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Javier García Chico, en uno de los intentos que le llevaron a la final de la prueba de salto con pértiga. :: R. C.
Un Chico muy grande y  un Bubka muy pequeño
25 AÑOS DE BARCELONA 92

Un Chico muy grande y un Bubka muy pequeño

El catalán logró un sorprendente bronce en pértiga, donde el favorito pinchó

PEDRO GABILONDO

MADRID.

Sábado, 12 de agosto 2017, 23:53

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El pasado 22 de julio, Javier García Chico vivió una doble fiesta: cumplió 51 años y subió al podio de estadio Serrahima para ser homenajeado al cumplirse un cuarto de siglo de su sorprendente medalla de bronce en la prueba de pértiga de los Juegos de Barcelona. Es decir, que Chico tenía 26 años recién cumplidos cuando se codeó con los mejores atletas de la prueba más circense del atletismo.

Para García Chico eran sus segundos Juegos. Ya había estado cuatro años antes en Seúl, aunque sin éxito, y repetiría en Atlanta y Sídney para completar cuatro presencias olímpicas. Llegaba en buena forma a Barcelona encadenando marcas para subir de 5,65 a 5,77 metros.

El salto de 5,75 metros que a la postre le dio el bronce lo considera «uno de los cinco mejores momentos» de su vida. Porque fue una prueba con suspense, con tensión de la que se contagió parte del público que abucheó a los rivales del catalán cuando intentaban superar el listón. Al igual que Fermín Cacho, compitió con zapatillas nuevas y logró superar un listón que el mismísimo Sergéi Bubka, muy nervioso, derribó después de dos nulos en la altura anterior. El zar se la jugó a un salto superior... y cayó.

En efecto, Bubka tuvo su cruz en la ventosa tarde de Montjuic. Llegaba con un inigualable palmarés, con 35 récords del mundo entre 1984 y 1992, a los que se sumaban tres campeonatos del mundo (luego lograría otros tres) y el oro de Seúl '88. Un año antes de los Juegos de Barcelona se pudo disfrutar en Anoeta de su récord del mundo en pista cubierta (6,10). Y tras Barcelona seguiría su cosecha. En realidad, en su carrera subió el récord del mundo desde 5,86 hasta esos 6,15.

Bubka no tuvo prisa por comenzar en Barcelona. Fue espectador del desfile de intentos de sus rivales, porque no quería empezar hasta 5,70. Dudó demasiado en el pasillo, en espera de menos viento, pero el tiempo límite de dos minutos para cada ensayo le acabó abrumando para pasar a la muerte súbita en 5,75, que fue fatal. El oro se lo llevó su compatriota Maksim Tarasov.

Retirado de la competición en 2003, García Chico ha seguido vinculado al atletismo entrenando a pertiguistas. 'Perdió' su medalla de bronce durante dos años y apareció en casa de su madre. Licenciado en publicidad, trabajó en una agencia y en una productora de televisión. «Tengo que reconocer que sigo viviendo del eco de mi medalla, aunque hay gente que ya ni me llama».

Mientras, Bubka sigue en todos los escenarios atléticos en condición de directivo. Vio cómo Lavillenie le arrebataba su récord del mundo en la ciudad donde el ucraniano lo había dejado establecido, Donetsk, y cómo Sebastian Coe le ganaba la elección a la presidencia de la Federación Internacional.

El secreto de Peñalver

Otra de las grandes sorpresas del atletismo español en Barcelona '92 la proporcionó el decatleta murciano Antonio Peñalver con su plata. Había sido el 23 en Seúl '88 y octavo en el Mundial de Tokio, en 1991. Dio su primer 'toque de atención' con su bronce en el Europeo de pista cubierta de Génova, cuatro meses antes de Barcelona. Pero su objetivo olímpico era una plaza de honor. Sin embargo rubricó una actuación impecable. Al término de la primera jornada era tercero tras el alemán Meier y el checo Zmelik, que a la postre se llevaría el oro. A falta del agónico 1.500, Peñalver tenía la plata segura. Le bastaba con que Dave Johnson no le sacase 17 segundos. El murciano se pegó como una lapa a su rival y se garantizó el subcampeonato.

Peñalver abrazó a sus rivales, luego saludó al Rey... y también abrazó al entrenador que le había cuidado desde niño, Miguel Ángel Millán. El pasado mes de diciembre, la Policía detuvo a Millán por abusos a menores. Uno de los que confesó sin tapujos que fue objeto de dichos abusos fue Peñalver. Una frase suya -«Cuando abracé a Millán en Barcelona pensé 'qué mierda estoy haciendo'»- fue todo un impacto. Con rostro compungido contó que los abusos comenzaron a los 13 años y se repitieron. «Éramos niños de pueblo y él ejercía de gran padre de todos, al menos eso nos decía».

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