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Alonso durante el Gran Premio de Francia. EFE
McLaren hunde a Alonso en Paul Ricard
Gran Premio de Francia

McLaren hunde a Alonso en Paul Ricard

El asturiano abandona en una carrera en la que iba a acabar último o penúltimo con suerte

David Sánchez de castro

Domingo, 24 de junio 2018, 08:32

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Lewis Hamilton sumó su sexagésimo quinta victoria en Fórmula 1 en una carrera en la que le salió todo a pedir de boca. El inglés, que fue uno de los pocos en no sufrir ni un mínimo incidente, sale de Paul Ricard con la sensación de que puede arrasar en este pequeño maratón de tres Grandes Premios consecutivos, toda vez que el Mercedes está en una posición preponderante con respecto a sus rivales. El podio lo completaron un Max Verstappen que también se reivindica tras las primeras polémicas carreras y un Kimi Räikkönen que vio cómo su compañero Sebastian Vettel cometía un error que debería haberle mandado fuera de carrera.

Mucho peor le fue al que hace no tanto se coronó emperador en el circuito más mítico de Francia. La esquizofrenia deportiva que vive Fernando Alonso ha visto su punto álgido en apenas una semana. En siete días, ha pasado de estar bañado en champán tras haberse proclamado con Toyota campeón de las 24 horas de Le Mans a hundirse en el GP de Francia de Fórmula 1 con un McLaren que ni está para luchar por podios ni lo va a estar salvo un cataclismo.

Alonso abandonó en un Gran Premio que le hubiera dado tanto lo mismo haber acabado. El asturiano no tuvo ni ritmo, ni velocidad, ni suerte, ni, como se quejó a voces por la radio (se echaba de menos) «ni frenos, ni ruedas, ni puntos». Sin lugar a dudas, este ha sido el peor fin de semana que han pasado en McLaren desde que comenzó la temporada, todo en medio de una atmósfera enrarecida por los vientos que soplan contra los jefes de la escuadra británica.

A Alonso le tocó ser el daño colateral del primer (y prácticamente único) incidente serio de carrera. En la primera vuelta, a Vettel se le fue la cabeza y decidió que era buena idea intentar meterse entre los Mercedes, aunque eso conllevara embestir a Valtteri Bottas. El resultado fue que ambos acabaron al fondo de la parrilla, con bastante más suerte para el de Ferrari que el de Mercedes, como demuestra el resultado final. El español también se tocó con Vettel, pero mientras el de rojo siguió su camino, el de McLaren trompeó. Y ahí se fueron sus opciones de puntuar.

Tocado, con un monoplaza con un rendimiento paupérrimo y un sufrimiento para ser mínimamente competitivo que no se veía desde hacía varias carreras, Alonso fue bregando vuelta a vuelta hasta que estalló por la radio. «¡Y no me importa!», remató, dejando bien claro que poco o nada tiene que pelear en la Fórmula 1, si tanto le da acabar duodécimo que decimosexto, mientras no pueda competir con los de arriba. Al final, casi fue un alivio que se rompiese la suspensión en la última vuelta. Se ahorró tener que pasar por meta, y sólo metió el coche a boxes para formar como el último que abandonó la prueba.

En siete días, Alonso ha pasado de ser el líder indiscutible de una carrera como las 24 horas de Le Mans, con una de las mayores exhibiciones nocturas que se recuerdan en la época reciente, a arrastrarse por la pista con un coche netamente inferior ya no sólo a los líderes de la competición, sino a los últimos. Pasar a Charles Leclerc, el gran diamante de esta temporada de Fórmula 1, se convirtió en un imposible para el español, que sólo espera que lo de Paul Ricard haya sido un lamentable bache en el camino.

Las vueltas en el podio de Sainz

El accidente de Vettel, el que protagonizaron los franceses (Ocon y Gasly abandonaron, Grosjean siguió con más suerte que mérito) y su propia inteligencia, permitieron a Carlos Sainz rodar durante unas pocas vueltas en tercera posición. No era virtual, ni gracias a paradas en boxes ni similar: fue un tercero con todas las letras. En la clasificación de carrera, primero fueron durante un momento Lewis Hamilton y Max Verstappen, con el español detrás.

Poco dura la alegría (y la comida) en casa del hambriento. A Daniel Ricciardo le costó muy poco quitarse de encima a uno de los hombres que suenan para sustituirle en Red Bull, y poco a poco Sainz vio cómo su objetivo real pasaba a ser un sexto puesto, que es el máximo lugar al que aspira en una carrera sin lluvia ni incidentes raros.

Cuando ya tenía prácticamente amarrado el sexto puesto, empezó a notar que algo no iba bien en su coche. El MGU-K, como se detectó inmediatamente, se había estropeado. 130 CV de potencia eléctrica dejaron de empujar al coche amarillo, para desquicie propio y de los miles de fans de Renault que poblaban las gradas. Ahí apareció la suerte, en forma de reventón de neumático de Lance Stroll. El canadiense de Williams estrelló su coche a falta de tres giros, se desplegó el coche de seguridad virtual y, pese a que Sainz iba notablemente más despacio que el resto, al no poder adelantar, se quedó con una octava posición que sabe a oro.

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