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Rafael Nadal y Novak Djokovic posan con los trofeos como subcampeón y campeón del Abierto de Australia 2019, respectivamente. :: afp
Djokovic humaniza a Nadal
OPEN DE AUSTRALIATENIS

Djokovic humaniza a Nadal

El tenista serbio rozó la perfección y destrozó a un tímido y compungido rival para conquistar su decimoquinto grande y superar a Sampras El español nunca había perdido una final de un Gran Slam en tres sets

ENRIC GARDINER

MADRID.

Miércoles, 6 de febrero 2019, 17:30

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Rafael Nadal apretaba el gesto, cerraba los ojos y alzaba levemente la cabeza hacia el cielo de Melbourne. Sus facciones se contraían y su tenis también. Otro golpe ganador se colaba entre su defensa. Novak Djokovic le estaba minimizando de una manera casi insultante. No había rabia ni ira en la mirada del español. El serbio se entretenía disponiendo sus golpes para desmenuzar a Nadal reduciéndolo a una condición inerte y prácticamente sin vida. Sobre la pista, solo hubo uno. Anticipada como una final histórica, Djokovic, caracterizado en maquinaria infernal, convirtió el partido por el título en un monólogo (6-3, 6-2 y 6-3) y desplazó a Nadal en su llegada al decimoquinto Grand Slam, el que le desmarca de Pete Sampras y le deja a tan solo dos de los que marca el palmarés del español.

Se escondía el sol por Melbourne cuando Nadal y Djokovic recorrían los últimos metros hacia la pista. La pasarela habitual hasta el azul cemento se transformaría minutos después en el momento en el que más cerca estuvieron ambos.

Djokovic adelantó metros, se comió la pista y arrebató cualquier estrategia posible a Nadal. El encuentro se jugó en sus términos y bajo sus reglas. Le costó cuatro juegos ganar dos puntos al español. En el primer set, solo un punto al resto. Nadal duplicaba en errores no forzados a Djokovic. La masacre era tal que no había ni expresividad en el gesto de Nadal. La derrota era dura y merecida.

Se atisbó cierta agresividad en el balear cuando golpeó con el puño su raqueta. Empezaba el segundo parcial después del carrusel de ganadores que fue el primero y el español se situaba set y 'break' abajo. Solo alguna concesión en el servicio del de Manacor le permitió sobrevivir en el partido.

Todo lo que tocaba el serbio se tornaba en ganador y Nadal avistaba el marcador buscando un final rápido e indoloro. Ni los ánimos de su entrenador, Carlos Moyá, desde la grada causaban un cambio notorio en la actitud del balear, machacado y sobrepasado por la infalible artillería balcánica.

Por la vía rápida

No se recordaba una afrenta tal al campeón de 17 grandes en una final. Nunca había perdido un partido por un título de Grand Slam en tres sets, pero Djokovic no estaba dispuesto a ceder más que algún juego aislado que dejara abierta la puerta a una remontada que Nadal nunca estuvo cerca de abrir.

A la hora y 47 minutos de refriega, llegó el primer punto de rotura a favor del español y un revés a la red lo enterró. Djokovic se golpeó el pecho y certificó lo que estaba escrito desde muchos minutos atrás. Sus 34 golpes ganadores y 9 errores no forzados -por los 28 del manacorense- prevalecieron sobre un Nadal tímido, nervioso y timorato que nunca había cedido una final de Grand Slam tan rápido.

Sin piedad

El serbio, carente de piedad y remordimiento, levantó la copa plateada por séptima vez en su carrera y superó al estadounidense Pete Sampras con 15 Grand Slams en su vida; cinco menos que Roger Federer y con una brecha de dos con su espectador, que no rival en la Rod Laver Arena.

La tercera final perdida en Australia, tras las de 2012 y 2014, aparta a Nadal de conseguir el sueño de ser el primer tenista en la era abierta en doblar todos los Grand Slams. La tierra de Djokovic quedará como la más esquiva de todas las capitales tenísticas. Esa que le hacer torcer el gesto a Nadal, cerrar los ojos y sentir cómo el serbio se los abrió en una de las mayores exhibiciones a las que el español ha tenido que hacer frente.

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