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Nadie se salva. Chris Froome también se dio contra el suelo en una etapa peligrosa. REUTERS
Landa resiste el golpe

Landa resiste el golpe

En un espectáculo sobre pavés, el alavés se cae en un descuido pero se salva y sigue pegado al tremendo Valverde

J. GÓMEZ PEÑA

Domingo, 22 de julio 2018, 23:57

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roubaix. Camino de Roubaix, todo conduce al infierno. Sobre los adoquines, el Tour juega a los dados con los dorsales. Destroza a Porte nada más empezar la etapa. Le pincha tres ruedas a Bardet, lanza a Froome al pasto en una curva, voltea a Urán... Sobre el pavés, ya se sabe, la consigna es sobrevivir. El azar cuenta más que nunca.

Ya habían trotado sobre diez tramos pavimentados. Quedaban cinco y el Movistar tenía intactos a Valverde, Quintana y Landa. El alavés, en un momento de calma, echó un trago. Al levantar la cabeza no vio una alcantarilla. La mano que agarraba el manillar se soltó. Al suelo. De costado. A más de 40 kilómetros por hora. El hombro, la cadera, el codo. Raspados. Se pasó revista. Nada roto. Solo dolor. «He tenido calma», dijo. Adelante. Erviti, Amador y Bennati le esperaron. Tiraron de él y le salvaron. «Mikel ha hecho de psicólogo. Nos iba animando, nos decía que éramos como motos. Nos ha puesto la carne de gallina», contó Erviti. Todos conjurados. No alcanzaron a Degenkolb, Van Avermaet y Lampaert, los tres primeros en Roubaix, pero casi cogieron al grupo de Valverde, Quintana, Froome, Dumoulin y Nibali. Landa sólo perdió 7 segundos. Nada para todo el Tour que falta. Aguantó el golpe. «Aquí no hay que rendirse», zanjó.

La etapa más temida fue como la cuenta atrás para la detonación de una bomba. Quince tramos de pavés. Ciclistas haciendo temblar el suelo. Con tanta tensión en la salida, el preludio también fue de alto riesgo. Richie Porte y Rojas, uno de los peones del Movistar, patinaron al poco del inicio. A casa los dos. Para entonces ya iba en el grupo de fugados Omar Fraile, debutante y atrevido. El vizcaíno entró el primero en el camino al infierno. Quince tramos. Cuenta atrás para la explosión: 15. Primer pinchazo de Bardet. 14. Primer cambio de bicicleta de Bardet. 13. Caída de Groenewegen, mientras el Sky aceleraba con Castroviejo y Kwiatkowski. 12. Bernal, colombiano del Sky, resbala en un giro. Cerca de aquí está la capilla de Nuestra Señora de los Siete Dolores. Mejor rezar. Ni eso sirve. Hay una caída masiva. Bardet, de nuevo, más Dumoulin, Nibali, Fuglsang y Urán tienen que frenar. Se cortan. Por el prado, Erviti, bici al hombro, salta a zancadas para evitar la montonera. Sus líderes, los tres del Movistar, van delante y le necesitan. Todos unidos.

Movistar, mayoría

Sigue la mecha. La cuenta. Tramo 11. El Sky insiste. Sagan se mueve. Es su casa. Es el vencedor de la París-Roubaix. 9. A la entrada de ese sector, Van Garderen sale despedido. Rebozado en polvo. Cara tiznada. Y vuelve a pinchar Bardet. Su bicicleta parece un queso gruyère. 8. Esta vez el dado malo es de Froome, que acaba en la maleza. El Sky para a todos menos a Thomas, su segunda baza, para remolcarle hasta donde vuelan el tremendo Valverde, Landa y Quintana, que resisten entre los mejores especialistas de los adoquines. En medio de ese infierno en el que se rozan los hombros y la miradas, el Movistar es mayoría. Insólito. El azul manda en la polvareda. Tramo 7. Susto para Quintana, que dibuja mal una curva. Sus compañeros lo solucionan. El Astana de Fuglsang, que ha hecho parar a Fraile, toma las riendas de esta etapa en estampida.

El 6. Urán se desploma sobre los cantos rodados. A la salida de ese sector, casi todos los favoritos siguen pegados. Aprovechan para dar un bocanada de aire sin polvo. Y Landa se refresca. Pero en el Tour siempre hay que estar de guardia. Suelta una mano para beber, bota sobre un obstáculo y pierde el equilibrio. De vuelta al hoyo, como el año pasado en el Giro antes el subir el Blockhaus. Entonces tuvo la tentación de retirarse, dar un paso atrás. Eligió seguir. Y fue luego el mejor en los Dolomitas. «Aprendí que no hay que rendirse», repite. Su maillot era azul y ya es rojo. Mataduras de sangre repartidas por el costado derecho. Un momento de angustia. Y enseguida el control. Actúa como un líder. Evita el pánico. El trabajo está casi hecho. Faltan poco más de 20 kilómetros. Cinco tramos.

Continúa la cuenta atrás: 5, 4, 3... El Movistar tiene delante a Valverde, que rueda como un clasicómano, y a Quintana, que se mantiene a flote. El equipo español para a Amador y Bennati. Los manda a salvar al soldado Ryan, a Landa. Se les une Erviti. Quedan dos tramos, el final de la cuenta. 2. Delante, Lampaert, Van Avermaet vestido de amarillo y Degenkolb salen primeros de ese túnel de polvo. El infierno es suyo. Y 1. La explosión ha dejado un baja, Porte, y varios heridos, pero con el Tour a medio hacer y toda la montaña por delante, la clasificación general es un puño. Manda Van Avermaet, que no cuenta. Le sigue Thomas a 43 segundos. Valverde, Fuglsang y Majka están a minuto y medio. Froome a 1.42, como Yates y Landa. Nibali cede 1.48. Le rondan Roglic (a 1.57) y Dumoulin (2.03). Bardet, gafado en los adoquines, sólo pierde 2.32. Y Quintana y Urán, menos de tres minutos. Todos salen por su propio pie del infierno.

La etapa que golpeó con un bate de béisbol a los ciclistas se resolvió en un sprint a tres. Degenkolb, otro vencedor del Infierno del Norte, entró por delante de Van Avermaet en Roubaix. A 27 segundos, tras casi tres horas con un terremoto en el manillar, aparecieron los candidatos al Tour. Froome, Valverde, Dumoulin, Nibali, Quintana...

Y apenas siete segundos después, Landa y sus fieles del Movistar. «Me he salvado», resopló. Maquillado con sudor y polvo, se miraba las heridas. Ahora comienza otra cuenta atrás, la de las etapas alpinas y pirenaicas. La suya. «Tengo ganas de montaña». Esa frase en un buen síntoma.

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