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Bale se echa las manos a la cabeza después de errar una ocasión. :: efe
Bale pierde en el césped los galones

Bale pierde en el césped los galones

El extremo iguala su peor racha sin marcar en Liga y el Bernabéu pierde la paciencia al sentir que es incapaz de tirar del equipo

ÓSCAR BELLOT

MADRID.

Lunes, 5 de noviembre 2018, 00:12

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Despedido con pitos cuando salió para dejar paso a Lucas Vázquez en el minuto 70 de partido, Gareth Bale volvió a vivir una tarde para el olvido ante el Valladolid. Frente al mismo rival contra el que selló su primer 'hat-trick' defendiendo la elástica del Real Madrid, allá por el 30 de noviembre de 2013, el galés se quedó sin marcar por séptimo encuentro consecutivo de Liga, igualando la racha negativa que firmó entre enero y marzo de 2015. Los silbidos de la parroquia local fueron el corolario a una deslucida actuación con tres remates sin tino, dos de ellos a puerta, catorce pérdidas de balón y, sobre todo, la sensación de que dejó escapar una oportunidad de vindicarse con su nuevo entrenador.

Impreciso de nuevo en un choque en el que los blancos percutieron más en la primera parte por el costado izquierdo por el que incursionaban Marco Asensio y Sergio Reguilón que por el derecho en el que se asentaban Álvaro Odriozola y el extremo de Cardiff, al '11' no le quedó otra que perseguir con la testa los centros laterales que llegaban por vía aérea. Así dispuso de una buena ocasión a pase de Reguilón en el minuto 11 que atajó Masip y de otra en el minuto 35 con un remate forzado nuevamente tras servicio del lateral zurdo.

Pero el paso de los minutos llevó la impaciencia a la grada y Bale fue el escogido por la hinchada para volcar su frustración. Solari le intercambió con Marco Asensio a vuelta de vestuarios para que tratase de desbordar por la izquierda pero ahí acabó consumiéndose en medio de la reprobación del respetable. La pitada que recibió cuando se retiró evidenció el divorcio de la afición con un futbolista que nunca ha conectado emocionalmente con su parroquia y que lleva mes y medio deambulando en medio de problemas físicos nunca concretados en lesión, sumido en sus propias tribulaciones e incapaz de portar el estandarte que él mismo reclamó tras convertirse en el héroe de la final de Kiev y que el club le entregó tras la fuga de Cristiano Ronaldo a la Juventus.

El coliseo blanco, que ensalza el coraje sobre otras virtudes, mira al galés como a un extraño

Solista por antonomasia, Bale naufraga dentro de una orquesta de tono monocorde en la que sólo Vinícius parece atreverse a innovar una partitura. El descaro del brasileño contrasta con la abúlica estampa del británico, que precisa emanciparse de sus atávicos miedos a las lesiones y liberarse de desmesuradas expectativas de la directiva.

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