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Geraint Thomas, príncipe de Gales

Doble campeón olímpico de pista, frío en la carretera y bromista fuera, ha seguido la huella de Wiggins

J. GÓMEZ PEÑA

PARÍS.

Lunes, 30 de julio 2018, 00:10

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Los cimientos de Cardiff son de carbón. Aunque ahora es una ciudad moderna y atractiva, en sus muchos pubs se siguen escuchando, jarra en mano, las viejas canciones de los mineros. Vaciando pintas, las cuadrillas recuerdan el negro y sufrido pasado del que vienen sus familias. El fútbol y, sobre todo, el rugby son los mejores motivos para darle a la caña. A ese catálogo deportivo se ha sumado este mes un invitado, el Tour de Francia. Resulta que de aquella esquina de Gran Bretaña es el vencedor de esta edición, Geraint Thomas (Cardiff, 32 años), nuevo príncipe de Gales. Le apodan 'G', por Geraint, pero también podría ser 'G' de Guinness, como la cerveza.

El deporte de élite es hoy una ciencia repleta de variables y datos. Todo se puede traducir a vatios. Casi todo. Lo que no cuentan los números es cómo entrenar la mente de un deportista para el castigo diario del entrenamiento o cómo levantarse tras la enésima caída. Thomas arrastra una mala fama: es de los que siempre se cae. Su biografía está llena de accidentes y huesos rotos. Eso decían al principio de este Tour: ¿Cuándo se caerá Thomas? ¿Cuándo sufrirá su habitual hundimiento?

Para afrontar tanto revés hay muchos caminos, incluido el de recurrir a un psicólogo. Hace falta pedalear con la mente. Thomas, galés, tiene su propio método: un par de pintas de cerveza a tiempo. «La fuerza mental de Geraint le ha permitido superar caídas terribles. De ahí le viene su equilibrio. Es serio en el trabajo y luego sabe desconectar. Vive la vida», dicen en su equipo, el Sky. Bromista. Humor 'british'. Un punto ácido.

Llamada al orden

Cuando estaba en el Academia Británica de Ciclismo tuvieron que llamarle al orden alguna vez. Como tras la final europea entre el Liverpool y el Milan, en 2005, aquel partido al que denominan 'el milagro de Estambul' por la remontada inglesa. Thomas y sus colegas se emocionaron tanto que se les alargó la noche. Se les torcieron los caminos de vuelta a casa. Y le cayó una buena bronca porque era víspera de una carrera. Un día es un día. Y un galés... un galés. Cerveza y carácter.

Thomas conoció el Tour en 2007. La Academia británica buscaba hueco para sus aspirantes a campeón olímpico de pista en equipos profesionales de ruta como el Barloworld. Thomas era joven, había ganado la París-Roubaix juvenil y era un gran rodador. Pesaba 75 kilos, seis más que ahora. Descubrió los Alpes y los Pirineos. La tortura.

«La dosis de dolor diaria era insoportable -recuerda-. En cada etapa de montaña iba el último, solo, sin más compañía que un motorista de la policía. Pero me empeñé en llegar hasta París. Me decía: 'un día más'. Cuando hoy sufro en carrera pienso en ese Tour y me parece que lo de ahora no es nada». Acabó aquella edición. El penúltimo de la clasificación a casi cuatro horas del vencedor, Alberto Contador. Entonces, Thomas solo pensaba en los Juegos Olímpicos. Con Wiggins y dos compañeros más se colgó el oro en Pekín 2012 y también cuatro años después en Londres. Doble misión cumplida. Había que buscar otra frontera: el Tour.

Esa nueva vida nació en 2013. El Sky ya mandaba en el 'planeta ciclismo'. A Wiggins le iba a suceder Froome. Y Thomas era el designado para escoltarle. Pero se cayó, como tantas veces, en la primera etapa, en Córcega. Fractura de pelvis. «No podía levantarme del sillín. Cada rotonda me desgarraba. Era un suplicio». Thomas consultó con los médicos del equipo y el corredor galés decidió seguir. Habló con su madre. «Le dije que si me retiraba, ese hueso roto permanecería siempre en mi mente». Thomas fue clave en la victoria de Froome en aquel Tour. Son amigos, vecinos en Mónaco y compañeros de entrenamiento. «Geraint no se rinde nunca», alaba Dave Brailsford, patrón del Sky.

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