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ACÚSTICA
ESCULTURAL

ACÚSTICA ESCULTURAL

Con 400 gargantas riojanas en El Plantío, la UDL gana a domicilio para recuperar el cuarto puesto

SERGIO MORENO ENVIADO A BURGOS

Domingo, 22 de marzo 2015, 23:43

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Rompió el cielo pedregoso burgalés el sonido inflamable de casi 400 gargantas blanquirrojas que pusieron el grito en el cielo para festejar, de una vez por todas, un triunfo de la UD Logroñés a domicilio. Respiro de alivio. Inhalo y exhalo. Profundo, revitalizante, relajador. Así dos o tres veces. antes del minuto 89, claro. 0-2. Por fin. Así da gusto viajar. Menudo la puso en la escuadra para descolar por completo a su rival. Dos tuvo la UDL, dos subieron al marcador. Julio Rico de cabeza en el 44, y Menudo por la escuadra dentro del área, tras un gran robo de Titi en la presión. Sonrisas de alivio, bufandas al aire. La UDL ganaría fuera de casa y lo haría además por más de un gol de diferencia. Ya era hora. Hasta el 89, claro.

La acústica de los goles blanquirrojos fue escultural, limpia, sonora, casi sorda ante su expresión coordinada. Julio Rico al fondo norte, el equipo tras él, la afición a sus brazos. El momento rompió el invierno castellano en su máxima crudeza. La nieve puso la foto en bandeja. Gol a quemarropa para superar a un Aurreko desprotegido. Esto pintaba bien. Ya no se recordaba el último gol blanquirrojo en la primera parte como visitante. Sí, en Tropezón o en Gijón, pero para empatar. Éste servía para que los riojanos se fueran por delante en el marcador mucho tiempo después. La acústica escultural de El Plantío la volvió a sentir Menudo en sus oídos, un muchacho de Sevilla, que aún sintiendo la fina nieve burgalesa en sus ojos demostró la calidad que atesora para sin contemplaciones ni control previo poner el centro de Titi en la misma escuadra de Aurreko, otra vez desprotegido por su central que no vio venir a Titi por detrás para sacarle la pelota. Acústica de anfiteatro clásico que aún conserva el olor seco a Farias rugoso. En El Plantío, cerca de casa, pero fuera al fin y al cabo, la UDL iba a ganar con cierta tranquilidad. Hasta el 89, claro.

Hasta que Carralero rompió una vez más por la banda de Miguel Santos, y tras tres jugadas similares por ese costado, Miguel fue derribado por fin. El muro cayó, piedra a piedra, el Burgos horadó la roca Miguel para borrar de un plumazo la sonrisa feliz del vecino de al lado en este grupo de miles de kilómetros. Carralero disparó, Miguel blocó pero el rechace le cayó a Cristian que la empujó para dentro. Cuatro minutos de sufrimiento indescriptible. Otra vez. Otro partido. Otro desasosiego. Fueron minutos de esculturas de sal que no se vinieron abajo porque el tiempo lo impidió. Cuatro minutos de alargue para demostrar que no hay partido fácil, que aquí nada es sencillo, que nadie regala nada, que la UDL no es mejor que nadie, pero tampoco peor. Así se relata un encuentro agreste, salvaje por momentos, descomunal en el esfuerzo por parte de ambos equipos. Propio de las fechas en las que nos movemos. La presión fascina tanto como enerva. El error es definitivo, el tropiezo imperdonable. De ahí que la UDL ganara el partido de ayer en Burgos. Sabe que no puede fallar. Reconoce que sólo puede acertar para estar entre los cuatro mejores. Acepta los retos de forma apasionada y a nada que el rival concede una expresión elevada al envite, el encuentro, como el de ayer, se convierte en un duelo al alba de incierto resultado. La UDL tuvo dos y las metió dentro. El Burgos cuatro, y sólo acertó una por la presencia ya imperial de un portero, el riojano, en estado de gracia.

El arte de los malabares premió en esta oportunidad a la UDL que hasta el 89 quiso presentar a través de la acústica escultural de sus aficionados un partido tranquilo, sereno, cómodo, advirtiendo la ventaja de hasta dos goles en el marcador. Música celestial que adormece los sentidos, esos que deben servir para poner en alerta a un equipo que no acaba de encontrar su figura balompédica. Y que aún siendo así, recupera esta jornada un puesto entre los nobles para encarar la recta final del campeonato -restan nueve jornadas para el final- dependiendo de sí mismo, un hecho del que no requiere para ganar los encuentros, como el de ayer, que sacó adelante porque aceptó el juego burgalés como suyo propio en una escultura más sonora que física.

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