La caída del Calahorra no encuentra límite

Las excusas ya no sirven en un equipo en tal situación. No valen las expulsiones sufridas, ni valorar que el Calahorra es superior en el juego a su rival, como ocurrió ayer, sin firmar pese a ello un buen partido, o en Salamanca hace una semana. Lo único que importa son los resultados y la realidad es cruel para el Calahorra, con tres empates y cuatro derrotas en este 2020. Sigue sin conocer la victoria en el nuevo año, algo que podía haber cambiado en la tarde de ayer. Sabían los rojillos que vencer era una cuestión de supervivencia, pero volvió a repetirse la historia pese a que algunos detalles cambiaron. Por ejemplo, un inicio de partido más convincente, queriendo el balón y la iniciativa.

El Calahorra salió con una actitud similar a la de Salamanca, el modelo a seguir. Sin embargo, las posesiones de los rojillos a lo largo de todo el partido, salvo en los compases finales, fueron inofensivas. Es el Calahorra un equipo al que le faltan recursos ofensivos, condicionado ayer por un centro del campo que no terminó de funcionar en la creación, ni por la pareja de mediocentros ni por Jorge, que ha perdido en los últimos partidos chispa e imaginación. Las bandas serían la solución, el recurso que mejor les funciona a los rojillos cuando el juego se atasca. El juego se volcaba en la derecha, donde Yasin y El Haddadi lo intentaban con escaso éxito, salvo en una acción en el minuto 20 que ganó el extremo para poner un centro al que no llegó Celorrio, el delantero este domingo. En la izquierda, Rodrigo no terminó de carburar y Márquez, a pierna cambiada, vive en una comprensible incomodidad.

El Guijuelo tampoco sufría para frenar a un Calahorra demasiado plano en ataque. Con orden y paciencia, confiaba sus opciones a rápidas salidas en las que relucía la calidad de sus futbolistas de ataque. Por si le faltasen recursos, los rojillos le entregaron la oportunidad de abrir el tanteador. Miguel Díaz se confió en la salida del balón y el Guijuelo volcó rápidamente su juego a la derecha, encontrando a la zaga totalmente desarbolada. Roberto salvó la internada pero el rechace cayó a los pies de Espina, que controló con tiempo para levantar la cabeza y colocar el esférico en el fondo de las mallas.

Una vez más, al Calahorra le tocaba remar y asumir riesgos. Reaccionaron los rojillos aumentando la intensidad de sus ataques, pero seguían padeciendo de los mismos problemas. El movimiento del balón, era previsible, y los jugadores, estáticos. Siguió buscando el Calahorra la banda derecha, picando El Haddadi ante Guillermo en una de las mejores ocasiones. Tampoco hubo demasiadas más. Por su parte, el Guijuelo aplicaba su método llegando en pocos toques a zona de peligro. Fekir pudo hacer el segundo con un disparo desde la frontal que sacó Roberto. Todo quedaría para la segunda mitad, pero antes del descanso, Echaide fue expulsado con roja directa al dejar el codo en el rostro de Espina ante una disputa. Difícil valorar la intencionalidad. También inútil. El Calahorra no debía refugiarse en la negatividad y en la ira hacia el colegiado, sino buscar soluciones para una situación límite.

Con uno menos, Miguel Sola eliminó a la mediapunta de la ecuación, dando entrada a Morgado en el lateral izquierdo y pasando Márquez al centro de la zaga. La segunda mitad arrancó con un guion similar, como si la expulsión no hubiese cambiado nada. El Calahorra asumió el dominio del esférico pero encontrando los mismos problemas que en el primer tiempo, con escasez de ideas y poco acierto en todo tipo de pases. No carburaba, mientras que el Guijuelo aprovechaba los espacios que los rojillos dejaban para lanzarse hacia la portería de Roberto. En una de esas acciones, en el minuto 64, el portero desvió un disparo desde la frontal y Espina remachó al fondo de las mallas.

Debía intentar el Calahorra el más difícil todavía. Una intensa sensación de derrota inundó La Planilla. Pero los rojillos tenían la obligación de intentarlo mientras quedasen minutos y pronto encontraron premio a su insistencia. La entrada de José Ramón y Chaco cambió el partido. El extremo aportó verticalidad y coordinación con Yasin y el delantero, más recursos en ataque. De esas sinergias surgió el gol rojillo, con una internada de Yasin y un centro que Chaco, con un remate imposible a la altura del larguero, alojó en la portería del Guijuelo. Regresaban las esperanzas y arrancaron los minutos de mejor juego rojillo. El Calahorra se volcó en un final de partido que sirvió para rememorar a ese equipo alegre y con carácter que se echaba de menos. Pero no sirvió para sumar. Volvía a estar condenado a la derrota.