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Semenya celebra su triunfo.
Sexo en la pista
Atletismo

Sexo en la pista

La sudafricana Caster Semenya, con perfil hormonal masculino, gana la final de los 800 metros

J. Gómez Peña

Domingo, 21 de agosto 2016, 02:38

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Cada vez que gana, todo el mundo habla de su sexo. La sudafricana Caster Semenya no tuvo rival en la final de los 800 metros. Mandó al principio y remató en la última recta. Paró el cronómetro en 1.55.28, con más de un segundo de ventaja sobre Francine Niyonsaba (Burundi, 1.56.49) y Margaret Wambui (Kenia, 1.56.89). Semenya era la favorita. ¿O el favorito? Esa pregunta se pega a su sombra como una maldición.

Es la mujer más desnuda del planeta. En 2009, cuando con 18 años ganó el Mundial en la prueba de los 800 metros, su aspecto varonil y musculado deletreó una duda cruel: ¿Es un hombre? Fue puesta bajo la lupa por las autoridades deportivas. Tuvo que someterse a análisis médicos y hormonales. Semenya nació con unos órganos sexuales diferentes, sin útero y con testículos internos. Su tasa de testosterona natural -hormona que interviene en la potencia muscular- es tres veces superior a la de una mujer. Esos datos íntimos fueron difundidos. Y la atleta, humillada en público.

El Comité Olímpico Internacional (COI) y la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) tomaron medidas: redactaron una norma destinada a los deportistas de sexo difuso. A las mujeres con características de hombre les obligaron a someterse a un tratamiento hormonal que rebajara su tasa de testosterona. La ciclista canadiense Kristen Worley, que nació hombre y desde 2001 es mujer, denunció al COI, la AMA, la Unión Ciclista Internacional (UCI) y la Federación de su país porque ese tratamiento ha deteriorado su salud. De hecho, no ha podido estar en los Juegos de Río. La norma se basó en estudios hormonales: el nivel de testosterona de los hombres va de 9 a 38 nmoles/litro. El de las mujeres, de 0,5 a 2,4 nmoles/l. A los atletas como Semenya se les permitía alcanzar hasta 10 nmoles/l.

Pero el año pasado una deportista india, Dutee Chad, recurrió esa norma ante el Tribunal de Arbitraje del Deporte (TAS), que ha suspendido ese artículo hasta julio de 2017. Eso les ha liberado del tratamiento hormonal. Semenya y su voz grave han vuelto al foco. En Sudáfrica es un símbolo de la liberación sexual. Está casada con una mujer, Violet, estudia Educación física y a eso quiere dedicarse, a enseñar atletismo y fútbol a los niños. En 2012, tras ser segunda en la final olímpica de los 800 metros, cayó en la depresión. Su sexo estaban en todas las pantalla. Fue acribillada. Se refugió en los suyos y en su antigua entrenado, María Mutola, otra deportista de aspecto masculino. Ahora, Semenya ha vuelto y parece capaz de batir uno de los récords más viejos, el de los 800 metros de Jarmila Kratochvilova (1.53.28), logrado en 1983. La checa también parecía un hombre.

Ni ella ni Semenya son las primeras. Stella Walsh, que nació polaca y luego fue estadounidense, ganó los 100 metros en los Juegos de Los Ángeles 1932 y la plata en Berlín 1936. Tenía un rostro rudo, se casó con un boxeador con el que sólo duró un par de meses y siempre tuvo que soportar comentarios sobre su falta de feminidad. En diciembre de 1980, ya con 69 años, unos ladrones quisieron quitarle el bolso. Se resistió y recibió un disparo. Murió. Al hacerle la autopsia se comprobó que no tenía ni útero ni ovarios, pero sí un pequeño pene atrofiado y dos testículos interiores. ¿Hombre o mujer? El jefe de la investigación lo zanjó así: "Stella nació mujer, vivió como mujer y murió como mujer".

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