekín», apunta la académica. No en vano, España trata de captar el interés del capital chino en todos los sectores: desde el inmobiliario hasta el industrial, pasando por las infraestructuras. Y eso se ha traducido en inversiones récord que generan una supeditación económica.

«Se suele argumentar que la dependencia española de China es consecuencia directa de la crisis económica que comenzó en 2007. Sin embargo, ya desde la época de la matanza de Tiananmen, cuando la comunidad internacional congeló temporalmente sus relaciones con Pekín, España aprovechó el vacío dejado y tomó la decisión de convertirse en la 'mejor amiga de China en Europa', apoyando sus políticas e intereses. Como reza el dicho popular español, de aquellos polvos vienen ahora estos lodos», apostilla Pérez-Cheng.

La ideología de Confucio

El término propaganda remite al pasado. Evoca imágenes en blanco y negro y voces profundas que exaltan de forma exagerada las bondades de regímenes y las hazañas bélicas. Pero lo cierto es que la propaganda continúa muy viva en el siglo XXI. Se ha sofisticado para pasar más desapercibida, juega al despiste en el ciberespacio con noticias falsas, y se ha globalizado tanto como la economía. China se percibe como el mayor impulsor de lo que ahora se conocen como operaciones de influencia, un término amplio que engloba la propaganda tradicional y también una sistemática cadena de acciones diferentes ámbitos.

El universitario es uno de los que están en la diana de Pekín. Y para disparar con bala utiliza los Institutos Confucio, que, según su propia página web, ofrecen 9.000 cursos de estudios chinos a 260.000 estudiantes repartidos por todo el mundo. A diferencia de lo que sucede con los Institutos Cervantes, que se establecen de forma independiente, los que llevan el nombre del principal filósofo chino anidan en centros educativos extranjeros a los que pagan importantes sumas de dinero por los servicios que les prestan. La Universidad de Salamanca, por ejemplo, está negociando actualmente un convenio con el Instituto Confucio.

«Estos centros son un arma de propaganda del Partido Comunista de China. Coaccionan la libertad académica, favorecen la censura, la autocensura, la discriminación en la contratación del profesorado y suponen además un peligro para la seguridad nacional», denuncia la plataforma ciudadana Stop Instituto Confucio, que exige que estos centros se desvinculen del sistema educativo oficial. Porque la plataforma asegura que esta colaboración también provoca confusión. «Los padres llevan a sus hijos al Instituto Confucio pensando que los profesores y el currículo están, de alguna manera, controlados por la universidad de su ciudad. Sin embargo, son centros completamente controlados por el régimen chino».

Esa vinculación ha provocado polémicas en diferentes países, y en Estados Unidos se ha llegado a cerrar ya una veintena de centros. No obstante, más difícil de controlar es la ofensiva mediática china. Los dirigentes comunistas siempre han denunciado que los medios occidentales están enrocados en la crítica constante de todo lo relacionado con China, y han decidido contrarrestar esta mala imagen con las mismas armas y sin escatimar recursos. La cadena oficial CCTV ha abierto canales en diferentes idiomas -incluido el español- bajo la marca CGTN, de forma similar a lo que ha hecho también la rusa RT, y Pekín destina un presupuesto abultado al encarte de suplementos propagandísticos en diarios de prestigio.

Información pagada

Pérez-Cheng critica duramente a los medios de comunicación que aceptan esa publicidad porque considera que se convierten en vehículo del poder incisivo de China. «Se caracteriza por combinar información, desinformación y manipulación, para hacer avanzar la agenda política e ideológica de Pekín en el extranjero», dice. Y no es la única que piensa así: el propio Donald Trump ha denunciado en Twitter que China «paga por publicar propaganda en diarios estadounidenses haciéndola pasar por información».

Un periodista español que trabaja en CGTN, y que pide mantenerse en el anonimato, reconoce que su autonomía en la redacción de noticias es muy limitada. «Nos limitamos a traducir lo que nos envían, o los teletipos que llegan de Xinhua. Si la información tiene algún carácter político, tiene que ser revisada siempre por uno de los jefes chinos y no se puede cambiar ni una coma. Además, el presidente Xi Jinping tiene que estar siempre presente en el informativo, generalmente abriéndolo», cuenta.

El Gobierno chino se ha marcado el objetivo de «contar correctamente la historia de China», incidiendo en el incontestable desarrollo económico y social de las últimas cuatro décadas. Nunca antes un país ha crecido al ritmo de China y nunca se ha logrado sacar de la pobreza a tanta gente. Además, a pesar de ser ya la segunda potencia mundial, China afirma no inmiscuirse en los asuntos de terceros países. «Antes nuestro eslogan era 'deja que China salga al mundo y que el mundo entienda a China', pero ahora es: 'escribe sobre China, influye al mundo'», resumió una periodista del diario oficial 'China Daily'.

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