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CÉSAR ÁLVAREZ
LOGROÑO.
Domingo, 1 de abril 2018, 00:05
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El Mundial de media maratón, disputado ayer en Valencia, entrará en la historia por ser uno de los que mayor nivel ha tenido de cuantos se han disputado, pero para el atletismo riojano pasará al recuerdo como el del debut de un atleta de su Federación con la camiseta internacional.
Camilo Santiago, a sus 35 años, firmó en el Mundial la mejor carrera de su vida. Nunca había corrido tan rápido una media maratón. Su objetivo era rebajar su marca (1h04.14) y ayer le dio un mordisco de casi dos minutos, en unas circunstancias que no eran las mejores para correr (el viento soplaba fuerte en algunas zonas del circuito) y entró en el puesto 39º de la clasificación, aunque él se imaginaba entre los 80 mejores. Además, quería ayudar a que España concluyera entre los diez mejores equipos del mundo y el combinado español fue octavo. El sueño de Camilo se cumplió.
Para hacerlo realidad, el fondista trabajó duro durante los meses previos. Tanto es así que ni siquiera los ritmos infernales en los que se movió la carrera hicieron mella en su rendimiento. Él quería correr en torno a tres minutos el kilómetro, pero las circunstancias le obligaron a hacerlo más rápido durante toda la prueba. Pasó los primeros 5.000 metros en 14.34. A los 10 kilómetros, que el pretendía cruzar en 30 minutos, llegó en 29.39. Mantuvo el ritmo en los 15 kilómetros, donde firmó 44.39 y también en el kilómetro 20 donde se presentó en 59.36 y desde donde atisbó la meta a la que llegó en un estratosférico 1h02.40. La cruzó con los brazos abiertos, mirando al cielo y a ese cronómetro que marcaba un tiempo ni siquiera soñado, pero que hacía justicia a su trabajo y a la valentía demostrada cuando, hace algo más de un año, decidió abandonar su trabajo para, pese a su edad, centrarse en el atletismo.
En la carrera fue inteligente. Salió rápido, como había que hacer, pero sin ponerse en primera línea. No le correspondía hacerlo. Él tenía que esquivar el viento, cuando soplaba de frente (ocurrió en algunas fases de la carrera). Se situó en el grupo bueno, en el que perseguía a los que se lanzaron a tumba abierta a por el título.
Aguantó el ritmo, incluso sabiendo que iba por encima de sus teóricas posibilidades. Había anunciado que la de Valencia era una carrera «para pensar poco y correr mucho», pero él hizo las dos cosas. No se cegó con los de adelante, pero siempre estuvo un poco por debajo de los 3 minutos el kilómetro y por ello se presentó en la línea de meta exultaste, volando en los metros finales sobre las aguas del lago central de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Lo hizo sabiéndose ganador de su carrera y llamando a la historia. Fue el segundo español en la clasificación mundialista. Sólo le superó Ayad Lamdassen (y Castillejo, aunque éste había quedado fuera del equipo nacional y tomó parte en la popular, saliendo desde atrás).
A partir de ahora, Ramón Cid ya puede tener más claro, que hay un vecino de Albelda -ahora ocasionalmente residiendo en Zaragoza- con el que puede contar, quizá para el maratón del Europeo de Berlín.
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