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Ferrán Adriá, en la entrada de su restaurante, ahora convertido en museo. AFP
La segunda vida de ElBulli

La segunda vida de ElBulli

El que fuera durante años mejor restaurante del mundo vuelve a abrir sus puertas, pero lo hace ahora como un museo que permite recorrer la vida de un establecimiento que escribió la historia culinaria

AFP

Sábado, 10 de junio 2023, 02:00

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Casi 12 años después de aquel último servicio, al nuevo elBulli1846, que añade la cifra por el número de elaboraciones que concibieron aquí, se viene a otra cosa. Adriá vuelve a abrir su restaurante, pero ahora como museo.

«No se trata de venir a comer, se trata de venir a comprender qué pasó en elBulli», explica Ferran Adrià, de 61 años, sentado junto a la que fue su cocina durante más de dos décadas.

El interior del restaurante, donde el tiempo parece haberse detenido, es uno de los puntos fuertes de este museo que abrirá finalmente el 15 de junio. Atrás quedan años de trabajo para sacar adelante un proyecto en el que la fundación creada para mantener el legado de elBulli, y sus colaboradores, invirtieron 11 millones de euros, y que se topó con la oposición de grupos ecologistas a sus planes de ampliación iniciales.

Dos horas de recorrido

Al visitante se le propone ahora un recorrido de más de dos horas por las instalaciones, interiores y exteriores, donde encontrará miles de fotos, diagramas conceptuales, cuadernos de notas, premios e incluso réplicas –no comestibles– de algunos de los platos que hicieron de este restaurante un icono de la vanguardia culinaria.

«Lo que hicimos aquí fue buscar los límites que había en una experiencia gastronómica. Cuál es límite físico, mental y, si me apuras, espiritual que tiene el ser humano. Y esta búsqueda abría caminos para que otros entraran», indica Adrià.

Él todavía recuerda aquel día de 1983 en el que recorrió por primera vez el sinuoso camino, por entonces sin asfaltar, que une Roses con el edificio blanco del restaurante, bordeando un Mediterráneo exuberante. Propuesto por un compañero del servicio militar, Adrià venía en principio para unas prácticas de un mes.

«Lo más importante que me pasó en elBulli fue que por primera vez vi la pasión por la cocina. En la mesa, cuando comíamos el equipo, no se hablaba de fútbol, de fines de semana, se hablaba de cocina», recuerda quien de niño soñaba con ser Johan Cruyff y solo con el tiempo descubrió su pasión por esta profesión «bonita», pero también «muy dura», en la que pocos llegan a lo más alto.

Adrià no tardó en regresar y en 1987 ya era el único jefe de cocina de este local por entonces con una única estrella Michelin. A comienzos de los años 90 se convirtió en propietario junto a su socio Juli Soler, fallecido en 2015, y en 1997 llegó la ansiada tercera estrella.

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