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VÍCTOR SOTO
Domingo, 25 de febrero 2018, 23:35
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Para empezar, seamos sinceros. La lectura del quince de la selección española que ayer logró una gesta histórica requiere, al menos, paciencia y disciplina. Apellidos de origen francés, neozelandés o incluso italiano con pasaje a Argentina se entremezclan con los más típicos de España. Eso, está claro, demuestra que el nivel del rugby nacional dista de ser el de una superpotencia. Pero la sinceridad es un aburrimiento y además estomaga. ¿O acaso usted les comenta a su jefe, su pareja o su vecino todo lo mejorable que ve en ellos?
Pues eso. Apellidos aparte, la selección que ayer en Madrid superó a Rumanía e hizo vibrar a centenares de miles de personas logró algo apenas imaginable. Sólo en una ocasión el quince del león ha logrado llegar a la fase final de un Mundial. Ahora, está a dos pasos (Alemania y Bélgica) de repetir. ¿Qué significa eso? Pues, probablemente, casi nada. Porque las pensiones seguirán creciendo en un porcentaje ridículo, la educación continuará siendo un desastre, la inversión en obra pública o sanidad no se multiplicará y los contratos laborales acabarán firmándose por minutos.
Pero resulta reconfortante saber que un grupo unido, plagado de inmigrantes (hoy vale la demagogia) y con todo en contra ha sabido superar los obstáculos que se han cruzado en su camino hasta asomarse a una cita que en España no dice gran cosa, pero que en cómputos globales, es el tercer acontecimiento deportivo más seguido del mundo.
Personalmente, disfruté con el partido porque España firmó 80 minutos memorables y porque ganó. Pero, sobre todo, porque las semillas sembradas por decenas de jugadores, técnicos, clubes y aficionados está sirviendo de algo. Me alegré por el Rugby Rioja, que ha aguantado años de dilaciones hasta poder contar con un campo en Pradoviejo y que lo está aprovechando. Aplaudí por los canteranos y por los que se acercan a este deporte, tan bruto en apariencia y tan noble en espíritu. Y porque el rugby tenga un minuto (aunque sea uno) de gloria. Y porque siga habiendo motivos para creer en nuestra capacidad de romper barreras.
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