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Reguilón pugna por el balón en el partido del martes. :: efe-
SERGIO REGUILÓN LATERAL IZQUIERDO DEL REAL MADRIDEl chaval de la sonrisa constante

SERGIO REGUILÓN LATERAL IZQUIERDO DEL REAL MADRIDEl chaval de la sonrisa constante

Reguilón salió de casa para jugar 42 partidos con la UD Logroñés, crecer y cumplir el sueño que sintió a los 9 años

M. GLERA

LOGROÑO.

Jueves, 4 de octubre 2018, 00:30

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«Ha sido un debut amargo porque no se ha conseguido la victoria, pero hay que seguir trabajando. Estoy contento por jugar, pero no por el resultado».

Sergio Reguilón (Madrid, 16/12/1997) siempre ha sido ambicioso. Seguramente desde pequeño, desde que ingresó en el Real Madrid a los 9 años. Incluso antes. De ahí esa frase , en Movistar +. O esta otra. «No podemos seguir así», remató . El madrileño cumplió su sueño: jugar en el Real Madrid. Con los mejores. Con el trece veces campeón de Europa. Su escalada no ha sido sencilla. No ha caminado sobre la alfombra roja, aunque al final su calidad mental, humana y deportiva le ha llevado a lo más alto. No ha logrado lo más difícil, llegar, porque lo más complicado en un club que crea y devora mitos sin escrúpulos es quedarse.

Reguilón llegó a Logroño en el verano del 2015. Tenía 17 años. Un imberbe al que la plantilla de la UD Logroñés acogió con los brazos abiertos. Dejaba Valdebebas porque no tenía sitió en el Castilla que entrenaba Zinedine Zidane. «Ha sido difícil, porque era salir de mi casa, de mi gente, de mi entorno, pero es un paso muy bueno para mí hacia el futuro, para mi formación, que es muy importante, y para competir», afirmaba Reguilón en su primer acto como jugador de la UD Logroñés. No dejó sitio para más nostalgia, sino que abrió la puerta de par en par a una formación más exigente. «Vimos que de la UD Logroñés era mi mejor opción para competir y para seguir creciendo como futbolista. Una buena liga, un gran estadio... Era la mejor opción», decía entonces.

En Reguilón confluyen muchas virtudes. A las deportivas suma una cabeza ambiciosa y de ideas muy claras

Y es que este central que ahora juega de lateral destaca por tener una cabeza muy bien amueblada. Virtud fundamental para cualquier chaval de esa edad. Cuando llegó, su salario era muy superior al del resto. Cuando renovó y regresó un segundo año, también. Nunca lo demostró. A sus condiciones futbolísticas se sumaban las mentales. Dotado con creces en ambas. A su edad se habla de gastar; el ya utilizaba el verbo invertir.

Su primera campaña en Las Gaunas no fue sencilla. Debutó en Liga la primera jornada, con siete minutos ante el Compostela, y vivió su primera titularidad en la quinta jornada, contra el Astorga. Aquel primer ejercicio, el 2015/16 lo saldó con nueve encuentros, cuatro de ellos en el once inicial, en Liga y tres más en la Copa del Rey. El ascenso de Zidane al primer equipo en sustitución de Rafa Benítez le reabrió las puertas del filial. Luis Miguel Ramis le rescató para la segunda vuelta.

Su adiós, después del partido contra el Racing de Ferrol, fue único. Estuvo a la altura de los grandes jugadores de un club que apenas ha tenido tiempo para crearlos. Vuelta de honor, público en pie y gritos de cariño. «Aquí he aprendido de la vida, del fútbol de verdad. Me quedo con cosas de todos, los técnicos, los compañeros, que me han hecho sumar unas vivencias que nunca hubiera pensado. Dejo en Logroño una auténtica familia y espero volver y agradecer a todos lo que he aprendido en este corto espacio de tiempo», sentenciaba. Hay futbolistas a los que se les ve el crecimiento y otros a los que no.

Reguilón regresó para jugar una segunda temporada. Más maduro, pero con la ambición de siempre. Si caía, se levantaba; si le derribaban, no protestaba; si tenía que ir al choque, sacaba pecho. Sin miedo, sin hacer ruido, pero con constancia, siempre constante. Y siempre con una envolvente sonrisa. Esa campaña disfrutó de 30 partidos de Liga, 21 de ellos en el once titular. Marcó ocho goles. Mención especial los cuatro que le marcó al Athletic B (5-2) en Las Gaunas.

Cuando estaba en el Castilla, se dejaba caer por Logroño a menudo. Miguel Santos puede dar fe de ello. Ocupaba butaca en Las Gaunas y seguía a su otro equipo, porque él siempre ha sido del Real Madrid. El martes cumplió su sueño. «Esto no es un adiós, es un hasta luego. Hala Madrid y aúpa Logroñés», dijo cuando salió por primera vez de Valdebebas. Llevaba razón. Se lo merece. Ojalá el Santiago Bernabéu y la alargada sombra de temporadas de éxito absoluto no le devoren. Si le dan tiempo, calidad le sobra para conquistar al Real Madrid.

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