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El día de la marmota

El día de la marmota

La España periférica ·

Xavier Fernández

Sábado, 20 de abril 2019, 09:55

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Si Harold Ramis decidiera filmar la segunda parte de 'Atrapado en el tiempo', lo tendría fácil para localizar interiores: el Parlamento de Cataluña y el Congreso. Sin olvidar las sedes de los partidos políticos.

A cualquier catalán nos iría de perlas el papel de Bill Murray. Vivimos un permanente Día de la Marmota político. Nos despertamos y en la televisión, la radio, la prensa, las redes… se repiten una y otra vez frases como 'presos políticos', 'aplicaremos un 155 sin límite y en profundidad', 'obedecemos el mandato del 1-O', 'los independentistas son xenófobos', 'es un juicio político', 'no puede haber indulto para los golpistas'…

En estas elecciones, Cataluña se juega seguir siendo un país, una comunidad autónoma, una región… (que el lector la denomine como le plazca) donde todo el mundo ha sido siempre bienvenido, donde el castellano y el catalán se alternan en la misma conversación, donde la familia y la amistad están por encima de la política.

La sociedad catalana está dividida, cierto, pero no hay problemas de convivencia. Hay incidentes, sí, pero son muy minoritarios.

El presidente de la Generalitat, Quim Torra, solo representa a la mitad de los catalanes. Correcto. Pero la jefa de la oposición, Inés Arrimadas, solo representaría a la otra mitad si gobernase. Cataluña está atrapada entre los del «sí o sí» y los del «no, no, no, no». Es agotador.

El 28 de abril Cataluña se juega su más preciado don, el seny. Los catalanes estamos huérfanos de líderes que prioricen al ciudadano por encima de su partido o sus ideas. Esa ansia por normalizar la situación y por que los políticos piensen en Catalunya y España y no las manipulen en su beneficio es lo que explica los resultados de los comicios generales de 2015 y su repetición en 2016.

Cataluña se juega su propia esencia el 28-A. Un 155 que interviniera nuestra TV, nuestra educación, nuestra policía… sería un desastre absoluto y un error político mayúsculo, tanto como el perseverar en el camino hacia el precipicio independentista. Ya no habría vuelta atrás.

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