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Cristiano y Bale celebran un gol.
Ejercicio de oficio para otra final soñada
semifinales | vuelta

Ejercicio de oficio para otra final soñada

El Madrid no fue brillante, pero su experiencia y mayor pegada le condujeron al segundo gran duelo ante el Atlético en tres años

Ignacio Tylko

Miércoles, 4 de mayo 2016, 09:34

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Dos años después de que el Real Madrid conquistase la décima en Lisboa, el próximo 28 de mayo se repetirá la final española en Milán. Un sonado éxito para la Liga y otro desafío colosal para los merengues, ahora conducidos por Zidane y entonces por Ancelotti, y un Atlético henchido de moral que repite con el Cholo Simeone en el banquillo. La batalla está servida. El poder hegemónico frente a la gran revancha.

Si los colchoneros sellaron el billete tras resistir de forma heroica ante un Bayern de Múnich soberbio, a sus eternos rivales, mermados por las bajas de Casemiro y de Benzema y con Cristiano titular pero lastrado, les bastó con un ejercicio de paciencia ante un Manchester City desesperadamente lento, miedoso e incapaz de generar ocasiones. Sólo reseñar un disparo de Fernandinho que rozó el palo en las postrimerías del primer tiempo. Sin noticias de un lamentable Kun Agüero, ni su sombra en toda la eliminatoria. Mucho tuvo que ver la seriedad de un rival que no ha encajado ni un gol en casa en esta Champions.

Era el último paso hacia una final de Champions, pero por la atmósfera en las gradas y el cansino ritmo de juego de los actores sobre el césped no lo pareció. Nada que ver con las emociones vividas en la remontada de cuartos ante el Wolfsburgo, como si la misión de eliminar a un City ramplón fuera sencilla y caer un fracaso del que habló Zidane en la víspera. Esa es la grandeza del Madrid.

Hubo quedada de la afición para recibir al equipo local y enormes mosaicos en los prolegómenos con las consignas de que juntos no hay imposibles y hagámoslo Real, pero el ambiente en el Bernabéu era extraño. Casi tanto como un partido plomizo, con enormes precauciones y contadas llegadas a las áreas.

No había ocurrido nada en Chamartín cuando el City recibió un mazazo. Kompany se quedó tendido y enseguida Pellegrini supo que el central belga se había roto por enésima vez. Una baja muy sensible porque se trata del líder de la defensa, mucho más experto que el inseguro Mangala, su sustituto. Se sumaba a la ausencia de David Silva, otro líder que permite enganchar al centro del campo con Navas, De Bruyne y Agüero, los llamados a marcar diferencias.

De forma paulatina el Madrid fue adueñándose del dominio y la posesión. Tocaba sin verse presionado, pero sin arriesgarse a una posible pérdida. El City se sentía aparentemente tranquilo, aunque sus zagueros temblaban ante cualquier intento de desborde o aceleración de Isco o de los laterales. Cristiano intervenía más bien poco y siempre precavido. Hizo saltar las alarmas cuando se quedó sobre el césped, doliéndose, tras una carrera y encontronazo con Otamendi.

No sufría atrás y se había preparado para ir cocinando el triunfo a fuego lento, pero Gareth Bale se encuentra en tal estado de gracia que hasta la fortuna le sonríe para ser determinante. Rescató al Madrid en los últimos choques ligueros y descerrajó a los citizens, en colaboración con Fernando, al que la UEFA atribuyó el gol en propia meta. Recibió de Carvajal muy suelto y su centro entró por la escuadra más lejana de Hart tras rozar el pivote brasileño.

Ese gol dejó rebosante de dudas al City, que ya no supo si defender, atacar o seguir a la espera de algún milagro. Era tan lento el choque que hasta el viejo Yaya Touré, pasado de peso y ya en el declive de su carrera, se sentía cómodo. En el primer tiempo, recorrió el marfileño al paso más metros que Kroos, Modric e Isco.

No tuvo la determinación el Real Madrid de ir a noquear a su rival y le dio vidilla. En su mejor combinación de la noche, el City cerró la jugada con ese tiro de Fernandinho al palo. Un susto para que el Madrid despertase en la segunda mitad, acelerase un poco más, hacer una presión más alta y dejar de poner en riesgo la clasificación con un actitud tan timorata.

Sólo con un poco más de movilidad, el Madrid generaba peligro. Sendos disparos de Cristiano, un mano a mano desperdiciado por Modric ante Hart y un cabezazo de Bale al travesaño, pudieron sentenciar. Zidane introdujo a Lucas Vázquez por el desaparecido Jesé y luego a James, el penúltimo de la fila, en lugar de un cansado Isco. Pellegrini buscó más profundidad con Sterling e Iheanacho, pero erró al quitar a Navas. Hubo incertidumbre hasta el final, pero ningún peligro del City. El Madrid jugará su decimocuarta final de Champions. Y ha ganado 10, un porcentaje colosal.

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